CELAYA, Gto.- (OEM-Informex).- Para la joven enfermera Rosa María Ávalos Lucero, su amor y compromiso por su profesión está íntimamente ligado con un hecho familiar que marcó su vida: apenas tenía 17 años de edad cuando decidió donar su riñón a su hermano, a quien le salvó la vida; pero además, gracias al cuidado de por vida, tanto del hermano como el de ella, le hicieron valorar la carrera de enfermera como una de las más noble de la humanidad.
La enfermera Rosa María Ávalos nació en Celaya, ha vivido siempre en la colonia Las Insurgentes, en donde estudió en la primaria “Revolución”; la secundaria la cursó en la escuela “Lázaro Cárdenas”, de San Miguel Octopan; para continuar en el CBTis 198, de Ciudad Industrial y estudió la licenciatura en el Centro Médico Quirúrgico.
Desde un principio decidí estudiar Enfermería porque es una carrera plenamente humanista. Pero para mí no es una carrera, sino una inspiración de vida; no es una profesión, sino es la oportunidad de servir a los demás; la Enfermería significa respeto a la vida, siempre bajo dos principios: la prevención y la promoción del constante cuidadoRosa María Ávalos
Comentó que su mayor satisfacción como enfermera, es cuando la gente sale del hospital con una sonrisa de alivio, pero sobre todo cuando le dicen gracias.
“La palabra “gracias” que los pacientes dan a las enfermeras es como el alimento especial para fortalecer el espíritu de quien tenemos que estar día y noche al pie de la cama de un enfermo”, comentó la joven que está realizando una Maestría en Salud Pública por especialistas de Tamaulipas, que acuden cada fin de semana para impartir las clases a un grupo de 20 enfermeras.
Agregó que la carrera de Enfermería es también una bendición, porque se ejerce con el don del amor al prójimo, y porque sólo viéndolo de esa manera se puede tener toda la paciencia del mundo para ayudar a los demás.
“Ser enfermera es un acto de amor a la vida”, expuso y después contó la historia de un hombre de más de 70 años de edad que desde la colonia Lagos camina hasta la unidad médica de la calle Jiménez en donde trabaja desde el 2014, para darle las gracias por salvarle el pie que iba a perder, pero que recuperó gracias a los cuidados que ofreció durante meses.
Don Rito estaba desahuciado, seguro de que iba a perder su pie, y cuando llegó a la clínica, la enfermera Rasa María sabía que iba a ser largo el tratamiento, pero de seguirlo el mismo paciente, con la ayuda de la familia, iba a recuperar su pie y caminar de nuevo.
Después de un año de tratamiento, don Rito celebra todos los días el amor a la vida, no sólo con caminar, que le permite disfrutar cada espacio que recorre, sino visitando una vez al mes a la enfermera Rosa María Ávalos para ofrecerle la más sagrada ofrenda del alma que un ser humano puede entregar: la palabra “gracias”.