CELAYA, Gto. (OEM-Informex).- En un estrecho patio de la antigua casa 127 en la calle Galeana, se encuentra olvidado un mural de 10 metros de largo y 4 por ancho, alegórico a las injusticias del gobierno mexicano hacia los hombres del campo.
La obra, que carece de firma y de fecha en que fue realizada, pasa desapercibido para la mayoría de la gente que camina por la calle Galeana, pero quien habita la vivienda, don Gerardo Ávila, asegura que el mural no está terminado, y fue hecho a principios del 2003, según recuerda.
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“Una vez, hace un año, Luis Garcidueñas, famoso pintor oriundo de Celaya, se topó la obra y estuvo mucho tiempo parado frente a ella, ratos frente a una imagen y otros ratos en otra imagen. Al final, sonriendo, dijo que el mural era excelente, lástima que no tuviera el nombre del autor, y agregó que era una obra como un niño abandonado que nadie reclama”, comentó también con tristeza.
Con varias pistas, como nombres de ciudades, murales semejantes, finalmente se logró dar con el autor: Jorge López Medina, también autor de los murales de la presidencia municipal de Acámbaro.
En entrevista, dijo que la obra fue ordenada a inicios del 2003 por Francisco Escobar Osornio, líder de la Unión Campesina Democrática, pero hubo problemas financieros y la obra quedó inconclusa, sin firma incluso, porque en ese tiempo no tenía en dónde vivir en Celaya, sino que se quedaba a dormir en sillones en las oficinas de la UCD.
“Llegó el momento en que ya no había dinero y tuve que regresar a Acámbaro, mi tierra natal. Después fui a España a realizar otras obras, pero ya no me llamaron para terminar el mural de la calle Galeana”, comentó el artista con la esperanza de que alguien contribuya para terminar la obra y se exponga en un lugar más visible.
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Jorge López Medina dijo que la obra hecha con la técnica de acrílico sobre tela y sobre madera, es una clara postura crítica del campo mexicano, no sólo del siglo pasado, sino de la actualidad.
“La primera parte de la obra tiene relación directa con la explotación de los campesinos; hay un burócrata y un acaparador sobre un campesino crucificado en la tierra”, narra con la nostalgia de quien recuerda a un amor lejano.
Dice que en otra dimensión del mural, hay un político, como payaso, en una tribuna, prometiendo sueños imposibles, y en sus manos tiene a un par de campesinos disparándose a sí mismos.
También hizo un tratado sobre la manipulación genética, por los productos transgénicos que en ese tiempo empezaba a escucharse y existía en los productores el temor de un trastorno biológico.
“Pinté a un campesino envuelto en fuego, desesperado por la explotación, cansado de tanto fracaso, vencido por la miseria”, cuenta el artista de su obra que mira como quien se aleja un amigo.
De igual forma el mural cuenta la historia de una burócrata acaparando semillas para después revenderlas más caras a la industria, como suele suceder en los actuales días de una prolongada pesadilla para los hombres de temporal.
“Al fondo derecho, al final del pasillo, está la Cámara de Diputados. Un campesino entra con el arado, y pasa entre los asientos del Congreso de la Unión, y los diputados vuelos por los aires”, cuenta y ríe con inocente burla cuando repite que los diputados salen volando.
La obra inconclusa que no merecerá firma del autor sino hasta que haya sido terminado, tiene al fondo a una mujer enseñando a los niños a amar a la madre tierra, y hombres quitando las malas plantas, limpiando la tierra, despejando el campo para que hombres de pueblo la siembren de nuevo, con la esperanza de que en la siguiente cosecha se pueda vivir mejor.