Más de 100 mil personas visitan los panteones en el Día de Muertos

Desde dos semanas antes, se hizo limpia y arreglos en los cementerios municipales, como el norte y sur de la zona urbana, así como en los camposantos en las comunidades

José Sánchez | El Sol del Bajío

  · viernes 3 de noviembre de 2023

Con flores, con oraciones y hasta con música se convivió con los difuntos este Día de Muertos en donde más de 100 personas visitaron los panteones. | Foto: Alfonso Berber | El Sol del Bajío

CELAYA, Gto.- A través del recuerdo, el amor y la nostalgia, los vivos convivieron con los muertos, este 2 de noviembre, más que ningún otro día del año, y fueron más de 100 mil personas las que en familia acudieron a 17 panteones públicos y privados en Celaya.

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Desde dos semanas antes, se hizo limpia y arreglos en los cementerios municipales, como el norte y sur de la zona urbana, así como en los camposantos en las comunidades de San Juan de la Vega, Rincón de Tamayo, San Miguel Octopan, Tenería del Santuario, Ejidal, Puesto, Roque y Juan Martín; dos panteones en las primeras tres comunidades mencionadas y uno en las últimas cinco localidades.

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La historia en cada corazón herido por la partida de un difunto no inició al dar el primer paso dentro del panteón, sino desde que salieron de casa, en familia, parejas e incluso una sola persona, cargando el monedero para las flores que algunos adquirieron en los mercados del centro, y muchos otros a la entrada del camposanto, con precios que en estos días subieron hasta en un 40%, ya que un ramo que a lo largo del año se vende a 100 pesos, por poner un ejemplo, en estos día estaba a 150 y hasta 160 pesos, sin contar que hay ramos con un precio superior a los mil pesos, según el diseño y el tipo de flor y arreglo.

Después de adquirir las flores y llevar en el corazón todos los recuerdos, alegres y tristes, entraron al panteón sin poder evadir a los jóvenes que ofrecen su servicio para llevar agua, limpiar la tumba, quitar tierra, también a precios accesibles o dependiendo el tamaño de voluntad de quien acepta el servicio porque no llevó el bote o la cubeta para poner agua a las macetas de concreto blanco en las tumbas, o macetas improvisadas en botes de lámina.


Miles de personas acudieron a los distintos panteones públicos y privados este 2 de noviembre, Día de Muertos, para honrar a los difuntos por medio de los mejores recuerdos, de flores, de oraciones, de lágrimas. | Foto: Alfonso Berber | El Sol del Bajío


Como cuando se limpia la casa en familia, cada uno con un quehacer determinado, en la tumba se repite el trabajo en equipo, y unos limpian la cruz con un trapo, otros la lápida, otros más cambian las flores secas que hace un par de meses dejaron, por flores resplandecientes de color y ligeros aromas a rosa o la cempasúchil de espíritu solar.

El momento del quebranto llega con la oración y plegarias que en el funeral, el entierro, el Rosario de los nueve días se hizo en casa, ceremonia íntima entre familiares, algunos vecinos que se solidarizaron al dolor, y amigos que extrañarán al amigo o amiga que en paz descanse.



La música pasa como un ventarrón que arrasa con los recuerdos, los alborota, los mueve de un lado a otro y es la interpretación de Amor eterno lo que provoca el suspiro, las lágrimas, el llanto comprimido.

La música, cualquier que se escuche en el cementerio, junto a las oraciones y los recuerdos latentes, presentes y vivos, revelan el gran dolor por la madre que siempre abrazó a los hijos con ternura, al padre que dejó lecciones de vida para poder salir adelante, al hermano que fue sangre de la sangre de los demás hermanos y con quien se jugó, discutió, se reconcilió y se abrazó muchas veces en las buenas y en las malas, en navidades y cumpleaños, en accidentes o desdichas.

También se ora y se llora por el tío o la tía que gustaba jugar con los sobrinos y en familia iban al balneario, al cine, a un día de campo, y que en muchas ocasiones defendió a los sobrinos de la dura enseñanza del hermano.

Con el mismo corazón dolido, se le llora al primo, al pariente político que visitó la casa y fue parte de la familia, así como al amigo o amiga que era como hermano o hermana.

Pero el dolor que no tiene nombre, no las viudas o huérfanos, sino los padres que perdieron a un hijo, a una hija, ellos, los que dicen que ya son nadie, porque con la muerte del hijo murió una gran parte de su ser, con la partida de la hija se queda sin ganas de vivir, ellos, los padres en ausencia dolorosa del hijo o hija, con el corazón a flor del alma, abatido por los recuerdos, lastimado por la voz que se escucha aun, ellos elevan plegarias, como secretos contados a Dios, un rumor que desahoga casi nada el dolor.

Los padres que llevan flores y oraciones al hijo o hija que partió hace años, una década incluso, es como si apenas hace un par de días se le hubiese enterrado, y todo recuerdo de esos días son presentes, más en el panteón, en donde se le dio el último adiós entre un llanto imposible de contener, en llantos desgarradores, con desvanecimiento de la madre, con la compañía de la familia entera.

Todos congregados en el panteón para convivir con los muertos a través de los recuerdos, del amor, de la tristeza, una tristeza que se prolongará por día, incluso por semanas, una tristeza que se guarda en el corazón por la plegaria que se reza todos los días para no dejar de pensar ni un día en el ser amado que se fue a ser parte del corazón luminoso de Dios.