/ viernes 28 de enero de 2022

Pero… ¿quién entiende a Ulises?

Junto con la Biblia y El Quijote, es quizá el libro que más personas dicen haber leído sin haber pasado de las primeras páginas

La historia de Ulises, de James Joyce, transcurre en 18 horas, pero se necesitan 18 años para leerla.

No son pocos los chistes sobre lo inhóspita que resulta, para muchos, la lectura de unos de los grandes clásicos de la literatura. Quizá, junto con la Biblia, sea el libro que todos dicen haber leído sin siquiera haber acabado las primeras páginas. Argentina Rodríguez, experta en James Joyce y maestra en letras inglesas de la UNAM, con estudios en Cambridge y Edimburgo, lo confiesa: “Me tardé 10 años en leerlo”.

El mismo Joyce decía que si él se había tardado casi 10 años escribiéndolo era porque a sus lectores les tomaría 100 años entenderlo. Los 100 años ya pasaron y la pregunta sigue siendo la misma: ¿por qué es tan difícil leerlo?

No puede dejarse de lado el nivel de los lectores de Ulises. Jorge Luis Borges fue uno de los más célebres. También Italo Calvino y Claudio Magris. Todos ellos intrépidos exploradores de las tierras literarias más salvajes. Aunque aquí habría que aclarar que el argentino —con todo y sus infinitas lecturas— admitió alguna vez que el mundo literario de Joyce no era precisamente un paseo en bicicleta.

“Confieso no haber desbrozado las seiscientas páginas que lo integran, confieso haberlo practicado solamente a retazos y, sin embargo, sé que lo es, con esa aventura y legítima certidumbre que hay en nosotros”, escribió Borges en Otras inquisiciones (1952).

A menudo señalado como un libro caótico, con constantes cambios de ritmo y estilos que extravían hasta al más avezado lector, Ulises no deja de estar al frente de los estantes de las librerías. Se han hecho cómics, novelas gráficas, películas y documentales sobre él. Incluso en Dublín hay recorridos turísticos de los lugares que visitó Leopold Bloom —el protagonista de la novela— y cada 16 de junio se celebra el Bloomsday en honor a él.

“James Joyce es un escritor que exige mucho de sus lectores. Hay que estar muy atentos cuando lo leemos, porque la recompensa es un placer irreemplazable. Se trata de una obra que, en palabras del propio Joyce, posee una escrupulosa mezquindad”, explica Rodríguez, quien además es traductora y ex becaria de la New York University.

Si hay algo que atemoriza a los lectores es el nihilismo narrativo, esa sensación de ir por un camino y, de pronto, encontrarse en una vereda para después llegar a un barranco donde no hay más salida que abortar la misión o morir en el intento.

Como la banalidad es uno de los temas centrales de Ulises — cuyo horizonte simbólico es inacabable— los expertos recomiendan leerlo después de haber terminado la Odisea, de Homero, para comprender las referencias del escritor irlandés a la mitología griega.

Sin embargo, hay quienes no piensan que otras lecturas sean fundamentales para entenderlo. Alejandro Toledo, autor del libro James Joyce y sus alrededores (2005), defiende la idea de leerla sola porque se trata de una novela cómica y experimental que puede ser leída desde un gran sentido del humor.

“Joyce tenía una tía a la que recomendó leer primero la Odisea antes que el Ulises, pero ella no le hizo caso. Entonces le recomendó leer Las aventuras de Ulises, de Charles Lamb, que es una versión para niños de los viajes de Odiseo. Eso enriquecería la lectura”, añade Toledo.

La basura que llegó a la cumbre

En Irlanda, la superstición es un elemento central desde tiempos de la cultura celta. James Joyce, el más dublinés de los dublineses, era tan supersticioso que decidió publicar su novela el 2 de febrero de 1922 (02/02/1922) porque él nació el 2 de febrero de 1882 (02/02/1882).

Su estrategia pareció rendir frutos. Ulises no sólo pasó a la posteridad, sino que fue el libro más caro del siglo XX. Una extraña primera edición fue valuada por Book & Magazine Collector en 180 mil dólares (3 millones 700 mil pesos), lo mismo que cuesta un departamento promedio en la Ciudad de México. Y por si eso no fuera poco, también tiene un lugar en el mercado de los documentos antiguos. En el 2000, la casa Christie's subastó 27 páginas de un manuscrito de Ulises en 1.5 millones de dólares.

“Es el Everest de la narrativa mundial y siempre habrá alguien que quiera escalar esa cumbre”, afirma Toledo.

No opinó lo mismo la escritora y editora británica Virginia Woolf, quien después de haber leído 200 páginas dijo a The Times que no podía creer que hubiera leído “semejante basura”. Espetó que Joyce era un “obrero autodidacta, egoísta, insistente, teatral y, en última instancia, nauseabundo”. Y sentenció: “Si puedes cocinar la carne, ¿por qué comerla cruda?”.

A 100 años de aquellas violentas diatribas, la obra cumbre de Joyce hoy divide a la historia de la literatura en un antes y un después, según ha dicho el crítico Christopher Domínguez Michael.

“Joyce es el gran maestro de conjugar el realismo con lo simbólico, es el gran maestro de la prosa poética. Hace con la lengua lo que le da la gana”, apunta Argentina Rodríguez, quien sí recomienda leer, primero, la Odisea. Pero no sólo eso: también sugiere las lecturas de Hamlet, de Shakespeare, y de Dublineses, del mismo Joyce. “La lectura debe ser cronológica y acumulativa. Yo lo he leído de forma colectiva en coloquios y grupos y eso ayuda mucho. Quitémonos de la cabeza que Ulises es un texto sagrado: es un texto muy humano, muy lleno de música y con mucho humor”.

Más de mil páginas, sin embargo, parecen una empresa complicada para los más jóvenes, acostumbrados a los contenidos de 30 segundos de TikTok.

“Antes se hablaba de la generación Nintendo, que leyó todos los libros (de Harry Potter) de J. K. Rowling, algunos de ellos casi tan voluminosos como el Ulises. Hay que confiar en los jóvenes”, sugiere Toledo.

Aunque también, siempre, estará la voz de los más incendiarios, como la escritora británica Mikita Brottman, quien sostiene que hay muchas razones por las cuales la gente cree que hay libros que deben leerse: “inseguridad intelectual, esnobismo, temores residuales de clase, egoísmo y una especie de folclore supersticioso arraigado en la tradición”.

Ulises, de cualquier modo, hace lo que le da la gana.

¿De qué va?

Es, en resumen, la historia de una lucha por regresar a casa. Al igual que Homero contó la epopeya por la que tuvo que pasar Ulises para retornar a su hogar tras la guerra, enfrentándose a bestias en el Mar Mediterráneo, el Ulises de Joyce también debe volver a casa, pero no en el siglo VIII A.C., sino en el siglo XX, atravesando una ciudad de Dublín llena de banalidades, problemas cotidianos y atmósferas caóticas.

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El personaje principal de la novela de Joyce no se llama Ulises, sino Leopold Bloom. En los primeros capítulos aparece otro protagonista: Stephen Dedalus. Ambos son álter egos del autor. La historia está dividida en 18 capítulos y, de algún modo, refleja la naturaleza del hombre contemporáneo.

La historia de Ulises, de James Joyce, transcurre en 18 horas, pero se necesitan 18 años para leerla.

No son pocos los chistes sobre lo inhóspita que resulta, para muchos, la lectura de unos de los grandes clásicos de la literatura. Quizá, junto con la Biblia, sea el libro que todos dicen haber leído sin siquiera haber acabado las primeras páginas. Argentina Rodríguez, experta en James Joyce y maestra en letras inglesas de la UNAM, con estudios en Cambridge y Edimburgo, lo confiesa: “Me tardé 10 años en leerlo”.

El mismo Joyce decía que si él se había tardado casi 10 años escribiéndolo era porque a sus lectores les tomaría 100 años entenderlo. Los 100 años ya pasaron y la pregunta sigue siendo la misma: ¿por qué es tan difícil leerlo?

No puede dejarse de lado el nivel de los lectores de Ulises. Jorge Luis Borges fue uno de los más célebres. También Italo Calvino y Claudio Magris. Todos ellos intrépidos exploradores de las tierras literarias más salvajes. Aunque aquí habría que aclarar que el argentino —con todo y sus infinitas lecturas— admitió alguna vez que el mundo literario de Joyce no era precisamente un paseo en bicicleta.

“Confieso no haber desbrozado las seiscientas páginas que lo integran, confieso haberlo practicado solamente a retazos y, sin embargo, sé que lo es, con esa aventura y legítima certidumbre que hay en nosotros”, escribió Borges en Otras inquisiciones (1952).

A menudo señalado como un libro caótico, con constantes cambios de ritmo y estilos que extravían hasta al más avezado lector, Ulises no deja de estar al frente de los estantes de las librerías. Se han hecho cómics, novelas gráficas, películas y documentales sobre él. Incluso en Dublín hay recorridos turísticos de los lugares que visitó Leopold Bloom —el protagonista de la novela— y cada 16 de junio se celebra el Bloomsday en honor a él.

“James Joyce es un escritor que exige mucho de sus lectores. Hay que estar muy atentos cuando lo leemos, porque la recompensa es un placer irreemplazable. Se trata de una obra que, en palabras del propio Joyce, posee una escrupulosa mezquindad”, explica Rodríguez, quien además es traductora y ex becaria de la New York University.

Si hay algo que atemoriza a los lectores es el nihilismo narrativo, esa sensación de ir por un camino y, de pronto, encontrarse en una vereda para después llegar a un barranco donde no hay más salida que abortar la misión o morir en el intento.

Como la banalidad es uno de los temas centrales de Ulises — cuyo horizonte simbólico es inacabable— los expertos recomiendan leerlo después de haber terminado la Odisea, de Homero, para comprender las referencias del escritor irlandés a la mitología griega.

Sin embargo, hay quienes no piensan que otras lecturas sean fundamentales para entenderlo. Alejandro Toledo, autor del libro James Joyce y sus alrededores (2005), defiende la idea de leerla sola porque se trata de una novela cómica y experimental que puede ser leída desde un gran sentido del humor.

“Joyce tenía una tía a la que recomendó leer primero la Odisea antes que el Ulises, pero ella no le hizo caso. Entonces le recomendó leer Las aventuras de Ulises, de Charles Lamb, que es una versión para niños de los viajes de Odiseo. Eso enriquecería la lectura”, añade Toledo.

La basura que llegó a la cumbre

En Irlanda, la superstición es un elemento central desde tiempos de la cultura celta. James Joyce, el más dublinés de los dublineses, era tan supersticioso que decidió publicar su novela el 2 de febrero de 1922 (02/02/1922) porque él nació el 2 de febrero de 1882 (02/02/1882).

Su estrategia pareció rendir frutos. Ulises no sólo pasó a la posteridad, sino que fue el libro más caro del siglo XX. Una extraña primera edición fue valuada por Book & Magazine Collector en 180 mil dólares (3 millones 700 mil pesos), lo mismo que cuesta un departamento promedio en la Ciudad de México. Y por si eso no fuera poco, también tiene un lugar en el mercado de los documentos antiguos. En el 2000, la casa Christie's subastó 27 páginas de un manuscrito de Ulises en 1.5 millones de dólares.

“Es el Everest de la narrativa mundial y siempre habrá alguien que quiera escalar esa cumbre”, afirma Toledo.

No opinó lo mismo la escritora y editora británica Virginia Woolf, quien después de haber leído 200 páginas dijo a The Times que no podía creer que hubiera leído “semejante basura”. Espetó que Joyce era un “obrero autodidacta, egoísta, insistente, teatral y, en última instancia, nauseabundo”. Y sentenció: “Si puedes cocinar la carne, ¿por qué comerla cruda?”.

A 100 años de aquellas violentas diatribas, la obra cumbre de Joyce hoy divide a la historia de la literatura en un antes y un después, según ha dicho el crítico Christopher Domínguez Michael.

“Joyce es el gran maestro de conjugar el realismo con lo simbólico, es el gran maestro de la prosa poética. Hace con la lengua lo que le da la gana”, apunta Argentina Rodríguez, quien sí recomienda leer, primero, la Odisea. Pero no sólo eso: también sugiere las lecturas de Hamlet, de Shakespeare, y de Dublineses, del mismo Joyce. “La lectura debe ser cronológica y acumulativa. Yo lo he leído de forma colectiva en coloquios y grupos y eso ayuda mucho. Quitémonos de la cabeza que Ulises es un texto sagrado: es un texto muy humano, muy lleno de música y con mucho humor”.

Más de mil páginas, sin embargo, parecen una empresa complicada para los más jóvenes, acostumbrados a los contenidos de 30 segundos de TikTok.

“Antes se hablaba de la generación Nintendo, que leyó todos los libros (de Harry Potter) de J. K. Rowling, algunos de ellos casi tan voluminosos como el Ulises. Hay que confiar en los jóvenes”, sugiere Toledo.

Aunque también, siempre, estará la voz de los más incendiarios, como la escritora británica Mikita Brottman, quien sostiene que hay muchas razones por las cuales la gente cree que hay libros que deben leerse: “inseguridad intelectual, esnobismo, temores residuales de clase, egoísmo y una especie de folclore supersticioso arraigado en la tradición”.

Ulises, de cualquier modo, hace lo que le da la gana.

¿De qué va?

Es, en resumen, la historia de una lucha por regresar a casa. Al igual que Homero contó la epopeya por la que tuvo que pasar Ulises para retornar a su hogar tras la guerra, enfrentándose a bestias en el Mar Mediterráneo, el Ulises de Joyce también debe volver a casa, pero no en el siglo VIII A.C., sino en el siglo XX, atravesando una ciudad de Dublín llena de banalidades, problemas cotidianos y atmósferas caóticas.

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El personaje principal de la novela de Joyce no se llama Ulises, sino Leopold Bloom. En los primeros capítulos aparece otro protagonista: Stephen Dedalus. Ambos son álter egos del autor. La historia está dividida en 18 capítulos y, de algún modo, refleja la naturaleza del hombre contemporáneo.

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