Guanajuato, Gto.- Los pianistas profesionales dicen que una de las "pruebas de fuego" o el "Everest" de la interpretación en piano es el “Concierto número 3 para piano y orquesta”, de Sergei Rachmaninoff.
Y es que el compositor ruso, no solamente fue uno de los herederos de la tradición romántica de Tchaikovsky, sino que al ser uno de los intérpretes más virtuosos de su tiempo, compuso, en 1909, este concierto para demostrar que era de los compositores más importantes de la historia, sino que también era un virtuoso excepcional.
Pocos han interpretado este concierto y lo han dejado grabado para la posteridad, como es el caso reciente de Lang Lang con la Sinfónica de San Petersburgo, Martha Argerich para Decca con Ricardo Chailly en vivo con la Orquesta Sinfónica Alemana o la interpretación realizada por Vladimir Horowitz en 1941 con la Sinfónica de Nueva York bajo la batuta de Eugènw Ormandy.
El domingo pasado, el pianista georgiano Alexander Korsantia se añadió a la lista de los mayores intérpretes mundiales de esta obra excepcional en el Teatro Juárez de Guanajuato.
El virtuosismo y la técnica perfectas son un requisito indispensable que ni siquiera se menciona. Sencillamente, quien no los tiene no puede atreverse.
Sin partitura, Korsantia logró poner a la Orquesta Sinfónica de la Universidad de Guanajuato, con la magistral dirección de Roberto Beltrán-Zavala, y a los corazones de todos los asistentes del Teatro Juárez en la yema se sus dedos, con la complicidad del Steinway afinado a la perfección.
Y desde ahí, el músico hoy avecindado en Boston, llevó el ritmo, usó la dinámica y subió a los espectadores a las olas de su música que, sin tropiezos, fue desde las notas más sutiles hasta los clímax más eufóricos, como si transitara del Caúcaso hasta las mansas aguas del Mar Negro. Ese viaje fantástico terminó sólo con la ovación estruendosa de quienes tuvieron el privilegio de presenciarlo.
El Daily Telegraph llamó a Korsantia "el inconformista silencioso", pero nada tiene de esto último. Al contrario, Korsantia fue un centinela épico que supo honrar el tesoro que Rachmaninoff creó para que sólo unos pocos elegidos pudieran abrir su cofre y compartirlo con el público.
Como es sabido, el momento emocional sublima a los artistas. En 1995, Korsantia fue galardonado con la medalla de oro y el primer lugar en el concurso internacional de piano Arthur Rubinstein en Tel Aviv. Desde entonces, la vida de Korsantia está íntimamente ligada a Israel, por lo cual el momento actual acaso lo movió a hacer una interpretación sin precedente.
Tal fue el caso, que una vez que el público lo hizo regresar al escenario varias veces, el maestro de Tiblisi decidió interpretar como Encore el “Preludio en Mi Menor” del compositor y arreglista israelí-americano Adi Yeshaya, no sin antes dedicarlo "a todas las víctimas inocentes de las guerras" y, en particular, a quienes padecieron recientemente los ataques del grupo islamista Hamás.
Como Yeshaya y como lo hizo en su tiempo el propio Rachmaninoff, Korsantia vive en Estados Unidos, donde ha desarrollado su carrera y florecido como gran artista.
Datos:
- Korsantia ha sido galardonado con la Medalla al Mérito que otorga el estado georgiano a sus ciudadanos más ilustres.
- La segunda vez que se interpretó este concierto, Rachmaninoff fue dirigido al piano por Gustav Mahler
- Roberto Beltrán también es director del Festival Musical de Palermo y de la Orquesta de Cámara de Rotterdam