CELAYA, Gto.- (OEM-Informex).- María Martínez Gómez, quien se reconoce como “la enfermera abortista que conoció a Cristo en el Himalaya”, presentará su testimonio en conferencia que sustentará este viernes 16 de agosto a las 19:00 horas en el Auditorio José Nieto Piña, de la Universidad de Celaya, quien dará testimonio de propia voz sobre este tema.
El evento es organizado en beneficio del movimiento “Los inocentes de María”, que se dedica a la protección de la vida, señaló Alejandra Gamboa, quien forma parte del equipo organizador de este evento.
Se estableció una cuota de cooperación de 70 pesos y se tendrá también la intervención de la maestra Brenda del Río, señalándose el teléfono (461) 155 2714 para la solicitud de informes y la adquisición delos boletos de cooperación.
¿Quién es María Martínez Gómez?
Así fue como una mujer anticlerical experimentó la misericordia de Dios en Nepal de la mano de las monjas de la Madre Teresa de Calcuta. María Martínez Gómez tiene 45 años. Era enfermera en una clínica abortista de Bilbao (España). Aunque fue bautizada en la Iglesia católica, “estuve a punto de apostatar. Fui lo más anticlerical que se pueda ser, pro aborto, pro divorcio,…”.
Comienza su relato y se presenta: “Las manos que veis aquí hubo un tiempo que estuvieron manchadas de la sangre de inocentes. Trabajé en una clínica abortista durante unos cuantos años practicando abortos como enfermera“. Hoy su vida ha dado un vuelco absoluto gracias a una conversión fulminante que experimentó en el Nepal. Antes se llamaba Amaya y ahora es María.
“Todo era por dinero”
En la conferencia que pronunció en San Sebastián recientemente, no dudaba en detallar en qué consistía su trabajo y qué se hace en la práctica del aborto. “Mi trabajo consistía en que las mujeres que abortaran no dieran problemas (…) Cada 15 minutos pasaba una mujer”. Y sin pelos en la lengua afirma: “Las aislamos para que no haya arrepentimiento ni marcha atrás“.
De hecho, explica algo de lo que no se habla: una vez practicado el aborto, muchas van en shock y creen que todavía no ha sucedido. Llega el arrepentimiento y quieren volver a casa”. Pero ya es demasiado tarde.
El papel de María consistía en tranquilizarlas y despedirlas. “Todo era por dinero, un negocio”.
“Mi corazón estaba suficientemente endurecido para no sentir y mi conciencia estaba adormilada”. ¿Por qué lo hacía? “Creía que estaba haciendo lo correcto y que la mujer que abortaba tenía derecho a una vida tranquila y sin problemas”. Por su parte, “yo quería pagar mi hipoteca, comprar un coche, irme de vacaciones…”.
Ella la encargada -entre otras tareas- de vaciar el cubo donde se depositaban los restos del feto abortado: “en mi automentira me había dicho que eran coágulos de sangre”.