/ domingo 25 de junio de 2023

Sabinos centenarios habitan en Pénjamo, Guanajuato

A gozar de los hijos del Tule en Churipitzeo, cuyas ramas esconden diferentes figuras de animales


Churipitzeo es una comunidad que es famosa por estar incluida en la canción “Pénjamo”, escrita por Rubén Méndez del Castillo y que inmortalizó Pedro Infante.

Pero más que la canción, lo que lleva muchos visitantes cada año a esa zona son los dos árboles considerados los hijos del árbol del Tule de Oaxaca: son dos enormes sabinos o ahuehuetes con una edad de alrededor de 700 años y ambos aún están vivos y en esplendor.

Precisamente Pénjamo significa “lugar de sabinos”, árbol que incluso forma parte de su escudo de armas, pero pocos saben por qué estaba este árbol ahí, hasta que conocen Churipitzeo, una población que está en los límites con La Piedad y que apenas tiene unos dos mil 200 habitantes, según el último censo del INEGI.

Miles de visitantes de municipios y estados aledaños como Jalisco, Michoacán y Querétaro llegan a Churipitzeo, que también cuenta con un balneario alrededor de un ojo de agua que lo nutre todo el año con aguas que bajan de la sierra de Pénjamo y que son las que alimentan a los ahuehuetes, pues esta pasa por debajo de ellos. Eso es lo que los mantiene vivos y creciendo.

Por sólo 20 pesos por persona se puede disfrutar de una de las cuatro albercas que pueden disfrutar durante todo el día. Se permite el acceso con alimentos y bebidas y siempre hay sombra, lo que hace un destino ideal para comer en familia el fin de semana.

Las albercas de Churipitzeo datan de 1943, cuando fueron construidos los baños públicos para aprovechar el agua que baja de la sierra y que por su pureza tiene nutrientes que mejoran la piel, relajan los músculos y curan dolores de articulaciones.

La leyenda de los hijos del Tule que habitan en Churipitzeo

Sobre los árboles hay leyendas que cuentan que uno de los primeros pobladores que llegaron a la región de Pénjamo logró traer una rama del árbol de Tule de Oaxaca, la cual habría sido dejada en la zona que hoy es Churipitzeo, de donde creció el árbol.

Un estudio del biólogo Alfredo Gómez Enríquez indicó en 2019 que los árboles de Churipitzeo tenían alrededor de 700 años y que incluso podían ser considerados “árboles adolescentes”, si se tomaba en cuenta que el árbol de Oaxaca se estima que tiene unos dos mil años de vida.

En el estudio “Los Tules de Guanajuato” cuenta que para rodear al árbol más grande de Churipitzeo fueron necesarias 18 personas tomadas de las manos y con los brazos extendidos.

Y así como el de Oaxaca, los árboles ahuehuetes de Churipitzeo esconden figuras de animales entre sus ramas, como un elefante y un cocodrilo, por lo que se han convertido en un atractivo natural más que tiene este municipio. Además, en primavera y verano, en los equinoccios, Churipitzeo suele llenarse de visitantes, quienes acuden a abrazar al que llaman también “árbol de la vida” o el “árbol siempre joven”, para recargar energías.

Churipitzeo, el pueblo donde se detuvo el tiempo

Churipitzeo tiene un Paseo que es casi tan visitado como los árboles que le dan fama. La magia radica en que ahí parece que el tiempo no ha pasado, que todo se detuvo. Todavía llegan mujeres que acuden a lavar a mano su ropa en un pequeño ojo de agua.

Te puede interesar: Conoce los destinos turísticos que puedes visitar a 2 horas de distancia

Y no hay desperdicio, porque incluso el agua que se mezcla con jabones se utiliza para regar los jardines que hay a un costado del Paseo de Churipitzeo, por lo cual ese lugar también es conocido como “el siempre verde”.

Entrar al Paseo de Churipitzeo no tiene costo y si se quiere utilizar las albercas se debe pagar 20 pesos por persona y las pueden utilizar todo el día.



Churipitzeo es una comunidad que es famosa por estar incluida en la canción “Pénjamo”, escrita por Rubén Méndez del Castillo y que inmortalizó Pedro Infante.

Pero más que la canción, lo que lleva muchos visitantes cada año a esa zona son los dos árboles considerados los hijos del árbol del Tule de Oaxaca: son dos enormes sabinos o ahuehuetes con una edad de alrededor de 700 años y ambos aún están vivos y en esplendor.

Precisamente Pénjamo significa “lugar de sabinos”, árbol que incluso forma parte de su escudo de armas, pero pocos saben por qué estaba este árbol ahí, hasta que conocen Churipitzeo, una población que está en los límites con La Piedad y que apenas tiene unos dos mil 200 habitantes, según el último censo del INEGI.

Miles de visitantes de municipios y estados aledaños como Jalisco, Michoacán y Querétaro llegan a Churipitzeo, que también cuenta con un balneario alrededor de un ojo de agua que lo nutre todo el año con aguas que bajan de la sierra de Pénjamo y que son las que alimentan a los ahuehuetes, pues esta pasa por debajo de ellos. Eso es lo que los mantiene vivos y creciendo.

Por sólo 20 pesos por persona se puede disfrutar de una de las cuatro albercas que pueden disfrutar durante todo el día. Se permite el acceso con alimentos y bebidas y siempre hay sombra, lo que hace un destino ideal para comer en familia el fin de semana.

Las albercas de Churipitzeo datan de 1943, cuando fueron construidos los baños públicos para aprovechar el agua que baja de la sierra y que por su pureza tiene nutrientes que mejoran la piel, relajan los músculos y curan dolores de articulaciones.

La leyenda de los hijos del Tule que habitan en Churipitzeo

Sobre los árboles hay leyendas que cuentan que uno de los primeros pobladores que llegaron a la región de Pénjamo logró traer una rama del árbol de Tule de Oaxaca, la cual habría sido dejada en la zona que hoy es Churipitzeo, de donde creció el árbol.

Un estudio del biólogo Alfredo Gómez Enríquez indicó en 2019 que los árboles de Churipitzeo tenían alrededor de 700 años y que incluso podían ser considerados “árboles adolescentes”, si se tomaba en cuenta que el árbol de Oaxaca se estima que tiene unos dos mil años de vida.

En el estudio “Los Tules de Guanajuato” cuenta que para rodear al árbol más grande de Churipitzeo fueron necesarias 18 personas tomadas de las manos y con los brazos extendidos.

Y así como el de Oaxaca, los árboles ahuehuetes de Churipitzeo esconden figuras de animales entre sus ramas, como un elefante y un cocodrilo, por lo que se han convertido en un atractivo natural más que tiene este municipio. Además, en primavera y verano, en los equinoccios, Churipitzeo suele llenarse de visitantes, quienes acuden a abrazar al que llaman también “árbol de la vida” o el “árbol siempre joven”, para recargar energías.

Churipitzeo, el pueblo donde se detuvo el tiempo

Churipitzeo tiene un Paseo que es casi tan visitado como los árboles que le dan fama. La magia radica en que ahí parece que el tiempo no ha pasado, que todo se detuvo. Todavía llegan mujeres que acuden a lavar a mano su ropa en un pequeño ojo de agua.

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Y no hay desperdicio, porque incluso el agua que se mezcla con jabones se utiliza para regar los jardines que hay a un costado del Paseo de Churipitzeo, por lo cual ese lugar también es conocido como “el siempre verde”.

Entrar al Paseo de Churipitzeo no tiene costo y si se quiere utilizar las albercas se debe pagar 20 pesos por persona y las pueden utilizar todo el día.


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