GUANAJUATO, Gto. (OEM-Informex).- Vaya que la Orquesta Sinfónica del Estado de México (OSEM) sabe festejar, y no es para más, pues 50 años de alimentar el alma de los amantes de la música solo se podían celebrar en “la fiesta del Espíritu”.
Bajo la dirección de Rodrigo Macías, la OSEM celebró en el Festival Internacional Cervantino medio siglo de llevar alegría a los escenarios de México y el extranjero, con una historia colmada de grandes figuras que cimentaron las bases, desarrollan y mantienen a la agrupación como líder en la escena musical.
La primera parte de la presentación, fue una magra interpretación de Homenaje a Cervantes de Juan Pablo Moncayo, una selección muy adecuada para un evento que precisamente ha cobrado auge gracias al legado de Cervantes Saavedra.
Para la segunda parte, la OSEM se trasladó a Europa y con una delicadeza singular deleitó a un abarrotado teatro Juárez(claro, hasta donde las medidas de sanidad lo permitieron) con piezas de Mozart y Schumann.
La suiza, Nadège Rochat, vino a multiplicar la fulgente presentación de los mexiquenses con una ejecución de violonchelo fuera de serie, simplemente de otro mundo, simplemente Rochat.
De la violonchelista se pueden destacar muchos aspectos, sin embargo, lo que demuestra su compromiso y virtuosidad musical es que no utiliza notas musicales para hacer interpretar tan sublimes melodías.
A simple vista, parecería que Rochat estaría improvisando, pero no, cada nota, cada partitura, cada una de las piezas las tiene grabadas en su mente, sin duda una violonchelista fuera de serie.
A esa gran virtud se suma la destreza con que sus dedos recorren cada parte del diapasón a una velocidad luz con precisión milimétrica, que se refleja en los enormes suspiros que realizaba para recuperar el aliento tras intervenir en las obras.
Dicen que cuando uno muere y va al cielo los ángeles te reciben con dulces melodías, pues si ese es el caso, la noche de este miércoles todos los presentes en el teatro Juárez fallecimos por unos minutos y acariciamos las delicias del paraíso gracias a Rochat.
Después del breve momento en el paraíso, regresas a la vida solo para ver que los únicos ángeles en el lugar son los que están acuñados con finura en el chelo de la suiza.