“Enseñaría a los niños música, física y filosofía; pero, sobre todo, música, porque los patrones en la música y en todas las artes son las claves del aprendizaje”. Platón
La música como expresión sonora del arte es tan explícita como lo es un mármol labrado como figura humana o el óleo de un retrato o un paisaje de tierra, agua y tormenta. El hecho que la música per se y la voz humana son captadas por el sentido del oído y ambas procesadas en el lóbulo temporal derecho del cerebro para conocimiento del que escucha, es la expresión artística más cercana a considerarla a modo de lenguaje debido a la capacidad de comunicar pensamientos, emociones y sentimientos. Idea nacida en el siglo XIX cuando musicólogos y antropólogos destacaron que había rasgos similares entre las disímbolas culturas del orbe, por lo que se concretó que la música es una forma de lenguaje universal capaz de comunicar entre cualquier cultura e idioma sin importar género, edad o raza. Sin embargo, los letrados se referían a la cultura occidental ya que entonces se daba poca atención a países orientales como la India, China o Japón, circunstancia que provocó debates si la música era o no era un lenguaje universal. Vale extenderlo a la pintura, a la escultura y a otras manifestaciones artísticas que llevan mensajes íntimos utilizando símbolos, alegorías e inclusive ficciones, términos que en las artes visuales son imágenes subliminales para el goce del que las ve. Puntualizando que, si la música es un lenguaje universal, es solo en sentido figurado porque se aparta del significado lingüístico de la palabra, pero relacionada por una asociación de ideas.
La RAE define como lenguaje “la capacidad del ser humano para comunicarse y expresarse con otros a través de sonidos articulados o de otros sistemas de signo” y la música como “Arte de combinar los sonidos con la voz humana o de los instrumentos, o de unos a otros a la vez, de suerte que produzcan deleite, conmoviendo la sensibilidad, ya sea alegre, ya sea tristemente”. Agrego la capacidad de afectar el ritmo cardíaco y respiratorio y las ondas cerebrales. Definición de la RAE que no incluye “comunicación” aunque, como decimos antes, es capaz de avivar sentimientos, faltando el concepto de ser universal. En esa palabra está la esencia de la música clásica, entendiéndola como la que se escucha en todo el mundo, perdura con el paso del tiempo y es real e intrínsecamente bella.
Yendo a lo nuestro, resultado del mestizaje, de tradiciones europeas, africanas y amerindias, la música mexicana en una forma de expresar el sentir del pueblo, buena parte tomada de melodías populares, escritas o vernáculas que no han pasado al pentagrama, simientes de obras sinfónicas. Sirva de ejemplo la obra musical que más interpretan sinfónicas y filarmónicas del mundo, Huapango de José Pablo Moncayo quien recogió sones populares veracruzanos o Silvestre Revueltas, quien dio identidad al paisaje sonoro mexicano a través de La noche de los Mayas, Sensemayá, y redes dando a conocer al mundo nuestra música como lenguaje figurado muy especial en Janitzio y Cuauhnáhuac que forman parte del acervo musical de carácter universal.
Entre los clásicos europeos, frente a la derrota de las fuerzas napoleónicas a las puertas de Moscú, Chaikovski, en la Obertura 1812 reproduce el repicar de las campanas de la Basílica de San Basilio velando notas del himno nacional de Francia, La Marsellesa, o las polonesas de Chopin, o el poema sinfónico de Bedřich Smetana que musicaliza el rumor y canto de las aguas del río Moldava.
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