/ domingo 8 de septiembre de 2024

SINE QUA NON

LA POLÍTICA HOY: ¿UN NAVÍO DE PAPEL?

Antes de entrar en materia, quiero decirles de manera respetuosa, incluso, afectuosa porque de ustedes depende esta colaboración, lo siguiente: Estimados lectores –enfatizando que lo son, sin alguna condición, dado que algunos de ustedes, me inquieren que “a quien le voy”- en razón de algunas de mis colaboraciones dominicales en este diario de larga data, debo decirles con todas las letras y con afán de aclarar cualquier duda: 1. No pertenezco a ningún Partido Político y, mis intervenciones en el ejercicio público-electoral han sido como invitado, siempre con afán de hacer buena política; 2. No me identifico con radicalismos, en principio porque resultan irracionales, incluso, lesivos o al final, inútiles; 3. Creo, con todos sus defectos, en la Democracia; y 4. Para quienes lo dudan, no recibo –ni admitiría- ninguna línea editorial forzada, ni de esta casa, ni de afuera; al igual, para mi fortuna, nunca he sido limitado o censurado. Tampoco y eso es muy claro, escribo por encargo o consigna, ni soy un columnista “fantasma”, es decir, una especie de testaferro periodístico. Me esfuerzo, con todo y bombardeo –al que todos estamos expuestos- en ser un libre pensador y en consecuencia, ídem en mis escritos. (Ya me preguntó mi nieta si estoy enojado, ya que aquí me acompaña hoy, al tiempo de escribir esta colaboración, pero no, por supuesto, soy claro nada más).

Es posible que alguna persona, en particular en funciones políticas, se llegue a molestar por mis mensajes, sin embargo –lo que aprecio-, nunca me han atacado, ni evitado, lo que quiere decir, creo, les han servido mis críticas porque, es evidente que invitan a la reflexión, así como al grueso de ustedes, estimados lectores. Sé que no es usual que un columnista de opinión, dé este tipo de explicaciones, pero al menos considero que todos los lectores, merecen claridad. Esa condición haciendo honor al título de mi columna; es la esencia que hace posible mi estancia aquí, cada domingo, desde el 2009, a la fecha. En fin.

En el centro del “huracán” que se desata por la maniobras, por las posturas encontradas y muy difícil de digerir a la primera, en la llamada –para no pocos, de manera eufemística y es un hecho notorio- “Reforma al Poder Judicial de la Federación” (Y parece que ya echaron la red también a los Poderes Locales, lo que suena a que así será, al menos en los Estados donde gobierna el Partido Magenta); hay desde luego, como en todo: Pros y contras.

Sin polemizar más de lo racionalmente oportuno, tenemos que: 1. Argumentos a favor: Que funcione de manera más transparente y con rendición de cuentas; en la inteligencia de una apertura democrática (La controversia mayor: La elección popular de jueces, magistrados y ministros); reducción de la corrupción, nepotismo, privilegios; acceso a la Justicia, haciendo el sistema eficiente, eficaz y, equitativo. En contraposición, 2. Pérdida de la independencia judicial, precisamente por el riesgo de influencias nocivas, intereses político-electorales; politización del sistema judicial, dado el supuesto que los operadores judiciales, serían antepuestos por popularidad, no por su competencia, mérito y capacidad; impacto laboral, por la “guillotina” aplicada a los operadores actuales y suplirlos de manera casi inmediata, violentando sus derechos laborales, su carrera judicial, fideicomisos, etcétera, y un punto casi olvidado, el perjuicio para los justiciables, en la resolución de sus asuntos, de por sí, en una administración nada ágil.


LA CONDICIÓN SINE QUA NON: No es posible tapar el sol, con un dedo, dice el sabio adagio popular. La reforma, vista como un imperativo político, le faltó horneado, sin perjuicio que está en el aire ya más decididamente, desde el mes de febrero del año en curso, pero se dejó y ahora, todos tienen “prisa”, unos para su aprobación, incluso, “sin quitar una coma”, según se ordena desde Palacio –con o sin razón de la transición- y si la tomamos como una necesidad social, tiene otro sentido, porque nadie puede negar que sí hace falta una reforma judicial, o más propiamente dicho, a la Ley Suprema y las que de ella emanen de forma secundaria, en el mismo tema. Por ejemplo, insisto, la Ley de Amparo, y quitarle demasiados tecnicismos que la hace difícil en su propio objetivo: La accesibilidad a un recurso legal de defensa, más cuando siguen algunas autoridades violando la Constitución, con el pretexto de “ejercer el Poder”. Y otros, para atajar y evitar la reforma como va. Es lo que hay. Cuídense.

LA POLÍTICA HOY: ¿UN NAVÍO DE PAPEL?

Antes de entrar en materia, quiero decirles de manera respetuosa, incluso, afectuosa porque de ustedes depende esta colaboración, lo siguiente: Estimados lectores –enfatizando que lo son, sin alguna condición, dado que algunos de ustedes, me inquieren que “a quien le voy”- en razón de algunas de mis colaboraciones dominicales en este diario de larga data, debo decirles con todas las letras y con afán de aclarar cualquier duda: 1. No pertenezco a ningún Partido Político y, mis intervenciones en el ejercicio público-electoral han sido como invitado, siempre con afán de hacer buena política; 2. No me identifico con radicalismos, en principio porque resultan irracionales, incluso, lesivos o al final, inútiles; 3. Creo, con todos sus defectos, en la Democracia; y 4. Para quienes lo dudan, no recibo –ni admitiría- ninguna línea editorial forzada, ni de esta casa, ni de afuera; al igual, para mi fortuna, nunca he sido limitado o censurado. Tampoco y eso es muy claro, escribo por encargo o consigna, ni soy un columnista “fantasma”, es decir, una especie de testaferro periodístico. Me esfuerzo, con todo y bombardeo –al que todos estamos expuestos- en ser un libre pensador y en consecuencia, ídem en mis escritos. (Ya me preguntó mi nieta si estoy enojado, ya que aquí me acompaña hoy, al tiempo de escribir esta colaboración, pero no, por supuesto, soy claro nada más).

Es posible que alguna persona, en particular en funciones políticas, se llegue a molestar por mis mensajes, sin embargo –lo que aprecio-, nunca me han atacado, ni evitado, lo que quiere decir, creo, les han servido mis críticas porque, es evidente que invitan a la reflexión, así como al grueso de ustedes, estimados lectores. Sé que no es usual que un columnista de opinión, dé este tipo de explicaciones, pero al menos considero que todos los lectores, merecen claridad. Esa condición haciendo honor al título de mi columna; es la esencia que hace posible mi estancia aquí, cada domingo, desde el 2009, a la fecha. En fin.

En el centro del “huracán” que se desata por la maniobras, por las posturas encontradas y muy difícil de digerir a la primera, en la llamada –para no pocos, de manera eufemística y es un hecho notorio- “Reforma al Poder Judicial de la Federación” (Y parece que ya echaron la red también a los Poderes Locales, lo que suena a que así será, al menos en los Estados donde gobierna el Partido Magenta); hay desde luego, como en todo: Pros y contras.

Sin polemizar más de lo racionalmente oportuno, tenemos que: 1. Argumentos a favor: Que funcione de manera más transparente y con rendición de cuentas; en la inteligencia de una apertura democrática (La controversia mayor: La elección popular de jueces, magistrados y ministros); reducción de la corrupción, nepotismo, privilegios; acceso a la Justicia, haciendo el sistema eficiente, eficaz y, equitativo. En contraposición, 2. Pérdida de la independencia judicial, precisamente por el riesgo de influencias nocivas, intereses político-electorales; politización del sistema judicial, dado el supuesto que los operadores judiciales, serían antepuestos por popularidad, no por su competencia, mérito y capacidad; impacto laboral, por la “guillotina” aplicada a los operadores actuales y suplirlos de manera casi inmediata, violentando sus derechos laborales, su carrera judicial, fideicomisos, etcétera, y un punto casi olvidado, el perjuicio para los justiciables, en la resolución de sus asuntos, de por sí, en una administración nada ágil.


LA CONDICIÓN SINE QUA NON: No es posible tapar el sol, con un dedo, dice el sabio adagio popular. La reforma, vista como un imperativo político, le faltó horneado, sin perjuicio que está en el aire ya más decididamente, desde el mes de febrero del año en curso, pero se dejó y ahora, todos tienen “prisa”, unos para su aprobación, incluso, “sin quitar una coma”, según se ordena desde Palacio –con o sin razón de la transición- y si la tomamos como una necesidad social, tiene otro sentido, porque nadie puede negar que sí hace falta una reforma judicial, o más propiamente dicho, a la Ley Suprema y las que de ella emanen de forma secundaria, en el mismo tema. Por ejemplo, insisto, la Ley de Amparo, y quitarle demasiados tecnicismos que la hace difícil en su propio objetivo: La accesibilidad a un recurso legal de defensa, más cuando siguen algunas autoridades violando la Constitución, con el pretexto de “ejercer el Poder”. Y otros, para atajar y evitar la reforma como va. Es lo que hay. Cuídense.

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domingo 08 de septiembre de 2024

SINE QUA NON

Erick Salgado