/ jueves 24 de febrero de 2022

#SOY | Alda Fendi, una rebelde del arte

Tras una vida entre patrones, la mujer vendió sus acciones de  la firma y se lanzó al mecenazgo del arte, asegurando que la gente debe tener acceso gratuito a él

Hace dos décadas, Alda Fendi vendió todas sus acciones de la firma de moda que lleva su apellido para dedicarse al mecenazgo desde su galería de Roma, a la que se entró sin pagar:

“La gente debe poder acceder al arte gratis, es democracia”, comenta a la agencia Efe, tras unas vistosas gafas de sol a las que nunca renuncia.

Lee también: Gabriel Sánchez Viveros experimenta el arte sin etiquetas

“Me llaman la mecenas rebelde porque nunca hago pagar la entrada”, cuenta entre risas esta mujer entusiasta, sentada en un brocal de piedra conservado en la Galería Rhinoceros, la sala expositiva que gestiona en el centro de Roma.

Alda, de 81 años, es la menor de las cinco hermanas Fendi -Paola, Anna, Franca y Carla- que catapultaron tras la Segunda Guerra Mundial la peletería heredada de sus padres, Adele Casagrande y Edoardo Fendi, abierta en 1918 en la céntrica Vía del Plebiscito.

Pero la firma debe su fama mundial a estas cinco mujeres. No en vano el que fuera su creativo durante varias décadas, Karl Lagerfeld, las retrató en uno de sus bocetos como “los cinco dedos de la mano”.

“Pasar cincuenta años con él, fue un sueño que jamás olvidaré”, promete bajo un voluminoso abrigo amarillo y parapetada tras unas gafas de sol de pasta azul con forma de aleta de pez.

Sin embargo, tras una vida entre patrones, Alda vendió en 2001 sus acciones de la sociedad de la familia, comprada por el conglomerado francés LVMH, y se lanzó al mecenazgo del arte.

Así creó la Fundación Alda Fendi-Esperimenti, una institución sin ánimo de lucro con la que, junto a sus hijas Giovanna y Alessia, entre otros, sostiene la experimentación artística.

“Desde ese momento decidí dedicarme al arte y pensé que estos experimentos debían estar en Roma pero también ir por el mundo porque son vanguardistas, nunca banales, una forma de arte muy intelectual y teatral”.

En 2018 inauguró la Galería Rhinoceros, un espacio de cultura distribuido en un edificio centenario de 3 mil 500 metros cuadrados rehabilitado por el famoso arquitecto Jean Nouvel y que cuenta también con 25 habitaciones de hotel, restaurante y bar.

El bastión de la “Signora”, amiga de Federico Fellini, Luchino Visconti, Gregory Peck o Meryl Streep, se alza en los orígenes de su ciudad, el Foro Boario, al pie del Palatino, donde la leyenda sitúa el hallazgo de los gemelos Rómulo y Remo a orillas del río Tíber.

“Nuestra ambición es que el arte parta de este edificio a todo el mundo de una forma nueva, no en el modo institucional en el que lo hacen todos”, apunta la empresaria, que vive a caballo con París, precisamente en una casa que fue de Jean-Paul Sartre.

Tal es así que, por su labor de mecenazgo, ha sido condecorada como Comendadora de la República italiana y con la Legión de Honor francesa.

En los últimos tres años su Galería ha alcanzado un acuerdo con el Hermitage de San Petersburgo para exponer obras maestras como el lienzo de los santos Pedro y Pablo de El Greco, la escultura “El adolescente” de Miguel Ángel y, por último, el retrato de una “joven mujer” pintado por Pablo Picasso en 1909.

Las tres piezas centraron sus respectivas muestras a las que por supuesto se entraba sin pagar.

“Yo no necesito ningún beneficio comercial y esto es algo bello que me hace sentir muy libre. De hecho volvería a invertir todo lo invertido en arte, jamás me he arrepentido”, sostiene.

Aunque también se dedica a mimar el inmenso patrimonio de la ciudad que la vio nacer. En estos años, por ejemplo, financió la excavación de la Basílica Ulpia, en el foro de Trajano, e iluminó con luces del oscarizado Vittorio Storaro el impresionante Arco de Jano, frente a su Galería.

De hecho, explica que la superintendencia para la Cultura de Roma les ha confiado el cuidado de este Arco cuádruple en mármol para celebrar “eventos y experimentos culturales”.

“El arte nunca debe sufrir los recortes del Estado. Está claro que el Estado debe pensar en que las personas coman, pero después debe entender que el arte es como otro pan sin el cual no se puede vivir”, sostiene.

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Por eso, considera que el apoyo también es responsabilidad del sector privado, aunque los empresarios cada vez vean con menos buenos ojos soltar dinero para los artistas.

“Tenemos el deber preciso de sostener el arte, también privadamente, aunque cada vez es más difícil porque se echan para atrás, tienen problemas. De hecho me he quedado sola, me siento un bicho raro, todos me dicen que estoy loca por invertir en arte”, asegura.

Para después prometer con una sonrisa en el rostro que parece perenne: “Yo seguiré adelante igualmente”, puntualiza.

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Hace dos décadas, Alda Fendi vendió todas sus acciones de la firma de moda que lleva su apellido para dedicarse al mecenazgo desde su galería de Roma, a la que se entró sin pagar:

“La gente debe poder acceder al arte gratis, es democracia”, comenta a la agencia Efe, tras unas vistosas gafas de sol a las que nunca renuncia.

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“Me llaman la mecenas rebelde porque nunca hago pagar la entrada”, cuenta entre risas esta mujer entusiasta, sentada en un brocal de piedra conservado en la Galería Rhinoceros, la sala expositiva que gestiona en el centro de Roma.

Alda, de 81 años, es la menor de las cinco hermanas Fendi -Paola, Anna, Franca y Carla- que catapultaron tras la Segunda Guerra Mundial la peletería heredada de sus padres, Adele Casagrande y Edoardo Fendi, abierta en 1918 en la céntrica Vía del Plebiscito.

Pero la firma debe su fama mundial a estas cinco mujeres. No en vano el que fuera su creativo durante varias décadas, Karl Lagerfeld, las retrató en uno de sus bocetos como “los cinco dedos de la mano”.

“Pasar cincuenta años con él, fue un sueño que jamás olvidaré”, promete bajo un voluminoso abrigo amarillo y parapetada tras unas gafas de sol de pasta azul con forma de aleta de pez.

Sin embargo, tras una vida entre patrones, Alda vendió en 2001 sus acciones de la sociedad de la familia, comprada por el conglomerado francés LVMH, y se lanzó al mecenazgo del arte.

Así creó la Fundación Alda Fendi-Esperimenti, una institución sin ánimo de lucro con la que, junto a sus hijas Giovanna y Alessia, entre otros, sostiene la experimentación artística.

“Desde ese momento decidí dedicarme al arte y pensé que estos experimentos debían estar en Roma pero también ir por el mundo porque son vanguardistas, nunca banales, una forma de arte muy intelectual y teatral”.

En 2018 inauguró la Galería Rhinoceros, un espacio de cultura distribuido en un edificio centenario de 3 mil 500 metros cuadrados rehabilitado por el famoso arquitecto Jean Nouvel y que cuenta también con 25 habitaciones de hotel, restaurante y bar.

El bastión de la “Signora”, amiga de Federico Fellini, Luchino Visconti, Gregory Peck o Meryl Streep, se alza en los orígenes de su ciudad, el Foro Boario, al pie del Palatino, donde la leyenda sitúa el hallazgo de los gemelos Rómulo y Remo a orillas del río Tíber.

“Nuestra ambición es que el arte parta de este edificio a todo el mundo de una forma nueva, no en el modo institucional en el que lo hacen todos”, apunta la empresaria, que vive a caballo con París, precisamente en una casa que fue de Jean-Paul Sartre.

Tal es así que, por su labor de mecenazgo, ha sido condecorada como Comendadora de la República italiana y con la Legión de Honor francesa.

En los últimos tres años su Galería ha alcanzado un acuerdo con el Hermitage de San Petersburgo para exponer obras maestras como el lienzo de los santos Pedro y Pablo de El Greco, la escultura “El adolescente” de Miguel Ángel y, por último, el retrato de una “joven mujer” pintado por Pablo Picasso en 1909.

Las tres piezas centraron sus respectivas muestras a las que por supuesto se entraba sin pagar.

“Yo no necesito ningún beneficio comercial y esto es algo bello que me hace sentir muy libre. De hecho volvería a invertir todo lo invertido en arte, jamás me he arrepentido”, sostiene.

Aunque también se dedica a mimar el inmenso patrimonio de la ciudad que la vio nacer. En estos años, por ejemplo, financió la excavación de la Basílica Ulpia, en el foro de Trajano, e iluminó con luces del oscarizado Vittorio Storaro el impresionante Arco de Jano, frente a su Galería.

De hecho, explica que la superintendencia para la Cultura de Roma les ha confiado el cuidado de este Arco cuádruple en mármol para celebrar “eventos y experimentos culturales”.

“El arte nunca debe sufrir los recortes del Estado. Está claro que el Estado debe pensar en que las personas coman, pero después debe entender que el arte es como otro pan sin el cual no se puede vivir”, sostiene.

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Por eso, considera que el apoyo también es responsabilidad del sector privado, aunque los empresarios cada vez vean con menos buenos ojos soltar dinero para los artistas.

“Tenemos el deber preciso de sostener el arte, también privadamente, aunque cada vez es más difícil porque se echan para atrás, tienen problemas. De hecho me he quedado sola, me siento un bicho raro, todos me dicen que estoy loca por invertir en arte”, asegura.

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