/ domingo 13 de octubre de 2024

María Ygnacia Carandia, una preceptora de Dolores Hidalgo como directora en la 2ª. Escuela de Niñas, ciudad de Guanajuato, 1853-1859.

José Juan Pérez Ramos

Muchos han sido los temas, decretos y disposiciones legales, que lograron dar una estructura al sistema educativo guanajuatense desde 1825, año en el cual, fue instalada la Normal Lancasteriana. Pero, no se pudo haber entendido lo anterior, sin la amplia participación de los hombres y mujeres especializados en el preceptorado. Tradicionalmente, las preceptoras que habían ocupado las direcciones en las escuelas públicas de primeras letras, al menos en la capital, tenían su domicilio registrado aquí. Era poco común, la llegada de otras maestras certificadas y provenientes de las municipalidades, a ocupar los puestos administrativos, debido ciertamente al control que ejercía el Ayuntamiento de Guanajuato, en las designaciones o nombramientos interinos y permanentes. Las mujeres decididas a emprender sus estudios completos de la carrera de Primeras Letras, tenían por consiguiente, cumplir los dos años de duración en todos los ramos de instrucción, considerados por los planes de estudios vigente para la época.

Un personaje destacado dentro del preceptorado femenino, ha sido María Ygnacia Carandia; la cual desde 1841, logró ser nombrada directora en la Escuela Pública de Niñas, adscrita a la población de Dolores Hidalgo. En el transcurso de 1843, ella concluyó sus estudios en la Normal y logró certificarse como “Preceptora de Primeras Letras”. La preparación obtenida en la institución académica, la hizo conocedora del sistema de enseñanza mutua, con lo cual, mejoró ciertamente la instrucción de la niñas en su municipalidad. No obstante, Carandia percibió un sueldo muy bajo, que de acuerdo a la documentación revisada al respecto, sabemos que ganaba $8 pesos mensuales; de los cuales, todavía destinaba en comprar materiales didácticos para sus pupilas, como las telas, las plumas y tintas para escribir, así también las hojas de papel. El amplio compromiso con la educación elemental femenina, fue determinada por la amplia vocación poseída. Esto en razón, de que cobraba muy poco como maestra y aun así, apoyaba a las educandas afín de que las mismas prosiguieran con sus estudios. Existe una referencia acerca del reconocimiento hecho por el gobierno a Carandia en 1851, precisamente por la enorme labor desempeñada en Dolores Hidalgo. Recordemos que dicha municipalidad, no contaba con altos ingresos o destinara un presupuesto elevado al pago de sus preceptores; distinto a los sueldos detentados en la capital estatal o en la ciudad de León.

Para 1853, la 2ª. Escuela de Niñas ubicada en la ciudad de Guanajuato, tenía varios años sin tener a una directora permanente; lo que motivó al Ayuntamiento a emitir la convocatoria de la plaza vacante. Aunque tenía al frente a una administradora interina, era necesario darle estabilidad a la institución.

Cuando salió dicho aviso, cuatro preceptoras se registraron para participar en el proceso de examinación ante las autoridades correspondientes. Se supo acerca de las referencias de cada contendiente. Concepción Cervantes obtuvo el título en 1850, pero al estar desempleada no tenía la experiencia requerida. María de Jesús Arnaís, desde 1848 venía ocupando el interinato directivo en León y hacia 1852, adquirió el nombramiento permanente. En la situación de María de Jesús Solís, ella se desempeñaba como administradora temporal en la 2ª. Escuela de Niñas y apenas, logró titularse de la Normal en 1852. La cuarta aspirante, era María Ygnacia Carandia, empleada en Dolores Hidalgo. De ésta última, dada la trayectoria avalada por recomendaciones acerca de la excelente función que desarrolló en la municipalidad, más los certificados mostrados y el alto desenvolvimiento durante la examinación, acabó por imponerse frente a sus competidoras. Esto hizo que obtuviera la plaza como directora. El periodo de gestión al frente del establecimiento, sucedió entre 1853 y 1859; repercutió en la proyección de la escuela.

La preceptora Carandia comenzó cobrando la cantidad de $400 pesos anuales, que comparado con los casi $100 pesos obtenidos en Dolores Hidalgo, la diferencia era sustancial. Sin embargo, ella decidió emitir una petición de aumento salarial al Ayuntamiento de Guanajuato, dando como resultado favorable a la solicitud. De esta manera, Carandia a mediados de enero de 1858, inició percibiendo $600 pesos anuales, divididos en 12 mensualidades. Este suceso mejoró la percepción económica para las directoras subsiguientes en el establecimiento, porque encontró en la directora mencionada, una voz que demandó un sueldo justo, el cual nunca hasta entonces se había logrado para una administradora en la 2ª. Escuela de Niñas. No obstante, en 1859 renunció al cargo, lo que generó dudas acerca de quién podía sucederla, considerando el prestigio que Carandia había otorgado a su institución.

Finalmente de la preceptora María Ygnacia Carandia podemos continuar hablando más cosas. La amplia experiencia forjada en aquella escuela de Dolores Hidalgo, la hizo ser sensible a las necesidades de sus educandas; pero también, dignificar su trabajo y valorarlo, por lo que no dudó en participar en la convocatoria hecha por el Ayuntamiento de Guanajuato. Aunque no sabemos con exactitud lo que pasaba por su mente, pues el orden imperante hasta entonces, era de que en la capital regularmente eran directoras y preceptoras auxiliares, las maestras avecindadas aquí mismo. De ésta forma, al obtener Carandia la plaza, también impulsó la presencia de las educadoras provenientes de otras municipalidades, abriendo el camino para dicha experiencia en 1853 tras su nombramiento. Por otro lado, fue consciente del papel de las mujeres en la educación, no titubeando al momento de ponderar una mejoría del sueldo, el cual logró favorablemente. Sin embargo, queda pendiente por la misma investigación histórica, profundizar en más aspectos de Carandia, por ejemplo, su legado realizado en la educación primaria, tanto en Dolores Hidalgo como en la ciudad de Guanajuato.


José Juan Pérez Ramos

Muchos han sido los temas, decretos y disposiciones legales, que lograron dar una estructura al sistema educativo guanajuatense desde 1825, año en el cual, fue instalada la Normal Lancasteriana. Pero, no se pudo haber entendido lo anterior, sin la amplia participación de los hombres y mujeres especializados en el preceptorado. Tradicionalmente, las preceptoras que habían ocupado las direcciones en las escuelas públicas de primeras letras, al menos en la capital, tenían su domicilio registrado aquí. Era poco común, la llegada de otras maestras certificadas y provenientes de las municipalidades, a ocupar los puestos administrativos, debido ciertamente al control que ejercía el Ayuntamiento de Guanajuato, en las designaciones o nombramientos interinos y permanentes. Las mujeres decididas a emprender sus estudios completos de la carrera de Primeras Letras, tenían por consiguiente, cumplir los dos años de duración en todos los ramos de instrucción, considerados por los planes de estudios vigente para la época.

Un personaje destacado dentro del preceptorado femenino, ha sido María Ygnacia Carandia; la cual desde 1841, logró ser nombrada directora en la Escuela Pública de Niñas, adscrita a la población de Dolores Hidalgo. En el transcurso de 1843, ella concluyó sus estudios en la Normal y logró certificarse como “Preceptora de Primeras Letras”. La preparación obtenida en la institución académica, la hizo conocedora del sistema de enseñanza mutua, con lo cual, mejoró ciertamente la instrucción de la niñas en su municipalidad. No obstante, Carandia percibió un sueldo muy bajo, que de acuerdo a la documentación revisada al respecto, sabemos que ganaba $8 pesos mensuales; de los cuales, todavía destinaba en comprar materiales didácticos para sus pupilas, como las telas, las plumas y tintas para escribir, así también las hojas de papel. El amplio compromiso con la educación elemental femenina, fue determinada por la amplia vocación poseída. Esto en razón, de que cobraba muy poco como maestra y aun así, apoyaba a las educandas afín de que las mismas prosiguieran con sus estudios. Existe una referencia acerca del reconocimiento hecho por el gobierno a Carandia en 1851, precisamente por la enorme labor desempeñada en Dolores Hidalgo. Recordemos que dicha municipalidad, no contaba con altos ingresos o destinara un presupuesto elevado al pago de sus preceptores; distinto a los sueldos detentados en la capital estatal o en la ciudad de León.

Para 1853, la 2ª. Escuela de Niñas ubicada en la ciudad de Guanajuato, tenía varios años sin tener a una directora permanente; lo que motivó al Ayuntamiento a emitir la convocatoria de la plaza vacante. Aunque tenía al frente a una administradora interina, era necesario darle estabilidad a la institución.

Cuando salió dicho aviso, cuatro preceptoras se registraron para participar en el proceso de examinación ante las autoridades correspondientes. Se supo acerca de las referencias de cada contendiente. Concepción Cervantes obtuvo el título en 1850, pero al estar desempleada no tenía la experiencia requerida. María de Jesús Arnaís, desde 1848 venía ocupando el interinato directivo en León y hacia 1852, adquirió el nombramiento permanente. En la situación de María de Jesús Solís, ella se desempeñaba como administradora temporal en la 2ª. Escuela de Niñas y apenas, logró titularse de la Normal en 1852. La cuarta aspirante, era María Ygnacia Carandia, empleada en Dolores Hidalgo. De ésta última, dada la trayectoria avalada por recomendaciones acerca de la excelente función que desarrolló en la municipalidad, más los certificados mostrados y el alto desenvolvimiento durante la examinación, acabó por imponerse frente a sus competidoras. Esto hizo que obtuviera la plaza como directora. El periodo de gestión al frente del establecimiento, sucedió entre 1853 y 1859; repercutió en la proyección de la escuela.

La preceptora Carandia comenzó cobrando la cantidad de $400 pesos anuales, que comparado con los casi $100 pesos obtenidos en Dolores Hidalgo, la diferencia era sustancial. Sin embargo, ella decidió emitir una petición de aumento salarial al Ayuntamiento de Guanajuato, dando como resultado favorable a la solicitud. De esta manera, Carandia a mediados de enero de 1858, inició percibiendo $600 pesos anuales, divididos en 12 mensualidades. Este suceso mejoró la percepción económica para las directoras subsiguientes en el establecimiento, porque encontró en la directora mencionada, una voz que demandó un sueldo justo, el cual nunca hasta entonces se había logrado para una administradora en la 2ª. Escuela de Niñas. No obstante, en 1859 renunció al cargo, lo que generó dudas acerca de quién podía sucederla, considerando el prestigio que Carandia había otorgado a su institución.

Finalmente de la preceptora María Ygnacia Carandia podemos continuar hablando más cosas. La amplia experiencia forjada en aquella escuela de Dolores Hidalgo, la hizo ser sensible a las necesidades de sus educandas; pero también, dignificar su trabajo y valorarlo, por lo que no dudó en participar en la convocatoria hecha por el Ayuntamiento de Guanajuato. Aunque no sabemos con exactitud lo que pasaba por su mente, pues el orden imperante hasta entonces, era de que en la capital regularmente eran directoras y preceptoras auxiliares, las maestras avecindadas aquí mismo. De ésta forma, al obtener Carandia la plaza, también impulsó la presencia de las educadoras provenientes de otras municipalidades, abriendo el camino para dicha experiencia en 1853 tras su nombramiento. Por otro lado, fue consciente del papel de las mujeres en la educación, no titubeando al momento de ponderar una mejoría del sueldo, el cual logró favorablemente. Sin embargo, queda pendiente por la misma investigación histórica, profundizar en más aspectos de Carandia, por ejemplo, su legado realizado en la educación primaria, tanto en Dolores Hidalgo como en la ciudad de Guanajuato.


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