CELAYA, Gto. (OEM-Informex).- El Miércoles de Ceniza es una tradición profunda de fe que no ha disminuido, sino al contrario, después de la pandemia se espera que haya una mayor afluencia, y el parámetro para esta estimación, son las misas dominicales en donde es notable el incremento de feligreses.
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El padre Jesús Palacios, vocero de la Diócesis de Celaya, informó además que con esta acción de fe, inicia la Cuaresma y sus tres elementos básicos son: el ayuno, el sacrificio y la limosna, de las cuales explicó cada una para culminar en la pasión, muerte y Resurrección de Cristo.
“La fe se mantiene viva. La iglesia va a mantener viva este momento porque es parte de su vivencia litúrgica, y su invitación a la conversión. El Miércoles de Ceniza es un día importante donde está la conversión en el centro, y se va a mantener viva”, dijo.
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Señaló que después de la pandemia, es el primer año en que están las puertas abiertas, porque el año pasado se hizo con limitaciones del aforo, además que la gente estaba temerosa y fue poca la participación.
“A la fecha, se ha recuperado mucho terreno, porque veo mucha participación de los fieles en las misas dominicales y eventos que organiza la iglesia. Yo espero que el Miércoles de Ceniza va a ser una fiesta de fe y de conversión”, puntualizó.
Contextualizó que con este evento, es el arranque oficial del tiempo de Cuaresma, que es tiempo de conversión que tiene sus signos, primero el ayuno, la penitencia y la limosna.
“El ayuno no es dejar de comer hasta las 12, pero después comer como niño de hospicio, y luego no cenar nada. No, sino que es experimentar el vacío de alimento para que, así como se vive la necesidad de alimento, también se experimente el sentir necesidad de Dios, y así también se interpreta el hambre que tuvo Cristo”, explicó.
Añadió que el sentido de penitencia, haciendo sacrificios, ofrecer alguna hora de trabajo, de estudio, visita a los enfermos, hacer una obra de caridad, ofrecer el perdón o pedir perdón.
En cuanto a la limosna, es la acción de caridad, es el desprendimiento de los bienes materiales que uno tiene, en beneficio del que tiene menos, entendiendo que nadie es tan rico que no pueda recibir o necesite del otro, ni tan pobre que no pueda dar o ayudar a los demás.
“Todo junto, la columna vertebral de la Cuaresma, es poner a Dios en el centro de nuestra vida. La Cuaresma es preparar al corazón, prepararse espiritualmente, prepararse para el camino de penitencia a fin de participar con entusiasmo en la Pasión, muerte y resurrección de Cristo. Es iniciar un proceso de morir a nosotros mismo para dejar que Cristo resucite en nosotros”, expuso.
Para concluir, dijo que, con toda la Cuaresma y la Pasión de Cristo, “moriremos con él, y resucitaremos con él”, y así se habla de la vida eterna. Nuestro camino es un constante morir y resucitar: muero a mis malas actitudes, muero a mi pecado, muero a mis deseos, muero a mis pasiones para hacer que Cristo resucite en mí como un hombre nuevo que se rija no por los criterios del mundo sino por los criterios de Dios.