CELAYA, Gto.- (OEM-Informex).- Algunas personas consideran que hay ofensas que son imperdonables. En este sentido, la doctora Serrano precisa que las ofensas más difíciles de perdonar son aquellas que provocan daños irreversibles.
Además, la psicóloga explica que la capacidad o dificultad para olvidar y dejar el rencor es diferente en función de la persona, pero también en función de la religión.
Lea la nota: Mi Semana Santa interior
"En el judaísmo es frecuente que se considere que algunas ofensas no son perdonables, mientras que en el catolicismo hay numerosas evidencias que sugieren que todo ha de ser perdonado", manifiesta.
La profesora pone como ejemplo un pasaje del evangelio de Mateo en el que Pedro le pregunta a Jesús: "Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete?". A esto, Jesús le responde: "No te digo hasta siete, sino aún hasta setenta veces siete".
La Semana Santa también es un momento en el que se revive el luto por la muerte de Jesús, algo que más tarde o más temprano a todos nos toca vivir en nuestro entorno cercano.
PROCESO DE DUELO
"Igual que perdonar es un proceso, el duelo también lo es", subraya Serrano. La psicóloga señala que afrontar una pérdida significativa implica una reorganización vital que, en ocasiones, llega a abarcar todas las áreas de la vida.
"En primer lugar, hace falta ir aceptando la realidad de la pérdida. La persona ya no está y hay innumerables situaciones del día a día que así me lo hacen saber. Después, es beneficioso poder ir experimentando y compartiendo las emociones asociadas a la pérdida: tristeza, rabia, etc.".
La experta prosigue: "Más tarde, se va haciendo necesario adaptarse a la nueva realidad en la que está ausente el fallecido, con todos los cambios que ello implica, como tal vez cambiar las costumbres, las tareas diarias o incluso un nuevo domicilio. Finalmente, habrá que recolocar emocionalmente al fallecido. El vínculo con esa persona ahora es interno y pasa a estar disponible una energía emocional que hay que reinvertir".
Por último, en Semana Santa se celebra la resurrección, un concepto que se puede aplicar a la vida si se entiende en el sentido de empezar de nuevo.
"Desde este planteamiento, la resurrección se podría considerar como presente allá donde se mire: a través de las diferentes etapas del desarrollo de la vida de toda persona, en cada aprendizaje, en cada comportamiento o hábito que se logra dejar atrás porque no contribuye a llevar a cabo una vida sana y equilibrada", afirma la psicóloga.
"Se podría decir que renacen relaciones de pareja o de amistad que estaban desvitalizadas; que profesionalmente se puede renacer; que interiormente uno puede sentir que renace su esperanza cada día”. Si se cree que la resurrección o el renacimiento es una posibilidad, entonces las oportunidades de que efectivamente ocurra comienzan a aparecer y a multiplicarse. Es una cuestión de fe", concluye.