/ domingo 7 de julio de 2024

SINE QUA NON

SAÚL GARCÍA CORNEJO

LAS BIBLIOTECAS

En los tiempos actuales y con mayor énfasis desde la Pandemia del Covid-19, sin perjuicio de su nombre científico, sin descontar que, en la realidad hay poca afluencia a esos templos en que se resguarda la sabiduría –con sus excepciones, que no faltan-. Tales archivos, han dejado de ser visitados de manera física, por el sinnúmero de visitantes, siendo estudiantes los más asiduos, en razón de sus tareas escolares.


No se puede soslayar que, hay otro factor determinante para la mínima afluencia a tales biblo-acervos: La tecnología informática, o también como se conoce de manera coloquial ya, la Internet, incluso, existen plataformas de más especialización académica, que trasciende lo llanamente escolar.


¿Entonces estamos ante una inminente extinción de las bibliotecas materiales? Por supuesto que es muy ligero tal discernimiento inquisitivo, y no sólo desde un enfoque de la tradición. Más que un lugar de almacenamiento de libros o documentos en general, o secciones especializadas como periódicos, revistas, catálogos, manuscritos de importancia, etcétera, o incluso, la palabra también sirve para hacer referencia al mueble contenedor. En fin.


Hay que hacer un poco de historia para recordar el origen. Se dice por varios investigadores que tales lugares son de larga data, más de tres mil años atrás y que se originaron en Mesopotamia. Las más famosas: La de Alejandría, en Egipto –tal vez la más copiosa y completa, pero destruida por bárbaros conquistadores romanos, incluso, se culpa a Julio César, pero hay versiones encontradas que no quedó vestigio, y otras que se salvaron documentos y que se reconstruyó, aunque es parte de su leyenda- y la de Pérgamo, en Asia Menor, en lo que hoy, es Turquía. Como dato curioso, es que los “libros” inicialmente eran tablillas de barro, ya después de pergamino (Piel animal), y después de papel, invento chino. Este último acontecimiento tardó en penetrar en el mundo fuera de Asia, al menos cinco o seis centurias y que propició el invento de una máquina considerada “del demonio”, la imprenta.


Ya en la Edad Media, los custodios naturales de libros, fue en los monasterios. Muy posiblemente porque eran sus miembros y cofrades, los pocos que sabían leer y también, por resguardo. Se creía a pie juntillas que dar acceso a las obras, era como dar de comer “perlas a los cuinos”. Es lógico que en esa época no hubiera pues, bibliotecas públicas. Por fortuna, esa puerta del conocimiento, se abrió después de la era oscurantista. Y las bibliotecas, en particular, las públicas dejaron entrar a la curiosidad de saber. Lo que se acrecentó con el nacimiento de las Universidades con visión Humanista. Aunque hay que decir, que eran para eruditos o estudiosos de los temas de ese tiempo, que igual que las almacenes de libros, surgieron ideas, y teorías que iban a cimbrar al mundo y, la Religión, la Teología, la Filosofía, las Artes, la Política, etcétera.


LA CONDICIÓN SINE QUA NON: Hoy, en el mundo que está invadido de manera popular por las nuevas tecnologías, medios electrónicos y virtuales o digitales, que además ya se ofrecen en las bibliotecas modernas o actuales, como lugares de búsqueda de información, de lectura, de estudio; no desaparecerán, sino que se van transformando a las “nuevas realidades”, pues es una necesidad humana el saber y aprender, investigar e ir descubriendo, inventado fórmulas para mejor vivir –aunque hay también el lado negativo del mal uso de la información y el aprendizaje-. Así que no abandonemos las bibliotecas, sea material o virtualmente. Es lo que hay. Cuídense.

SAÚL GARCÍA CORNEJO

LAS BIBLIOTECAS

En los tiempos actuales y con mayor énfasis desde la Pandemia del Covid-19, sin perjuicio de su nombre científico, sin descontar que, en la realidad hay poca afluencia a esos templos en que se resguarda la sabiduría –con sus excepciones, que no faltan-. Tales archivos, han dejado de ser visitados de manera física, por el sinnúmero de visitantes, siendo estudiantes los más asiduos, en razón de sus tareas escolares.


No se puede soslayar que, hay otro factor determinante para la mínima afluencia a tales biblo-acervos: La tecnología informática, o también como se conoce de manera coloquial ya, la Internet, incluso, existen plataformas de más especialización académica, que trasciende lo llanamente escolar.


¿Entonces estamos ante una inminente extinción de las bibliotecas materiales? Por supuesto que es muy ligero tal discernimiento inquisitivo, y no sólo desde un enfoque de la tradición. Más que un lugar de almacenamiento de libros o documentos en general, o secciones especializadas como periódicos, revistas, catálogos, manuscritos de importancia, etcétera, o incluso, la palabra también sirve para hacer referencia al mueble contenedor. En fin.


Hay que hacer un poco de historia para recordar el origen. Se dice por varios investigadores que tales lugares son de larga data, más de tres mil años atrás y que se originaron en Mesopotamia. Las más famosas: La de Alejandría, en Egipto –tal vez la más copiosa y completa, pero destruida por bárbaros conquistadores romanos, incluso, se culpa a Julio César, pero hay versiones encontradas que no quedó vestigio, y otras que se salvaron documentos y que se reconstruyó, aunque es parte de su leyenda- y la de Pérgamo, en Asia Menor, en lo que hoy, es Turquía. Como dato curioso, es que los “libros” inicialmente eran tablillas de barro, ya después de pergamino (Piel animal), y después de papel, invento chino. Este último acontecimiento tardó en penetrar en el mundo fuera de Asia, al menos cinco o seis centurias y que propició el invento de una máquina considerada “del demonio”, la imprenta.


Ya en la Edad Media, los custodios naturales de libros, fue en los monasterios. Muy posiblemente porque eran sus miembros y cofrades, los pocos que sabían leer y también, por resguardo. Se creía a pie juntillas que dar acceso a las obras, era como dar de comer “perlas a los cuinos”. Es lógico que en esa época no hubiera pues, bibliotecas públicas. Por fortuna, esa puerta del conocimiento, se abrió después de la era oscurantista. Y las bibliotecas, en particular, las públicas dejaron entrar a la curiosidad de saber. Lo que se acrecentó con el nacimiento de las Universidades con visión Humanista. Aunque hay que decir, que eran para eruditos o estudiosos de los temas de ese tiempo, que igual que las almacenes de libros, surgieron ideas, y teorías que iban a cimbrar al mundo y, la Religión, la Teología, la Filosofía, las Artes, la Política, etcétera.


LA CONDICIÓN SINE QUA NON: Hoy, en el mundo que está invadido de manera popular por las nuevas tecnologías, medios electrónicos y virtuales o digitales, que además ya se ofrecen en las bibliotecas modernas o actuales, como lugares de búsqueda de información, de lectura, de estudio; no desaparecerán, sino que se van transformando a las “nuevas realidades”, pues es una necesidad humana el saber y aprender, investigar e ir descubriendo, inventado fórmulas para mejor vivir –aunque hay también el lado negativo del mal uso de la información y el aprendizaje-. Así que no abandonemos las bibliotecas, sea material o virtualmente. Es lo que hay. Cuídense.

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