CELAYA, Gto. - (OEM-Informex). - Octavio Ocampo es un artista trascendente no sólo por sus técnicas o por sus imágenes, si no por el espíritu que alienta su obra.
Egresado de la escuela nacional de pintura y escultura “La Esmeralda” (INBA), también estudió en el Art Institute de San Francisco, California. Dedicándose por un tiempo a la escenografía del cine mexicano y norteamericano.
Ocampo, con sus pinturas, nos reta a imaginar, descubrir e indagar que hay más allá de lo primordial, más allá de una mirada a simple vista.
Nacido en la ciudad de la cajeta, la puerta de Oro del Bajío, Celaya, Gto., el 28 de febrero de 1943, justo en el momento que, en Michoacán, el volcán Paricutín hacia erupción, el cielo envuelto en cenizas, daba la bienvenida a uno de los niños que iba hacer historia.
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Debido al extraño suceso ocurrido en su nacimiento, Octavio siempre se sintió especial, sentía que algo andaba demás en su cerebro, lo cual le daba habilidades extraordinarias, así también torpezas ilógicas, como el de no saber distinguir la derecha o la izquierda.
Aunque era un recién nacido, él tiene presente muchos de los sonidos, sensaciones e imágenes de la habitación del Hospital.
Su familia siempre estuvo involucrada en el arte, uno de ellos, su bisabuelo paterno Don Rafael Arroyo, quien pintó algunas de las casas que hasta hace poco todavía existían en la ciudad cajetera, también estaba su abuelo Gregorio Ocampo, el de profesión era médico,
sin embargo en sus ratos libres tallaba madera y tenía una habilidad excelente.
El tío Arnulfo, hermano mayor del papá de Octavio, era contador, carrera que le permitía mantener a su hermosa familia, formada por su esposa y sus cuatro hijas, el pintaba al óleo y acuarela, siempre buscaba el espacio y el momento para relajarse y así echar volar su imaginación.
Su padre, Rafael Ángel Ocampo, era Ingeniero mecánico electricista, nació en aquellos tiempos de Madero, se dedicó a la ciencia y al desarrollo de maquinaria agrícola.
Cuando se retiró, se puso a pintar con acuarelas bellos paisajes.
Su madre, Octaviana González, se dedicaba al hogar, hacía bellas artesanías de tela, tejido y le gustaba actuar con él, cuando tenía participación en la escuela.
Para Octavio, su principal motivación fue su madre, pues recuerda que cuando viajaban largas horas en carro, para tranquilizarlos les decía, <<Miren aquellas nubes, son borreguitos saltando la pradera y esas de allá, unos elefantes regordetes>> y fue esa obsesiva idea de buscar e imaginar objetos, siluetas, formas las que hoy día abundan en la cabeza del pintor.
Octavio Román Ocampo González, fue el segundo de cuatro hermanos: Ángel, Eduardo y Gregorio.
Desde pequeños sus padres buscaban actividades recreativas para que pudieran desenvolver esa inquietud de talento, tocaban piano, pintaban, bailaban y hacían espectáculos familiares.
Cómo estudiante nunca fue muy bueno, siempre pasaba de “panzazo” todas sus materias, excepto aquellas que tenían que ver con el arte y el dibujo.
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Odiaba estar encerrado en el salón de clases, siempre escogía sentarse cerca de la ventana para así poder admirar el cielo, buscar entre las nubes alguna figura, formas, objetos, cualquier cosa que le permitiera, soñar y crear.
Tomó clases con el profesor Salvador Zúñiga, quien le enseño variedad de técnicas, moldeado en barro, acuarela, óleo, cartonería entre otras.
El maestro Zúñiga, aparte de enseñar, hizo varios monumentos públicos y esculturas de las cuales aún se encuentran en la Ciudad de Celaya, cómo la del multifacético Eduardo Tresguerras aún costado del templo del Carmen, el Cura Hidalgo frente a la Calzada Independencia.
Desilusionado del fracaso que había obtenido en el medio artístico, a la edad de 33 años se dió cuenta que no tenía una carrera consolidada.
Poco a poco se fue dando a conocer por sus pinturas, hacia pequeños bazares en su casa de Tepoztlán, vendía sus obras a precios muy bajos.
Las primeras pinturas metamórficas fueron de su amigo Armando, su esposa y la actriz July Furlong.
Varios murales, cómo los que tenemos aún en la ciudad de Celaya, a la entrada del Palacio Municipal, lo cual sigue siendo motivo de visitas de varios turistas.
En los años 70 conoció al compositor guanajuatense José Alfredo Jiménez cuando se encontraba actuando en los Estudios América.
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El 17 de mayo de 1997, justo el día de su cumpleaños, su hermano Ángel falleció, fue un golpe demasiado fuerte para el pintor.
El arte es lo más sublime de la creación del ser humano, pero debe existir un mínimo de calidad para que exista, en un cantante debe haber un mínimo de voz, un mínimo de entonación, de armonía, es decir, en todas las artes debe de haber un mínimo de oficio, de calidad, porque entonces no es arte, es una mamarrachada.
Octavio Ocampo
Las obras del maestro Ocampo forman parte de varias colecciones en México y otros países; en el Instituto Nacional de Bellas Artes en México, en el Jimmy Carter Museum, de Atlanta, California y el Museo Reina Sofía, en Madrid, España.
En la Ciudad de Celaya se encuentra el Museo de Arte de Octavio Ocampo, donde exponen varias de sus obras más reconocidas, recientemente, el pasado 20 de diciembre del 2018, se inauguró la pintura "El Pipila" y se actualizó la obra de "Beethoven"
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OBRAS DESTACADAS:
- · A MOZART
- · JHON LENON
- · EL ESPEJO DE MARILYN
- · LOS MURALES DE PRESIDENCIA MUNICIPAL DE CELAYA
- · ZAPATA Y LIBERTAD
- · LAS VISIONES DEL QUIJOTE
- · APARICIÓN LUNAR.