/ viernes 16 de julio de 2021

Aranzazú, el pueblo de Zacatecas habitado por tres personas

Hace alrededor de 130 años, Aranzazú era un próspero pueblo minero donde se extraía oro, plata, cobre y zinc, minerales... ahora está en el olvido

Zacatecas.- Cuando se acabó el oro, se acabó la vida. Hoy, en Aranzazú del Cobre la huella del tiempo ha dejado sólo tres habitantes.

A siete kilómetros de la cabecera municipal de Concepción del Oro, municipio enclavado en el semidesierto zacatecano, el lugar está rodeado por el cerro del Hundido y a un costado del cerro del Temeroso, que inertes vigilan el paso del tiempo en la región.

En el pueblo aún se puede ver el antiguo templo de la Virgen de Aranzazú (figura que al parecer fue traída desde España), construido hace poco más de 100 años, y que cada 8 de septiembre recibe algunos visitantes, descendientes de las familias que allí habitaron, quienes llegan al lugar desde uno o dos días antes y acampan en espera del día de la celebración.

Devorados por el tiempo, en el lugar quedaron las ruinas de otros edificios, el teatro La Paz, que también funcionaba como cine, y hasta un boliche, cuyos habitantes son hoy la fauna y la flora de la región.

Hace alrededor de 130 años, Aranzazú era un próspero pueblo minero donde se extraía oro, plata, cobre y zinc, minerales extraídos por extranjeros, principalmente europeos que, en cuanto vieron que no había más, simplemente dejaron el lugar en el abandono.

Las minas hoy son simples entradas al fondo de la tierra, testimonios de lo que la mano del hombre deja a su paso.

Aún se mantiene el socavón principal de la antigua mina, un arco denominado la “Puerta del cielo”, que toma su nombre por la altitud a la que se encuentra, 2 mil 540 metros sobre el nivel del mar, en medio de los cerros.

Cuenta el cronista de Concepción del Oro, Maurino Torres Leos, que allá por los años 1880, el lugar era símbolo de la abundancia, en las entrañas de la tierra había oro, plata y cobre.

Fue una época entre 1975 y 1980 en que se fueron las últimas familias del lugar, porque tenían que llegar a Concepción del Oro, donde estaban los insumos.

Aranzazú tuvo dos épocas de auge, una donde alcanzó los casi 2 mil 800 habitantes entre las tres áreas habitacionales que conformaban el poblado.

En el área principal de Aranzazú estaba el centro de fe, dentro de las áreas educativas del colegio San Juan Bosco, había dos escuelas particulares y una de gobierno.

Había calles donde se encontraban los mejores comercios y donde vendían lo que era común para vivir bien en esta área.

En otro lado estaba el barrio de arriba, que era “El Cobre”, donde estaba el núcleo poblacional, donde la vida era más alegre.

Estaba también el barrio del “Nueve”, que era el barrio de abajo y la entrada principal hacia Aranzazú, la zona comercial.

Carcomidas por la humedad, aún se pueden apreciar viviendas que conservan la pintura original. Foto Cortesía

El templo

En 1713, la zona era llamada el “Lugar de las Ocho Cuevas”, ya para 1820 se habla de Aranzazú del Cobre, de las minas de San Antonio, del Jaime, de San Carlos y de San Eligio, que fueron quienes empezaron a dar vida en el lugar.

Gracias a ello y a los primeros inmigrantes, que eran españoles, ingleses, irlandeses, franceses, que llegaron con su fe, que era la presbiteriana, la protestante y la católica.

Las minas de Jaime, el socavón general, el Placer, San Antonio, San Carlos, San Eligio, La Joya, y las empresas Mazapil Copper Company, Eureka, Peñoles, San Marcos, eran las que le daban vida a este lugar.

El templo actual se empezó a edificar en 1918, pero se suspendió por el conflicto cristero y concluyó su construcción en 1930.

En 1905 llegó al lugar la Virgen de Aranzazú, que hasta la fecha ahí permanece y es una de las diez más antiguas del estado.

Atrás del templo se construyó el colegio San Juan Bosco, entre 1930 y 1940, pero desde que llegaron los primeros pobladores había escuelas.

Eran tiempos en que el auge minero permitía tener planta de luz, había vías férreas que comunicaban a la mina, un cable aéreo, una plaza, un billar, un área de boliche, un patinadero, y también había un hospital en el área de los empleados.

Estaba también el servicio postal, que lo daban tres burros que traían todas las cartas y paquetes para Aranzazú, Providencia, Salaverna y Mazapil.

En 1972 empieza la debacle de Aranzazú y culmina en 1980.

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Tres habitantes

Hoy, en Aranzazú sólo hay tres habitantes, el señor Zavala, el señor Núñez y el señor Ovalle, que no siempre están en el lugar.

Carcomidas por la humedad, aún se pueden apreciar viviendas que conservan la pintura original, y el diseño de sus construcciones, en las puertas de madera, en las ventanas.

Los caminos también son los de aquella época de bonanza, hechos de calles empedradas.

El poblado de Aranzazú se desarrolló durante el auge minero, allá por 1890 y 1930, que fueron 40 años de bonanza en la que había pago a los mineros en monedas de oro y plata.

Mucho del deterioro de las casas es porque hay gente que llega y cree que aún hay minerales y ha destruido una parte del lugar.

La primera bonanza se da gracias a los grandes inversionistas españoles, norteamericanos, ingleses e irlandeses.

Ahí se edificó la gran compañía de un irlandés que se llamó Guillermo Pourcell, que recibió una concesión por parte del presidente Porfirio Díaz y gracias a eso llegó el ferrocarril a Concepción del Oro, para bajar todo lo que se sacaba de la mina.

Hay en el lugar piletas de alrededor de 1925, donde llegaba el agua a la región.

Al terminarse el mineral y entrar a una época de recesión, muchos de sus habitantes empezaron a emigrar, principalmente buscando el “sueño americano” en Estados Unidos, otros se quedaron en los poblados cercanos, pero ya no regresaron.

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Las leyendas

El panteón del lugar muestra el abandono, hay tumbas de finales del siglo XIX y principios de 1900, algunas de las cuales fueron abiertas por el inexorable paso del tiempo, ruinas de piedras y cruces de metal que aún protegen los cuerpos de sus habitantes.

En algunos casos, las lápidas y cruces de madera carcomidas aún permiten ver que había una mortalidad alta en menores de edad.

Entre las leyendas de los pobladores del lugar, se dice que en la punta del cerro del Temeroso sobrevuela un ovni y que la vegetación queda marcada por la nave.

También se dice que, al anochecer, se escucha un trotar de caballos y cadenas que son arrastradas, además de que se reflejan luces que provienen de lugares desconocidos.



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Zacatecas.- Cuando se acabó el oro, se acabó la vida. Hoy, en Aranzazú del Cobre la huella del tiempo ha dejado sólo tres habitantes.

A siete kilómetros de la cabecera municipal de Concepción del Oro, municipio enclavado en el semidesierto zacatecano, el lugar está rodeado por el cerro del Hundido y a un costado del cerro del Temeroso, que inertes vigilan el paso del tiempo en la región.

En el pueblo aún se puede ver el antiguo templo de la Virgen de Aranzazú (figura que al parecer fue traída desde España), construido hace poco más de 100 años, y que cada 8 de septiembre recibe algunos visitantes, descendientes de las familias que allí habitaron, quienes llegan al lugar desde uno o dos días antes y acampan en espera del día de la celebración.

Devorados por el tiempo, en el lugar quedaron las ruinas de otros edificios, el teatro La Paz, que también funcionaba como cine, y hasta un boliche, cuyos habitantes son hoy la fauna y la flora de la región.

Hace alrededor de 130 años, Aranzazú era un próspero pueblo minero donde se extraía oro, plata, cobre y zinc, minerales extraídos por extranjeros, principalmente europeos que, en cuanto vieron que no había más, simplemente dejaron el lugar en el abandono.

Las minas hoy son simples entradas al fondo de la tierra, testimonios de lo que la mano del hombre deja a su paso.

Aún se mantiene el socavón principal de la antigua mina, un arco denominado la “Puerta del cielo”, que toma su nombre por la altitud a la que se encuentra, 2 mil 540 metros sobre el nivel del mar, en medio de los cerros.

Cuenta el cronista de Concepción del Oro, Maurino Torres Leos, que allá por los años 1880, el lugar era símbolo de la abundancia, en las entrañas de la tierra había oro, plata y cobre.

Fue una época entre 1975 y 1980 en que se fueron las últimas familias del lugar, porque tenían que llegar a Concepción del Oro, donde estaban los insumos.

Aranzazú tuvo dos épocas de auge, una donde alcanzó los casi 2 mil 800 habitantes entre las tres áreas habitacionales que conformaban el poblado.

En el área principal de Aranzazú estaba el centro de fe, dentro de las áreas educativas del colegio San Juan Bosco, había dos escuelas particulares y una de gobierno.

Había calles donde se encontraban los mejores comercios y donde vendían lo que era común para vivir bien en esta área.

En otro lado estaba el barrio de arriba, que era “El Cobre”, donde estaba el núcleo poblacional, donde la vida era más alegre.

Estaba también el barrio del “Nueve”, que era el barrio de abajo y la entrada principal hacia Aranzazú, la zona comercial.

Carcomidas por la humedad, aún se pueden apreciar viviendas que conservan la pintura original. Foto Cortesía

El templo

En 1713, la zona era llamada el “Lugar de las Ocho Cuevas”, ya para 1820 se habla de Aranzazú del Cobre, de las minas de San Antonio, del Jaime, de San Carlos y de San Eligio, que fueron quienes empezaron a dar vida en el lugar.

Gracias a ello y a los primeros inmigrantes, que eran españoles, ingleses, irlandeses, franceses, que llegaron con su fe, que era la presbiteriana, la protestante y la católica.

Las minas de Jaime, el socavón general, el Placer, San Antonio, San Carlos, San Eligio, La Joya, y las empresas Mazapil Copper Company, Eureka, Peñoles, San Marcos, eran las que le daban vida a este lugar.

El templo actual se empezó a edificar en 1918, pero se suspendió por el conflicto cristero y concluyó su construcción en 1930.

En 1905 llegó al lugar la Virgen de Aranzazú, que hasta la fecha ahí permanece y es una de las diez más antiguas del estado.

Atrás del templo se construyó el colegio San Juan Bosco, entre 1930 y 1940, pero desde que llegaron los primeros pobladores había escuelas.

Eran tiempos en que el auge minero permitía tener planta de luz, había vías férreas que comunicaban a la mina, un cable aéreo, una plaza, un billar, un área de boliche, un patinadero, y también había un hospital en el área de los empleados.

Estaba también el servicio postal, que lo daban tres burros que traían todas las cartas y paquetes para Aranzazú, Providencia, Salaverna y Mazapil.

En 1972 empieza la debacle de Aranzazú y culmina en 1980.

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Tres habitantes

Hoy, en Aranzazú sólo hay tres habitantes, el señor Zavala, el señor Núñez y el señor Ovalle, que no siempre están en el lugar.

Carcomidas por la humedad, aún se pueden apreciar viviendas que conservan la pintura original, y el diseño de sus construcciones, en las puertas de madera, en las ventanas.

Los caminos también son los de aquella época de bonanza, hechos de calles empedradas.

El poblado de Aranzazú se desarrolló durante el auge minero, allá por 1890 y 1930, que fueron 40 años de bonanza en la que había pago a los mineros en monedas de oro y plata.

Mucho del deterioro de las casas es porque hay gente que llega y cree que aún hay minerales y ha destruido una parte del lugar.

La primera bonanza se da gracias a los grandes inversionistas españoles, norteamericanos, ingleses e irlandeses.

Ahí se edificó la gran compañía de un irlandés que se llamó Guillermo Pourcell, que recibió una concesión por parte del presidente Porfirio Díaz y gracias a eso llegó el ferrocarril a Concepción del Oro, para bajar todo lo que se sacaba de la mina.

Hay en el lugar piletas de alrededor de 1925, donde llegaba el agua a la región.

Al terminarse el mineral y entrar a una época de recesión, muchos de sus habitantes empezaron a emigrar, principalmente buscando el “sueño americano” en Estados Unidos, otros se quedaron en los poblados cercanos, pero ya no regresaron.

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El panteón del lugar muestra el abandono, hay tumbas de finales del siglo XIX y principios de 1900, algunas de las cuales fueron abiertas por el inexorable paso del tiempo, ruinas de piedras y cruces de metal que aún protegen los cuerpos de sus habitantes.

En algunos casos, las lápidas y cruces de madera carcomidas aún permiten ver que había una mortalidad alta en menores de edad.

Entre las leyendas de los pobladores del lugar, se dice que en la punta del cerro del Temeroso sobrevuela un ovni y que la vegetación queda marcada por la nave.

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