Las primeras memorias de Ibrahim Dagga en el fútbol están llenas de polvo, risas y camaradería en los campos de Panamá. A esa edad, jugar no era solo competir; era un momento para descubrir sus habilidades, conocer la importancia del trabajo en equipo y dejarse llevar por la pasión de cada partido. Esos días formaron su carácter y su amor por el deporte, enseñándole que, detrás de cada gol y cada pase, hay una lección de vida.
“El fútbol era una manera de pasar tiempo con mis amigos y de sentir esa emoción de lograr algo juntos”, recuerda Ibrahim, quien a tan corta edad ya demostraba una fuerza de voluntad y una disciplina poco comunes para un niño. En esos campos panameños, Ibrahim sentó las bases de su carácter: perseverancia, humildad y, sobre todo, gratitud por las oportunidades que se le presentaban.
Si hay dos personas que han influido profundamente en la vida de Ibrahim, esos son sus padres. Ellos han sido no solo su apoyo, sino también los guías que le han enseñado a no rendirse y a mantener los pies en la tierra, incluso en los momentos de éxito. Desde muy pequeño, Ibrahim aprendió de sus padres el valor del esfuerzo y la importancia de la responsabilidad.
“Agradezco a mis padres por cada sacrificio, por cada consejo y, sobre todo, por enseñarme que los sueños se alcanzan con disciplina y trabajo duro”, comenta Ibrahim. Sus padres, quienes lo han acompañado en cada paso de su carrera, le inculcaron la mentalidad de que el verdadero éxito no está solo en los logros, sino en el carácter y la humildad con los que se enfrentan los desafíos de la vida.
Cuando Ibrahim se trasladó a España para entrenarse en Marcet, su perspectiva sobre el fútbol y el entrenamiento cambió radicalmente. Esa experiencia le permitió ver el fútbol desde una dimensión profesional, aprendiendo de entrenadores que le enseñaron no solo las técnicas del juego, sino también el valor de la disciplina y la constancia.
Marcet representó para Ibrahim un salto en su carrera y una oportunidad para medirse con jugadores de todo el mundo, con quienes compartía no solo el campo, sino también los mismos sueños. “Marcet me mostró lo que significa el compromiso real con el fútbol. Aprendí a llevar mi juego a otro nivel, a exigirme más y a no conformarme nunca”, afirma. Esta etapa le dejó lecciones que lleva consigo a cada partido y en cada entrenamiento.
Para Ibrahim, la fe también ha jugado un papel fundamental en su vida. Desde niño, ha sentido que Dios lo acompaña en cada paso, dándole la fortaleza y la claridad para enfrentar cualquier reto. Su fe le ha enseñado a agradecer, a ser humilde y a confiar en el proceso, sabiendo que cada desafío tiene un propósito.
“La fe me ha dado la fuerza para no rendirme, incluso en los momentos más difíciles. Siento que Dios me ha permitido vivir experiencias increíbles y que siempre está ahí para guiarme”, expresa Ibrahim, quien encuentra en su espiritualidad un refugio y una fuente de esperanza. Su fe no solo le ha ayudado en el campo, sino también en su vida personal, dándole una perspectiva de gratitud y determinación ante cada desafío.
Actualmente, Ibrahim continúa su formación en la Academia de Puerto Cabello, en Venezuela, donde ha encontrado una nueva familia. Junto a sus compañeros de equipo, ha aprendido a trabajar en equipo, a celebrar los éxitos compartidos y a apoyarse en los momentos de dificultad. La academia representa para él un espacio de aprendizaje constante y de crecimiento, no solo como futbolista, sino también como persona.
“Mis compañeros en la academia son una gran parte de mi vida. Cada día aprendemos juntos y nos impulsamos mutuamente a ser mejores. Siento que estoy viviendo mi sueño, y agradezco a la academia por confiar en mí y ayudarme a mejorar mi técnica”, comenta Ibrahim. La Academia de Puerto Cabello ha sido un pilar en su carrera y el lugar donde continúa perfeccionando sus habilidades y descubriendo nuevas lecciones.
Desde los campos de Panamá hasta la disciplina de Marcet, pasando por el apoyo incondicional de sus padres y su conexión espiritual, cada experiencia ha sido una pieza fundamental de su camino. Ibrahim sabe que no habría llegado hasta aquí sin la guía de quienes creen en él y sin la fortaleza que ha encontrado en la fe y en el trabajo constante.
Con la mirada puesta en el futuro y la gratitud en el corazón, Ibrahim Dagga sigue adelante, decidido a alcanzar sus sueños y a devolver, a través de su esfuerzo, todo lo que ha recibido. Con cada paso, Ibrahim reafirma que su historia es más que una simple carrera deportiva; es una celebración de las personas y valores que lo han llevado hasta donde está hoy.