No es cuestión de enfoque
Nunca está demás, intentar hacer un recuento acerca de lo mejor que tiene nuestro país, y prácticamente nos quedaremos de acuerdo en que, entre las bondades del clima, la diversidad geográfica, los recursos naturales, la historia, la cultura, entre otros, siempre serán como una fuente de inspiración para sentirnos orgullosos de nuestro país. De pasada nos deja una especial idea el orgullo de ser mexicano.
Es verdad que somos una de las economías más importantes del planeta en términos territoriales. También estamos entre los 15 países más grandes del mundo, y así me podría seguir con cualquier cantidad de referencias, pasando por la reserva de petróleo, lo extenso de los litorales y toda la diversidad vegetal que nos acompaña nuestra nación.
Sin que deje de pensar que esto es, en efecto, una muy superficial enumeración de nuestra realidad, no dejaré de resaltar la importancia que tiene pasar al siguiente plano, el que se refiere a la vida cotidiana del país. En este siglo XXI, la que se refiere específicamente a las cifras que más claramente describen la realidad de una nación y entonces es inevitable que asumamos indicadores, promedios, datos que nos permiten identificar un solo concepto que puede ser complejo, pero que engloba todos los demás: desarrollo económico.
Es indispensable contar con mediciones de tantas variables, como sea posible, que nos permitan reflejar un concepto tan complejo, tan versátil, y por desgracia tan manipulable.
1. Cómo evoluciona el nivel de vida promedio de la población de nuestro país.
2. Cómo se identifica la generación de ingresos.
3. El crecimiento económico para explicar el nivel de vida de la población.
4. Los indicadores que nos refieren al conocimiento de la mejora en el bienestar de la población en su totalidad, es decir, la distribución del ingreso entre los mexicanos.
5. Las variables que resumen la interacción entre el crecimiento económico y la desigualdad, es decir, la pobreza en México.
La variable más importante para referirnos al desarrollo económico de una nación, de cualquier nación del mundo, es la capacidad de generar ingresos por sus habitantes, es verdad que este concepto debiera de ser mucho más amplio que un ingreso económico, generalmente se conoce como el PIB per cápita, aunque esta es una excelente aproximación de los recursos económicos que generan y que obtienen los ciudadanos de un país; el PIB total permite mantener la referencia en este ingreso con relación al comportamiento económico de las demás naciones en donde se mide este indicador, por ejemplo: mientras que en términos de PIB total México está en el lugar número 11 del mundo; cuando se mide el PIB per cápita México se encuentra en el lugar 67 de 191 países según estudios referenciados por la OCDE.
Uno de los indicadores que más clarifican, las referencias macroeconómicas de un país es el índice de desarrollo humano (IDH) este índice fue propuesto por la oficina del programa de Naciones Unidas para el desarrollo y con el objetivo de crear un indicador que considerará las capacidades promedio de los países. Este índice incluye además del PIB per cápita, el promedio de educación básica y la esperanza de vida promedio de los países, con lo cual se puede conocer qué tantas oportunidades tienen los países en tres dimensiones del desarrollo: la económica, la educativa y la de salud, México ocupa el lugar 74 de 188 países, lo cual nos pone en una posición más complicada en la que se podría evaluar al medir sólo el PIB.
La pregunta obligada podría ser: ¿De qué depende el nivel de vida de un país?
Primordialmente del crecimiento económico que haya tenido en décadas anteriores, es decir, la diferencia en el nivel de ingreso que conocemos en México, y en otros países es producto de las diferencias en el nivel de crecimiento económico, durante un tiempo largo, es decir, evaluar el crecimiento económico de largo plazo.
Entre 1950 y 1981 el crecimiento promedio en nuestro país fue de 3.4%, después ha sido un crecimiento de 0.6%. Si bien es importante reconocer que hubo momentos de crecimiento entre 1988 y 2000 los periodos de reducción del crecimiento trajeron un crecimiento neto bajo entre 1981 y 2017, que se traduce en un casi nulo, crecimiento en el nivel de vida promedio, esto se refleja también en el mercado laboral.
Para el año 2024, se estima que el PIB de México crecerá 1.4% con algunas señales de preocupación en varios segmentos de la actividad económica como la construcción y el comercio.
Sólo la Secretaría de Hacienda y crédito público es optimista al sugerir que el país crecerá 3% en este año. De allí en adelante las organizaciones internacionales y nacionales como el Banco Mundial, la OCDE, el FMI, CEPAL, IMEF entre otras coinciden en que no será así. El crecimiento estimado será de 1.6%.
La inseguridad pública, la gobernanza y la turbulencia en los mercados cambiarios son algunos factores que podrían obstaculizar el crecimiento económico del país, y por lo tanto darle sustento a la incertidumbre económica que vivimos en estos tiempos.
Quizá algunos conceptos relacionados con aspectos económicos, podrían tener una expresión diferente, otras dimensiones, si entre los agentes económicos que toman decisiones que afectan a todo el país, al menos se dieran la oportunidad de ensayar criterios con los cuales la interpretación económica podría generar espacios de oportunidad, por ejemplo: Dejar de separar los indicadores económicos de los indicadores de desarrollo humano. Desde la perspectiva del pensamiento social cristiano, el desarrollo de las civilizaciones lo que cuenta es la persona, cada persona, cada agrupación de personas hasta comprender la dinámica de una entidad y del país mismo, es decir lo que lo que proponemos en materia de economía se haga desde la perspectiva de la persona, partiendo de una visión antropológica y no sólo de un ejercicio que se refiere a la producción o al desarrollo econométrico, porque la finalidad fundamental de la producción no es el mero incremento de los productos tampoco es el lucro o el poder de controlar esos productos es fundamentalmente el servicio a la persona de manera integral, teniendo en cuenta el orden de sus necesidades materiales, pero también de sus exigencias intelectuales, morales, espirituales y religiosas, sin distinción de raza o situación personal.
Por estas razones hablar del proceso económico implica hablar de quien conduce ese proceso económico, la finalidad que se persigue, el beneficio o perjuicio que le reporta y la actividad económica como toda actividad es al final de cuentas, trabajo.
Desde esta perspectiva del pensamiento social cristiano, que quiere decir; sino el desarrollo integral de toda la persona y de todas las personas.
No es una simple suma de intereses particulares, sino que implica su valoración y armonía, y por lo tanto requiere una jerarquización y en última instancia una exacta comprensión de la dignidad y de los derechos de las personas.
Son exigencias del bien común, el que existan políticas públicas que consideren el dar ocupación al mayor número de trabajadores en el país, evitar que se constituyan categorías privilegiadas, mantener una adecuada proporción, entre salarios y precios y hacer accesibles, bienes y servicios al mayor número de ciudadanos; eliminando o conteniendo los desequilibrios económicos, entre los sectores de la economía primaria, como la agricultura, de la economía secundaria y los servicios.
También se requiere una gestión de equilibrio entre la expansión económica y el adelanto en la mejora de los servicios públicos esenciales para la población.
Es indispensable en esta visión que se ajusten las estructuras productivas a los progresos de las ciencias, del conocimiento y de las nuevas tecnologías para concordar los mejoramientos en la vida de las generaciones presentes y futuras con el propósito de preparar un porvenir mejor.
En cambio, También son exigencias del bien común en un plano global, evitar todas forma de concurrencia desleal entre las economías de los países para favorecer la colaboración en sociedades de países por razones ideológicas o donde prevalece la visión de un movimiento político por encima de la visión de servicio a la sociedad nacional.
Es decir, que no se trata solo de una confrontación ideológica de corte liberal o la visión contrapuesta del viejo discurso del reparto en partes iguales porque en ambas visiones prevalece como prioridad, el control del poder político, someter las estructuras políticas a una visión ideológica en donde la prioridad no es el servicio a la sociedad que se gobierna, todo lo contrario, es el mecanismo para mantener el control político y servirse de los bienes que la sociedad organizada genera para la propia subsistencia y para el desarrollo económico, como sea descrito en líneas anteriores.
Lo que está sucediendo en nuestro país tiene que ver con la sujeción del modelo de desarrollo económico a una visión ideológica, que por otro lado sólo ha demostrado indicadores de fracaso, sólo ha servido para sustentar una visión autócrata, con apariencia humanista, repartir dinero, sin duda, genera un bien en la respuesta inmediata, pero produce un efecto indeseado que impacta en el potencial del desarrollo económico de una nación y afecta de manera irremediable la visión de futuro para el desarrollo de ese país.
No hay un solo caso en la historia moderna del mundo de un modelo ideológico socialista o social- demócrata; ya sea que se configura de origen o como respuesta a un proceso liberal o neoliberal, que pueda sustentarse como un modelo de desarrollo económico, que cifre su éxito en la transformación de los indicadores en la calidad de vida de sus habitantes.
La distribución de recursos como resultado de un proyecto de gastos social, que no está acompañada de una estrategia de promoción del trabajo remunerado, no tiene posibilidad de contribuir de manera sustantiva al desarrollo económico de un país, en una primera instancia es de felicitarse la dispersión de un recurso que se obtiene por contribuciones fiscales y que no genera fondos de inversión, por el contrario, impide la posibilidad de fondos de inversión.
Éste es un ejercicio de desarrollo económico con la visión socialista que se termina en el corto plazo y no producirá mejores escenarios para las nuevas generaciones del país en tanto no instrumente la premisa del desarrollo humano como fruto del respeto, a su dignidad de ser persona y su capacidad de transformar la realidad para generar mejores condiciones de vida, mayor crecimiento y el respeto irrestricto de su dignidad de ser persona.
Hasta la próxima en PROSPECTIVA.
José Gerardo Mosqueda Martínez
gmgm@gerardomosqueda.com.mx