Por José Juan Pérez Ramos
En el artículo anterior, alusivo al proyecto de una Escuela Normal Mixta forjada en diciembre de 1852, se explicó que realmente tuvo como propósito integrar a hombres y mujeres en una institución formadora del profesorado. En efecto, así lo fue pero dada la época, cada sexo tuvo sus propias sedes donde realizaban sus prácticas. De ahí, que el sentido de “Mixta” se dio por brindar los servicios de la carrera de Primeras Letras a todas las personas sin distinción; es decir, varones y féminas podían cursarla. No obstante, algo que destacó en dicho año, ha sido la primera experiencia que se dio en el estado, de una “Normal de Profesoras”, la cual sirvió como antecedente durante la gubernatura del Gral. Antillón, para crear una “Normal de Señoritas” casi a mediados de 1869. Pero veamos cómo se dio tal situación.
Durante la gestión del gobernador Lic. Octaviano Muñoz Ledo, comenzó a reconfigurarse el sentido y los alcances de la Escuela Normal Lancasteriana. No por quedarse obsoleta totalmente para la época sino más bien, porque era necesario modernizarla y adecuarla a las necesidades del sistema educativo guanajuatense. De esta manera, fue expedido el 22 de julio de 1852, el Proyecto del Reglamento para la Instrucción Primaria del Estado de Guanajuato. Con esta disposición se le dio énfasis en su sección cuarta, a todo lo relativo a la reorganización de la institución formadora del preceptorado.
De aquí, dos acontecimientos sobresalieron: el primero fue que la “Cátedra Normal”, que databa de 1831, ahora se le nombró “carrera de Profesores de Primeras Letras”. Representó el reconocimiento institucional a la labor del magisterio, cuyos estudios finalmente fueron considerados una “profesión” sustentados legalmente. Por otro lado, el segundo hecho relevante ha sido que, la 2ª. Escuela Pública (Municipal) de Niñas, fue declarada “Escuela Normal de Profesoras” en el artículo 103 del mencionado Reglamento. Entre los requisitos de ingreso para las mujeres aspirantes a profesoras, les fueron pedidos: la comprobación mediante un certificado, de su formación en las escuelas de primeras letras, de un documento que avalara su religión católica, así como las referencias de sus buenas costumbres, valores, domicilio. Además de sustentar un examen de sus conocimientos previos, justamente de la enseñanza elemental que habían recibido. De igual forma, la edad mínima para entrar a la Normal, fue fijada en los 16 años, en tanto a las féminas adultas, la edad de 30 años.
Ahora bien, dentro de las adecuaciones al plan de estudios de 1831, se integraron dos ramos más: el del aprendizaje de la asignatura de “Urbanidad” y el de “Derechos y Deberes Civiles”. El primero ya se tenía contemplado con el plan de estudios de 1827 bajo el término de “Urbanidad y Modales”, pero con el Reglamento de 1852, quedó definido al primer concepto. En tanto que el segundo ramo, fue acercando a las féminas sobre lo que les correspondía como “ciudadanas”, acorde al todavía vigente por esos años, de lo que estipulaba la Constitución del Estado de Guanajuato de 1826.
A pesar, de que el gobernador Muñoz Ledo en varias ocasiones se ausentaba de su ocupación, quedaba como “gobernador interino” el Lic. Antonio Bribiesca, quien continuaba el impulso dado a la Escuela Normal. Así, mucho antes de que el futuro gobernador Gral. Florencio Antillón, decretara la creación de dos escuelas normales, una de hombres y otra para mujeres en abril de 1869 y legisladas en 1870; lo cierto fue, que ya se tenían las primeras experiencias de un establecimiento específico, en la formación académica de las profesoras desde mediados de 1852. Sin embargo, la dirección de la Normal siempre estuvo detentada por un maestro, hasta que en 1869, por primera vez, una profesora fue designada “directora” de la Normal de Señoritas.
Por otra parte, en la reorganización de la Normal, ejecutada por Muñoz Ledo, la modernización requirió hacer cambios también en la dirección. El profesor Bartolo Mendoza dejó el cargo en diciembre de 1852, ante el nombramiento del bachiller Enrique Mathieu de Fossey. El maestro francés vino a desempeñar una importante función modernizadora del profesorado guanajuatense. Sus servicios también se ocuparon en el Colegio de la Purísima, al grado que para poder prestar instrucción, tuvo que ser “examinado” ante un jurado. Esto marcó un precedente, ya que por el su situación de extranjero, no pasó directamente a realizar sus funciones de docencia, sino que fue evaluado por las autoridades de la máxima casa de estudios de ese tiempo.
Como vemos, los tiempos iban cambiando y con ello, también el dinamismo de la Escuela Normal. Las mujeres aspirantes al profesorado siguieron matriculándose, al grado de que tenemos registros de 24 egresadas, entre 1854 y 1862, a las cuales se les otorgaron tras sus examinaciones, ya sea el certificado o el título de profesoras de “Primeras Letras” o de “Instrucción Primaria”. De este grupo, destacaron María de Jesús Aranda, las hermanas Josefa y Narcisa Hurquiza y Téllez, María Trinidad Ortega, Refugio Sandoval, Magdalena Rosas de Soto, Micaela Hernández (quien también se dedicó al periodismo, siendo una de las primeras mujeres articulistas para la época), María Josefa Aguiar, Cecilia Soriano, Paula Servín, Zeferina Macías. Sin embargo, hace falta más trabajo de investigación documental en otros municipios de la entidad, para identificar a sus profesoras que venían a recibirse en la ciudad de Guanajuato.
Finalmente, la investigación histórica de la educación en el estado, está comenzando a replantearse varias cosas, como por ejemplo, “visibilizar” a las mujeres en sus diferentes acepciones, como maestras, preceptoras o profesoras. Esto en efecto, es el comienzo de la búsqueda de nuevas explicaciones sobre la tradición del magisterio.