CELAYA,gto.- La Fundación Elena Poniatowka Amor invitó al poeta José H. Velázquez a presentar su libro Versos en la Niebla, y en la mesa lo acompañaron el editor de España, Basilio Rodríguez Cañada, y el poeta Baudelio Camarillo, quien afirmó ante decenas de asistentes que el autor aborda con sentidos versos la obsesión por el paso del tiempo, por el amor que el autor vive ahora con un gozo reposado y tiernísimo, por la ingratitud de la ya no tan gratificante cotidianidad, donde el poeta enfrenta la tristeza de no poder desenvolverse como antes.
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“Todo lo anterior es sufrido aún más porque ha ofrendado todo en el ara de su imaginación y su sensibilidad de poeta, porque el deseo permanente, generador de todas las cosas, pronto acabará no concordando físicamente ante el estímulo con la misma convicción de antes”, dijo Baudelio después de que el hijo de Elena Poniatowka, Felipe Poniatowski les diera la bienvenida a los escritores del Bajío.
“Los versos se ordenan de uno en fondo/ Lanzan consignas arengas eufemismos/sarcasmos metáforas sátiras y tropos/ Lavan su fastidio con gotas secas de rocío/ con flores muertas adornan su clamor”, citó uno de los poemas durante el evento que se llevó a cabo en la Fundación Elena Poniatowka Amor.
Y agregó que, no obstante, “hay una salida a toda esa niebla, a esa tristeza, que se ha convertido en el impulso generador de este libro: canjear en poesía lo vivido. Tratar de transformar en arte las cosas que nos ha tocado vivir; en eso empeña su energía, su tiempo. El autor sabe que lo más terrible no es tan terrible si es susceptible de transformarse en poemas, pintura, música, en arte”.
El poeta celayense por adopción, comentó durante la presentación, realizada en la Ciudad de México, que todo poema es autobiográfico, “lo sabemos, y José H. Velázquez habla de lo cotidiano como si se dirigiera a una segunda persona que lo escucha, utiliza ese recurso para referirse a aquellas cosas “que la vida nos da y la vida nos quita” como bien dice Juan Domingo Argüelles. Por supuesto, hablar de la vejez, por ejemplo, de ese hecho tan contundente, de ese tiempo naturalmente difícil que nadie quiere sufrir y que muchos tratamos por todos los medios de evitar, no es algo que nos deleite precisamente; es una edad que deseamos y nos interesa sólo por referencia y que pocos autores tienen el valor de enfrentar al tiempo que nos describen su comportamiento, sus técnicas, en la lucha contra lo inexorable”.
De repente tienes frío y los huesos crujen debajo de la piel/como sonajas de semillas secas/Diriges la mirada al cielo y te santiguas/Quieres volver pero el tren ya se marchó/Te quedaste en el umbral de tu destino/Sin horizonte ni equipaje(…)
“Hay en Versos en la Niebla destellos amorosos de un erotismo donde se exalta la magia de la comprensión del cuerpo amado y el conocimiento que de él ha dejado el tiempo compartido. Donde la sensualidad ya no es una urgencia sino un placer que se prolonga al infinito. Hay en estos versos un atardecer que no termina y que sigue iluminando el acto de amor con una sabiduría sosegada, destinada a aquella mujer que en su juventud le arrancó el corazón y después lo devolvió a su pecho para que él pudiera seguirla honrando con el cuerpo y con el alma. Es por eso que en estos tiempos difíciles el poeta ve en el amor la única puerta hacia la esperanza o el conjuro que nos da fuerza para avanzar hacia lo inefable cada vez más solitario e inhóspito”, compartió Baudelio Camarillo.
Cita a Pablo Neruda: “Me enamoré de la vida, es la única que no me dejará sin antes yo hacerlo.” “Y este libro de José H. Velázquez está escrito en ese tono y con esa alegría por vivir, lo cual implica reconocer también las adversidades y realizar una lectura cuidadosa de la realidad que el mundo nos va mostrando día a día. Sólo un enamorado de la vida puede vivirlo todo y beberlo todo hasta la última gota, hasta que caiga el último grano de arena en el reloj. En este libro, Velázquez es, como Neruda, el gran enamorado de la vida: no desperdicia ningún momento para acariciarla para susurrarle al oído su gratitud por el amor recibido”, comenta de poeta a poeta.
Dice Camarillo que la presencia de estos poemas hace que el libro sea un velado homenaje a su musa que lo ha acompañado desde joven. “En su presencia ni la vejez tiene sentido ni el mundo interrumpe el coloquio con sus noticias trágicas. En presencia de la mujer amada todo es luz, y los que aman se apartan del mundo. En uno de los últimos versos del libro el poeta dice: el infierno no puede entrar/al santuario en que te guardo”.
Analiza que, habiendo comenzado el libro con un tono de desesperanza y resignación ante los tiempos presentes, personales y sociales, el poeta recurre, hacia el final del mismo, al placer del amor sensual como la experiencia más alta capaz de hacernos trascender hacia otros planos de la conciencia.
“Wordsworth dice que la poesía es la escritura de la emoción recordada desde la tranquilidad. El poeta José H. Velázquez está en el mejor momento para establecer, a través de sus poemas, su comunión con la vida y con sus semejantes. El árbol se ha cargado de frutos y hay que comerlos antes de que se pudran o se sequen, inalcanzables, en las ramas”, dijo al referirse al poemario “Versos en la Niebla”, como “La melancolía del tiempo”.
PREÁMBULO
Cabe señalar que el poeta Baudelio Camarillo, antes de referirse sobre la obra de José Velázquez, hizo un preámbulo, y dijo que cuando el hombre es un artista auténtico, buscará siempre la manera de expresar lo que lo deslumbra o conmueve, lo que le toca su interior más sensible. “Estará siempre atento para mostrar su yo más personal ante cualquier circunstancia que le vaya comiendo su atención y reflexión, y ésta llegará al punto de transformarse en una obsesión en tanto que el artista no haya encontrado un cauce expresivo donde dejar plasmada aquella emoción que se ha quedado tatuada en su alma. Viene a ser como en El Zahir de Borges, pero con la oportunidad de salvarse, de reducir el nivel de la inundación constante en su pensamiento”.
“No digo nada nuevo al afirmar que toda obra poética nace de una situación anímica que predispone al poeta a escribir, a mostrar su yo más íntimo que, afortunadamente, es idéntico al nuestro. Todo va en relación con la autenticidad del sentimiento o la emoción que se quiere plasmar y con el don de encontrar la palabra exacta para nombrarlo. Octavio Paz dijo que un poeta escribe por muchos, y un gran poeta escribe por todos”, agregó.
Comentó que siempre se ha preguntado, inocentemente, tal vez, “¿Por qué razón algo que no era nuestra vivencia, que no nos incumbe, que está fuera de nuestro entorno, cuando deviene en arte logra conmovernos? Creo que es porque en el fondo todos estamos hechos de la misma sustancia de la carne y los sueños: nos conmueven, en mayor o menor medida las mismas cosas, y hay también una identidad común en la manera de reaccionar ante ellas”.
Comentó que todos los hombres somos parecidos cuando amamos, cuando odiamos; “reaccionamos de manera semejante ante la alegría o el dolor. Entonces, ¿qué es lo que nos hace distintos en el fondo? Pienso que lo que nos hace distintos es el grado de respuesta, la intensidad con la que se asimila en nuestro ser la experiencia que nos toca. Borges, vuelvo a Borges, dijo que lo que le pasa a un hombre les pasa a todos. Y que toda experiencia, aunque haya sido vivida sólo una vez por un solo y único miembro de nuestra especie, es un hecho del cual todos somos propietarios”, dijo.
Para concluir la introducción, dijo que dicha aseveración se fundamenta todo el arte “y por eso nos puede conmover tanto un autor cercano en el espacio o el tiempo, como alguien que nació y vivió en las antípodas y hace miles de años. El alma humana no cambia, cambian las circunstancias externas”.