Bruna Surfishtinha recreada por la actriz María Bopp, es la acompañante más cara de Río de Janeiro quien para seguir disfrutando de las comodidades que le da su profesión tiene que encarar su pasado dándole carpetazo al bullying que padeció cuando era una estudiante y conceder el perdón a su padre, quien se encuentra enfermo en etapa terminal.
Esto será parte de los nuevos temas que se abordarán en los ocho episodios que conforman la tercera temporada de #Llámame Bruna que se estrena hoy por el canal Fox Premium en América Latina, donde se ha colocado como la segunda en preferencia del público, superada solo por The walking dead.
“En esta nueva temporada, Bruna tendrá un sinfín de flashbacks en torno a su experiencia no grata desde su centro escolar en donde por parte de sus compañeros varones vivió la más grande tragedia de su vida con el bullying que de ellos recibió y su gran reto es superarlo como Raquel Pacheco y para lograrlo se aliará de su amigo de esa época, el periodista Paulinho”, describió en la entrevista con Organización Editorial Mexicana (OEM).
María Bopp, actriz y modelo, reconocida por #Llámame Bruna, ahora dirigida por Eduardo Vaisman y Calvito Leal, reconoció que “a Bruna no se le puede juzgar por querer tener una mejor vida inicialmente vendiendo su cuerpo en un burdel y ahora como una scort de élite. Ella lo mira como una superación cuando en su hogar no sentía ese calor humano, ni apoyo, acabando por odiar a su padre por el trato que le daba a su madre”.
Estas problemáticas reales en su vida, agrega Bopp, “son fantasmas del ayer que tiene que desaparecer para tratar de vivir su independencia en el marco de su vida galante de prostituta que le han dado fama y mucho dinero”.
En #Llámame Bruna también se abordará la combinación de la religión con el sexo, el reclutamiento de nuevas jovencitas para meterlas a la vida de la prostitución, lo cual es muy distinto a la elección que tomó Raquel o mejor dicho Bruna para ejercerla desde los 17 años dejando el seno del hogar e ir hacia su independencia, cuando a “otras” se les obliga en la mayoría de las veces con la amenaza que van a desaparecer a sus familiares sino aceptan y a la vez sufren violencia de género sin que su voz sea escuchada.