CELAYA, Gto.- El Adviento, el cual inicia este 3 de diciembre, es un tiempo de preparación para la Navidad. Se divide en cuatro semanas y está caracterizado por dos momentos: las dos primeras semanas se reflexiona “sobre la venida de Cristo al final de los tiempos y la manera en cómo cada uno está preparándose para su encuentro personal con Dios al final de la vida”, mientras que en las dos restantes “contemplamos la venida histórica de Jesús al mundo y el misterio de la Encarnación”, explicó el padre José Natanael Torres García.
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Agregó que con el misterio de la encarnación “Dios asume en su Hijo nuestra naturaleza, carne, historia, tiempo y espacio, haciéndose compañero de nuestro caminar, hermano y amigo, y redimiendo el mundo desde lo más íntimo de su ser con su misterio pascual”.
El sacerdote comentó que este tiempo de preparación gradual se acompaña con la corona de Adviento, que consiste en una guirnalda sobria de hojas verdes y cuatro velas que se van encendiendo una cada domingo, acompañando el momento con un rito familiar, donde se medita la Palabra de Dios y se complementa con la oración.
“El color de la vida y la luz, nos hace pensar en Jesús como Luz y Vida, además que nos recuerda el lento y paciente transcurrir de los siglos, animados por la esperanza que Dios brindaba a su pueblo, al anunciarles, por medio de los profetas, la promesa de que un día nacería el Salvador del mundo en Belén de Judá y del linaje de David”.
“Cristo es la luz que ilumina nuestra existencia y con su nacimiento ha disipado las tinieblas en que nos encontrábamos por causa del pecado. Si la Navidad es un tiempo en el que nos alegramos de saber que Dios siempre cumple sus promesas, el centro del Adviento es entonces la invitación a reanimar la esperanza en nuestros corazones, sabiendo que el Señor jamás defrauda a quienes confían en él”.
Por lo tanto, dijo, es importante buscar la conversión, renovar la fe y dar un testimonio alegre y valiente del nombre de Cristo en medio del mundo en que vivimos, tan lleno de tristeza, miedos y angustias. Este tiempo, también invita a aceptar el camino de la fe como única vía de salvación, “asumiendo un estilo de vida propiamente cristiano en el que se lucha contra todo obstáculo interno y externo, para erradicar del mundo, la familia y la sociedad, todas esas estructuras de pecado que impiden al Reino de Dios implantarse en las realidades humanas”.
“A semejanza del tiempo de Cuaresma, se nos invita a nosotros a buscar la paz y la reconciliación con Dios. Es un tiempo oportuno para que los católicos busquemos los Sacramentos y renovemos el cumplimiento de nuestros compromisos en la fe con pasión y alegría”.
Desafortunadamente, mencionó que al encontrarnos en un mundo materialista que se ha encargado de convertir estos días de disposición espiritual para la Navidad y en un tiempo de preocupaciones superficiales y compras compulsivas, los católicos están invitados a retomar la vivencia esencial que toca la realidad personal, familiar, social y que aviva en “nosotros un deseo mayor de paz y justicia para todos”.
Es un “tiempo en que se disfruta del encuentro con la familia, con los parientes lejanos y amigos y, por lo tanto, se reafirma la unidad con los que amamos y mejoramos nuestra relación con aquellos que nos cuesta un tanto más la convivencia”.
Ante esto, el sacerdote invita a los fieles que, en este tiempo le “demos la oportunidad a Dios de transformar nuestras vidas y sociedades. Así como hemos permitido que el relativismo, el egoísmo y el pecado muchas de las veces dañen nuestras vidas, familias y comunidades, ha llegado el momento de decir a Dios como María: Hágase en mí según tu Palabra”.
Para concluir, también invitó a los fieles a que en estos días del Adviento, vean a la Virgen María como un modelo de vida y virtudes, que la sepan imitar en su generosidad, obediencia y entrega, que se permitan crecer como personas, familias y sociedades, “dejando nacer a Cristo en nuestro corazón” para que este mundo “se transforme desde nuestro interior”.