IRAPUATO, Gto. (OEM-Informex). En las personas que están internadas y que trabajan en centros de rehabilitación, conocidos como anexos, la herida aún está abierta, pues no olvidan que hace tres meses ocurrió una de las masacres que más han consternado a los guanajuatenses, el asesinato de 27 personas que buscaban desintoxicarse de las drogas a las que eran adictos.
“Nada ha cambiado, pareciera que nos quieren desaparecer a los anexos, en vez de trabajar con nosotros”, dijo Nicolás Pérez Ponce, presidente de los Centros de Rehabilitación Unidos del Bajío (CRUB), quien señaló que las semanas posteriores al ataque en el anexo “Buscando el camino a mi recuperación”, de la comunidad de Arandas, en Irapuato, en vez de establecer un trabajo conjunto con ellos y diseñar una estrategia integral para trabajar en su regularización e integrarlos a las políticas públicas contra las adicciones, “se dedicaron a perseguirnos”.
Nicolás Pérez Ponce dijo que son más de cinco mil las personas con adicciones que son tratadas en centro de rehabilitación “y cerrar estos lugares es echarlos a la calle, es dejarlos a expensas de la delincuencia, es dejarlos a su suerte, es condenarlos a que roben, es hasta condenarlos a la muerte”, refirió.
El presidente de los CRUB manifestó que son de reconocer los esfuerzos que hacen las autoridades, como apertura el Centro de Atención Primaria para Adicciones en Irapuato, pero señaló que no es suficiente, “pues se trata de tratamientos ambulatorios, ¿qué adicto al cristal va a dejar de consumir cristal para tomarse el medicamento que le den? Por eso somos necesarios los anexos, personas como ellas necesitan el internamiento y luego seguir con un tratamiento ambulatorio, podemos trabajar coordinados, es cuestión de sumar, nosotros estamos en la disposición”.
Nicolás Pérez Ponce comentó que durante julio hubo varios centros de rehabilitación que cerraron tras el ataque al anexo de Arandas, pero durante agosto y septiembre han retomado actividades algunos, aunque reconoció que aún hay miedo en muchos de ellos.
“Trabajan muchos compañeros con miedo, pero no podemos dejar solas a las personas con adicciones, es muy feo vivir en un infierno así”.