CELAYA, Gto.- El poeta Juan Manuel Ramírez Palomares se distingue por una sensibilidad profunda para plasmar las emociones y una mirada lúdica, y divertida que revela lo extraordinario en lo ordinario y lo cotidiano en lo fantástico, dijo la poeta y cuentista de literatura infantil Alicia Molina, en la presentación de la más reciente publicación del libro de poesía Saltimbanquis de poeta Palomares.
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“Otro aspecto que me encanta de la obra de Palomares es su atención al detalle y su capacidad de capturar la belleza de los actos más simples. Me cautiva también la forma como fluyen sus poemas con una cadencia y un ritmo que resuenan en mi interior mucho después de haber cerrado el libro”, dijo la autora de La marca indeleble.
Agrega que los libros de Palomares no sólo encienden las cosas, sino que a través de su color llena de significado las imágenes, tiene además una capacidad extraordinaria de dar ritmo y movimiento de danzantes a sus personajes y de mostrarnos las metáforas como imágenes que se funden.
“Saltimbanquis me atrapó desde el título. Es una palabra bailarina que actúa su nombre: salta de un lado a otro, nos hace volar. El libro contiene la emoción sorprendente, hoy añorada con nostalgia de una visita al circo. Explosión de colores, emociones, movimiento y magia. Todo junto, con un ritmo inimitable, que nos lleva de un verso a otro y nos deja quietos, admirando la sincronía. Yo también anticipe con temor, “como una lluvia que arrecia, el tambor marca el suspenso”, mientras veía a los acróbatas”, dijo en el patio de la Casa de la Cultura, pero en eso las gruesas gotas de lluvia reventaron al caer sobre las páginas del colorido libro, porque, los poetas interpretaron, el agua del ciego gusta de espectáculos de circo.
Dentro de la sala Hermilo Novelo, se dijo que, en los poemas dedicados a los animales, el acento está puesto en los sentimientos. Del elefante nos dice que “su suerte y su gracia son tener esa mirada de muchacha enamorada.
“Las focas con voz que sugiere llanto, juegan a estar alegres mientras recuerda su pasado de sirena. El león que salta en el círculo de fuego se confunde dorado, ágil, con el corazón de la flama. Se cierra el telón, pero “la fiesta no termina para quienes saben andar de puntas sobre los hilos de la lluvia”, termina y en el patio se escucha caer a cántaros el cielo que también quiere escuchar poesía.
EL POETA SALVADOR
Después, el poeta Salvador Pérez Melesio toma la palabra y se dirige al amigo y colega de palabras con soltura en ritmos y metáforas: cuando recibí la visita de Juan Manuel, de inmediato capturó mi atención un hermoso libro que después me obsequiaría. Al instante pensé en mis nietas y en la alegría que experimentarían al tener ese ejemplar. Así que le pedí a Juan Manuel otro para mis nietas.
“Aún tengo en mi memoria el registro del brillo de los ojos de Pau, una de ellas, al recibir el libro que le robaría la atención y maravillada cruzaba el umbral de la carpa trashumante donde habitan los Saltimbanquis”, dijo mientras Palomares levantaba su libro para dar a florecer tanto color en las ilustraciones.
En el análisis, Salvador Pérez dijo que Juan Manuel siempre ha sido un artista muy discreto, es decir, no hace alarde de su condición de poeta. “Es un autor que no escribe para agradar a nadie más que no sea su apremiante necesidad de hacer poesía. Y con ese bajo perfil en el mundo de las letras, en el 2018 Ediciones la Rana, publicó Obra reunida 1976-2016, un volumen de casi 500 páginas con su poesía escrita hasta el 2016”.
En el marco de la Feria Nacional del Libro que sólo organizó la escritora Macaria España, Salvador explicó que a través de la poesía de Juan Manuel se encuentra que las cosas sencillas de la vida, los problemas del hombre y los conflictos existenciales son melodías que acompañan, pero se desconocen.
“La poesía de Juan Manuel es la música de fondo de mi existencia, quizá sea la razón por la que me identifico y agrada. Sus versos son habitantes de mi vida desde antes de que fueran escritos. Sus palabras son tan mías que confundo sus poemas con el diario en el que guardo cada gramo de dolor, escondo pedacitos de luz, escribo en mayúsculas sostenidas que Artemisa es la única patria de mi corazón y que en el viento del sur cabalgan los sueños montados en los corceles de la plenitud; y, es el íntimo santuario donde dialogo con Dios”, dijo de poeta a poeta.
Agregó que en Saltimbanquis, Juan Manuel, saca de su chistera serpentinas de palabras para hacer de los versos el acto principal de la función. “Los versos son el planeta vagabundo girando alrededor del poeta y el poeta nombra las cosas tocando con su varita mágica la imaginación”.
Después dio lectura al texto El planeta vagabundo: Llegas al planeta vagabundo con sus habitantes naíf cuando la función está por comenzar, el importe del boleto de entrada es dejar en la taquilla el lastre de los años y volver al niño que fuiste para mirar El espectáculo más grande del mundo con los ojos del asombro y la nostalgia porque “Muchos años después, frente al pelotón de los animalistas y lo políticamente correcto, habías de recordar aquella remota tarde en que tu padre te llevó a conocer los elefantes, las focas y los leones En esa mitad de luz aserrín y confitura/ la selva tiene reja y el valiente usa bigote/. En el planeta vagabundo los Saltimbanquis son los destellos en la carpa, los sueños de tul y su confeti/ la gracia misteriosa de la pirueta/ la risa misericordiosa del payaso. /…un señor de lengua alrevesada…un polichinela/ solemne y gracioso…Vuelan/ giran/ y vuelven/ planetas diminutos/ rehiletes sin cansancio/ detrás de ellos los ojos/ como un colibrí volando/.
Pérez Melesio continuó: Ilumina tu corazón de un niño distraído la poesía del color y de las formas. Primero dialogas con el arcoíris fragmentado entre los habitantes del planeta vagabundo; llegaste a él seducido por sus colores que llaman, bailan, huelen, suenan, saben, gritan, brincan, cantan; En medio del óvalo cabe la dicha y también el sol escondido en la cuarta de forros y la luna tras la chistera; el último día donde embarcó tu infancia sin despedirse, llevándose tu mundo de plastilina.
“De plastilina el aplauso de las focas, gotas azules de tinta/ con su cuerpo de garabato; de plastilina el conjuro del mago, de plastilina también el truco nacido de sus manos; De plastilina el algodón de azúcar y su afán de convertirse en nube, como el adulto que anhela regresar a su niñez en las noches de invierno; de plastilina la caravana y el camino donde La vereda guía/ el paso de los vagones/ llenos de color/ con una fiesta dentro. De plastilina la voz de metal y los tambores. De plastilina la oquedad de las ausencias, de plastilina también el sur donde viven mis sueños y el cielo donde Dios sonríe los domingos, Aquí la fiesta no termina/ inicia/ para el que sabe/ andar de puntas sobre los hilos de la lluvia”, concluyó, apareció un mago y desvaneció el evento, cuando para entonces la lluvia también se había ido.
