CELAYA, Gto. (OEM-Informex).- Ana María, junto con su madre y sus dos hermanas, menores de edad, viajaron de Chiapas a la Ciudad de México, en donde estuvieron un par de meses; después emprendieron su viaje a Celaya, en busca de un trabajo, porque habían escuchado que la gente de ahí era de buen corazón; pero por la falta del dominio del español, sólo en los cruceros pudieron encontrar la forma de ganarse la vida, con un par de acrobacias combinadas con el movimiento circular de tres pelotas, para después dar un salto, plantarse al pavimento y recurrir a la buena voluntad de los conductores.
“Mi madre y mis dos hermanas vivimos en un cuarto que rentamos. Nos ganamos la vida a la buena. No hacemos daño a nadie y sólo venimos por aquí en estos días en que la gente tiene más grande el corazón”, dijo la joven Ana.
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Comentó que es de Chiapas, pertenece al grupo indígena tsotsil, y mientras su mamá también trabaja en un crucero, ella trabaja con sus hermanas en el crucero que se encuentra frente a la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (SADER), antes Sagarpa.
Comentó que la idea era buscar trabajo en alguna fonda de comida, o en algún negocio, pero le ha sido difícil porque no dominan bien el español, y por eso trabajan un día en un crucero y otro día en otro.
Hasta el momento, comenta, ni el DIF y tampoco los policías les han dicho nada, y esperan que así siga, porque consideran que se están ganando la vida honradamente, sin hacer daño a nadie. Piden que se les deje trabajar para sobrevivir.
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De la misma manera, en los cruceros que se ubican en la salida a San Miguel de Allende, así como en la salida a Salvatierra, se encuentran personas lanzando fuego por la boca, haciendo otro tipo de acrobacias, un hombre dominando el balón con el único pie que tiene y la ayuda de sus muletas, o mujeres vendiendo dulces, la mayoría de otras entidades del país, principalmente del Estado de México y de Chiapas.
El sub empleo ha proliferado en estas fechas decembrinas, incluso, grupos de personas que tapan los baches en calles y avenidas, a cambio de una moneda y el reconocimiento de la gente por hacer un trabajo que le corresponde al municipio.
La joven Ana dijo que habían elegido venir a Celaya, porque escucharon varias veces que la gente de este municipio es de buen corazón, y seguramente lograrían sobrevivir con un trabajo digno que no hace daño a nadie.