CELAYA, Gto. (OEM-Informex).- “No se ha hecho justicia”, dijo la señora Margarita Ramírez, quien hace 23 años murió su esposo taxista José Antonio Ocampo en la segunda explosión del Domingo Negro, tratando de ayudar a los heridos de la primera detonación.
“No hubo justicia porque hay directivos del municipio que nunca pagaron. A nosotros jamás nos han indemnizado. A Fiscalización no le hicieron nada. Aquí pasábamos y estaba el letrero de que “se venden cohetes” ¿Entonces dónde quedó el castigo a Fiscalización?. No hay justicia”, dijo.
➡️ A 23 años de la mayor tragedia ocurrida en Celaya
José Antonio Ocampo tenía 35 años de edad cuando falleció en el lugar de las explosiones de la calle Antonio Plaza, dejando en orfandad a dos hijos, y que en ese entonces su esposa no contaba con trabajo e inició así un largo peregrinar de escasa ayuda para sacar adelante a sus hijos de entonces seis y once años, y que ayer lunes fueron los encargados de la guitarra y canto para ambientar el Rosario.
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“Los directivos de Taxicel fueron a informarme de la muerte de mi esposo, a eso de las cinco de la tarde, cuando nosotros lo esperábamos las dos para ir a comer a Comonfort, como cada domingo, y como no llegaba, creímos que se había atrasado por tanto trabajo de ese día de congestionamiento de vehículos. Después de las dos inició la angustia, las tres, las cuatro, hasta que a las cinco llegaron los directivos de la empresa me informaron”, comentó la señora Margarita.
Tenía año y medio de taxista en la empresa, y a la señora le comentaron que un compañero taxista le contó que Antonio se había enterado de la tragedia. “Yo no voy, ni que estuviera loco”, dijo el amigo, pero Antonio afirmó que iría para ayudar a la gente, pero al llegar e intentar trasladar a gente, se vino la segunda explosión, en donde falleció en el lugar.
La señora Margarita contó que en ese entonces ella no trabajaba, y de un día a otro se quedó con la responsabilidad de los hijos. “Yo pedí de inmediato ayuda psicológica para mis hijos. Gracias a Dios, la psicóloga me consiguió trabajo de conserje en una escuela y así me fui abriendo paso en la vida para sacar adelante a mis dos hijos”.
Dijo que no la indemnizaron, y sólo les dieron una ayuda de 40 mil pesos, pero con eso se ayudó para un tiempo; después la gente le ayudaba con sopas y otros alimentos, pero se vio en la necesidad de salir adelante sola, porque después el gobierno ya los olvidó a todos los afectados.
“Yo no trabajaba en ese entonces. Me quedé con un niño que entraba a primero de primaria y el otro entraba a primero de secundaria. Sólo el que lo vivió, sabe de lo que hablo. Jamás vamos a olvidar a nuestros difuntos, ni los hijos, la esposa, los parientes jamás olvidarán”, concluyó.