CELAYA, Gto. (OEM-Informex).- “El cáncer ha sido siempre una puerta al infierno, en donde no sólo entra la persona afectada, sino también sufren los hijos, el esposo, los padres y hermanos de ambas familias, hasta los parientes lejanos; pero en el caso de no contar con el apoyo de todos ellos, la batalla es casi imposible de ganar, pero si el incondicional y amoroso apoyo está siempre presente, la cruz es menos pesada”, dijo la señora Beatriz Gantes Luna, quien sufrió cáncer de mama.
Comentó que la noticia de que tenía cáncer en su seno izquierdo, fue como haber caído en un pozo en donde gritaba con desesperación y nadie la escuchaba; después, ya en el Instituto Nacional de Cancerología, le destrozó el diagnóstico de los médicos, quienes le recomendaron que era mejor volver a casa y pasar los últimos días con la familia, porque su cáncer estaba demasiado avanzado, hasta invadía los pulmones.
“¡Pero yo creo en Dios! ¡Les juro que voy a ponerle muchas ganas! ¡Quiero vivir porque mis tres hijos están todavía muy pequeños!, dijo entre llantos, pero la respuesta de los médicos fue que no se trataba de creer o no creer en Dios, sino que su cáncer estaba muy avanzado.
Después de tanto insistir, quedó internada en el Instituto Nacional de Cancerología, se le colocó el catéter y pasó varios meses con quimioterapias, lo que provocó la caída de cabello, cejas, pestañas, pero para ella la estética había quedado en un segundo plano, porque lo importante era sobrevivir para su familia.
De los momentos más tristes en toda la larga historia, no sólo fue dejar a sus tres pequeños hijos con los abuelos, sino saber que su hija, en una ocasión, quedó sentada sobre una piedra fuera de casa, y cuando ya había oscurecido, un primo le contó que había escuchado que su mamá iba a llegar muerta.
Con mayor razón, la señora Beatriz Gantes puso todo su empeño para superar el desgaste físico ocasionado por la quimioterapia, las úlceras bucales, el radical cambio por la falta de cabello, lo que la obligó al uso de peluca.
Contra todo pronóstico, y después de varios años de quimioterapias y radiaciones, las cuales fueron acabando con los tres grandes tumores, y tras la extracción del seno, fue dada de alta, aunque desde entonces, y de forma frecuente, sigue visitando el Instituto Nacional de Cancerología, pero también frecuenta cada mes el Instituto Mexicano del Seguro Social, en donde recibe medicamentos para el tratamiento de la tiroides, glándula que le fue afectada por las quimioterapias.