“Para no dejar a nadie atrás tenemos que contar con todas las personas”. Lema del Día Mundial de la Población 2024.
Si explicar el origen de la vida se fundamenta en teorías, no sorprende que en todas las ramas de la ciencia encontramos estas para entender los fenómenos naturales y los producidos por el hombre. Entendiendo que una teoría es la forma de explicar fenómenos que rodean la vida desde el punto de vista material y los de origen abstracto o impalpable, se tiene que echar mano a hipótesis y leyes establecidas por el hombre. Cito algunos ejemplos en distintas disciplinas. En Biología, la teoría de la evolución; en físico-química, la teoría atómica; en Física, la teoría de la relatividad; en Comunicación, la teoría crítica o la funcionalista. No es solo proponer el origen, evolución y por qué de las circunstancias y efectos de lo que nos rodea, la teoría debe tener características estructurales, ser sistemática, predictiva y fundamentada en la observación acuciosa de lo se observa en la naturaleza y las que surgen como consecuencia de experimentos en el laboratorio y de campo o de formas de reacción de grupos humanos ante estímulos internos y externos.
Haciendo de lado las alegorías bíblicas o las creencias religiosas fundadas en la Fe que no tienen ninguna relación con el tema, por consecuencia, aceptando que el origen de la vida es explicado por una o varias teorías, lógico es que, para el único ser con capacidad de raciocinio e intelectualidad, el siguiente paso sería casarlas con otra teoría, la teoría del conocimiento, cuyo centro la situamos con estructura anatómica y bioquímica propias en el cerebro humano. Por el lado metafísico sería una reflexión filosófica sobre la relación establecida entre el objeto y el sujeto de donde nace la generación del conocimiento.
La vida y la relación con la naturaleza y con nuestros congéneres pensantes, da origen a una gama de hipótesis y leyes en donde se asientan los principios para analizar de lo que ocurre o ha ocurrido en el conglomerado humano, lo que motiva ver la perspectiva del crecimiento demográfico y la mala distribución de los asentamientos humanos, que hace que los escépticos pongan en duda que el progreso de la ciencia y la investigación para producir más y de mejor calidad y poder nutritivo de los alimentos sea suficiente para dar de comer a las futuras generaciones lo que ocasionaría una hambruna de dimensiones globales y de consecuencias inimaginables.
Thomas Malthus (1766-1834) argumentando a que la población crecía en una progresión geométrica mientras los recursos de supervivencia, en particular los alimentos, lo hacían en progresión aritmética, sugirió no intervenir obstáculos naturales que frenan el crecimiento de la población tales como guerras, pestes y otras calamidades, ya que, aunado al aumento del número de nacimientos también aumentaría la pauperización gradual de la especie humana e incluso podría provocar su extinción. Obvio, el demógrafo y economista británico no contaba con la inminente “primera revolución industrial” que, aunque estuvo prácticamente limitada a la Gran Bretaña, dio origen a una serie de descubrimientos y métodos, entre ellos, cuestiones de salud y alimentación que cambió el panorama del futuro, sin mencionar lo que sucede en los tiempos presentes, que sería absurdo compáralo con hace dos siglos, no obstante que pesar de la pobreza de algunas regiones de la Tierra y aumento de la esperanza de vida, en términos globales nuestro mundo no es comparable con aquel entonces.
Quedan muchos espacios para llenar con estas observaciones: territorio, agua, bosques, selvas, fauna y un largo etcétera.
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