/ martes 14 de noviembre de 2017

Frágil situación de Theresa May en el poder británico

Un grupo de diputados tories está cerca de lograr el mínimo necesario de 48 votos para reclamar su renuncia y designar un sucesor en el cargo

PARIS, Francia – La situación de la primera ministra británica Theresa May se torna insostenible y tanto los diputados conservadores como los analistas políticos piensan que no podrá mantenerse mucho más tiempo en el poder.

 

Un grupo de diputados tories está cerca de lograr el mínimo necesario de 48 votos para reclamar su renuncia y designar un sucesor en el cargo de primer ministro sin necesidad de convocar a nuevas elecciones legislativas.

 

Sus dificultades se agravaron después del congreso anual del Partido Conservador, realizado a principios de octubre en Manchester. Además de un ataque de tos y una abrupta extinción de voz que le impidió imprimir la energía que deseaba imprimir a su discurso, fue víctima de una farsa grotesca que la ridiculizó en público: un actor le entregó una falsa renuncia supuestamente firmada por su rival, el canciller Boris Johnson. Para colmo de males, un decorado del escenario se derrumbó en un momento culminante de su discurso.

 

Esa serie de desaventuras transmitidas en directo por las cámaras de televisión fueron interpretadas como símbolo de su inestabilidad al frente de un partido que perdió por completo la confianza en su liderazgo, conspira a sus espaldas y comienza a prepararse para elegir al sucesor.

 

Ridiculizada en permanencia por la indisciplina de sus ministros, en los últimos días Theresa May sufrió otros dos golpes duros que contribuyeron a fragilizar su posición. El primero fue la renuncia de un peso pesado de su gobierno, el ministro de Defensa, Michael Fallon, que cayó víctima del vendaval de denuncias por acoso sexual que azota al mundo occidental: Fallon fue acusado de haber acariciado la rodilla de una periodista durante una cena del Partido Conservador en 2014. Una semana después, la ministra (secretaria) de Desarrollo Internacional, Priti Patel, debió renunciar por haberse reunido con el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu y otros dirigentes de alto nivel sin informar al Foreign Office.

 

 Durante su visita, visitó la meseta del Golán y a su regreso emprendió un intenso lobbying para usar parte del presupuesto británico de ayuda internacional en beneficio de las fuerzas armadas israelíes.

 

Mientras tanto, el canciller Boris Johnson multiplica las provocaciones para mostrarse como el campeón del Brexit (salida británica de la Unión Europea). El domingo pasado, el líder laborista Jeremy Corbyn reclamó su renuncia: “Desde hace tiempo, su incompetencia puso a nuestro país en situación incómoda y penalizante”, escribió en el periódico The Observer.

 

Theresa May no se resigna a destituirlo por temor al daño que podría provocar afuera del gobierno.

 

Su último dolor de cabeza  —que finalmente puede costarle el poder—  son las negociaciones sobre el Brexit. El jefe negociador jefe de la UE, Michel Barnier, impuso a Gran Bretaña un ultimátum de dos semanas para que dé a conocer las “precisiones vitales” sobre los “compromisos financieros” que está dispuesta a asumir en el marco de su separación de Europa.

 

Barnier afirmó que no habrá negociaciones sobre el comercio con Europa después del Brexit  —que constituye la principal reivindicación de la primera ministra—  hasta que Londres acepte un acuerdo sobre el monto final, que debe oscilar en unos 65 mil millones de dólares.

 

Las autoridades de Bruselas sostienen en secreto que la caída de Theresa May es inminente y que  —en todo caso—  no permanecerá en el poder más allá de fin de año, pero igual adoptaron un “plan de contingencia” para hacer frente a “toda eventualidad”.

 

Por el momento, los tories rebeldes no se atreven a intensificar su presión sobre la primera ministra por temor a quedar en minoría en el Parlamento. Esa situación obligaría a llamar a nuevas elecciones legislativas anticipadas apenas seis meses después de la consulta del 8 de junio pasado, en la cual los conservadores perdieron 13 escaños y debieron pactar con los unionistas de Irlanda del Norte para mantener la mayoría en la Cámara de los Comunes. En las actuales circunstancias, un nuevo duelo en las urnas terminaría  —en forma casi inevitable—  con una victoria laborista.

PARIS, Francia – La situación de la primera ministra británica Theresa May se torna insostenible y tanto los diputados conservadores como los analistas políticos piensan que no podrá mantenerse mucho más tiempo en el poder.

 

Un grupo de diputados tories está cerca de lograr el mínimo necesario de 48 votos para reclamar su renuncia y designar un sucesor en el cargo de primer ministro sin necesidad de convocar a nuevas elecciones legislativas.

 

Sus dificultades se agravaron después del congreso anual del Partido Conservador, realizado a principios de octubre en Manchester. Además de un ataque de tos y una abrupta extinción de voz que le impidió imprimir la energía que deseaba imprimir a su discurso, fue víctima de una farsa grotesca que la ridiculizó en público: un actor le entregó una falsa renuncia supuestamente firmada por su rival, el canciller Boris Johnson. Para colmo de males, un decorado del escenario se derrumbó en un momento culminante de su discurso.

 

Esa serie de desaventuras transmitidas en directo por las cámaras de televisión fueron interpretadas como símbolo de su inestabilidad al frente de un partido que perdió por completo la confianza en su liderazgo, conspira a sus espaldas y comienza a prepararse para elegir al sucesor.

 

Ridiculizada en permanencia por la indisciplina de sus ministros, en los últimos días Theresa May sufrió otros dos golpes duros que contribuyeron a fragilizar su posición. El primero fue la renuncia de un peso pesado de su gobierno, el ministro de Defensa, Michael Fallon, que cayó víctima del vendaval de denuncias por acoso sexual que azota al mundo occidental: Fallon fue acusado de haber acariciado la rodilla de una periodista durante una cena del Partido Conservador en 2014. Una semana después, la ministra (secretaria) de Desarrollo Internacional, Priti Patel, debió renunciar por haberse reunido con el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu y otros dirigentes de alto nivel sin informar al Foreign Office.

 

 Durante su visita, visitó la meseta del Golán y a su regreso emprendió un intenso lobbying para usar parte del presupuesto británico de ayuda internacional en beneficio de las fuerzas armadas israelíes.

 

Mientras tanto, el canciller Boris Johnson multiplica las provocaciones para mostrarse como el campeón del Brexit (salida británica de la Unión Europea). El domingo pasado, el líder laborista Jeremy Corbyn reclamó su renuncia: “Desde hace tiempo, su incompetencia puso a nuestro país en situación incómoda y penalizante”, escribió en el periódico The Observer.

 

Theresa May no se resigna a destituirlo por temor al daño que podría provocar afuera del gobierno.

 

Su último dolor de cabeza  —que finalmente puede costarle el poder—  son las negociaciones sobre el Brexit. El jefe negociador jefe de la UE, Michel Barnier, impuso a Gran Bretaña un ultimátum de dos semanas para que dé a conocer las “precisiones vitales” sobre los “compromisos financieros” que está dispuesta a asumir en el marco de su separación de Europa.

 

Barnier afirmó que no habrá negociaciones sobre el comercio con Europa después del Brexit  —que constituye la principal reivindicación de la primera ministra—  hasta que Londres acepte un acuerdo sobre el monto final, que debe oscilar en unos 65 mil millones de dólares.

 

Las autoridades de Bruselas sostienen en secreto que la caída de Theresa May es inminente y que  —en todo caso—  no permanecerá en el poder más allá de fin de año, pero igual adoptaron un “plan de contingencia” para hacer frente a “toda eventualidad”.

 

Por el momento, los tories rebeldes no se atreven a intensificar su presión sobre la primera ministra por temor a quedar en minoría en el Parlamento. Esa situación obligaría a llamar a nuevas elecciones legislativas anticipadas apenas seis meses después de la consulta del 8 de junio pasado, en la cual los conservadores perdieron 13 escaños y debieron pactar con los unionistas de Irlanda del Norte para mantener la mayoría en la Cámara de los Comunes. En las actuales circunstancias, un nuevo duelo en las urnas terminaría  —en forma casi inevitable—  con una victoria laborista.

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