“Todo tiene su medida, igual que toda situación tiene su proceder. La risa tiene su lugar, igual que el llanto; la sonrisa tiene su momento, igual que tiene el suyo la severidad”. Al-Yâhiz
“A toda acción corresponde una reacción” frase relativa a la tercera Ley de Newton, el físico, inventor y alquimista, cuyos descubrimientos fueron a partir en demostrar que las leyes naturales gobiernan el movimiento en la Tierra y el movimiento de los cuerpos celestes, de tal forma que sus revelaciones giran en torno a la física, a los cuerpos desanimados, a los sin alma que se refería Aristóteles.
Donde hay vida, desde un vegetal, un protozoario, y ascender en la escala zoológica se llega hasta al ser humano en que sucede algo semejante a la acción-reacción, es el estímulo que produce una respuesta que difiere del principio del sabio inglés al tratarse de un ser que nace, crece, se desarrolla, reproduce y muere, ciclo vital que cumplen sin distinción todos los seres vivientes, fenómeno biológico con ingredientes de física y bioquímica. Avanzando en esta secuencia se llega a los factores que producen un cambio en el comportamiento de los animales por estímulos externos como la luz, el sonido, la gravedad, la temperatura que se trasmiten al cerebro de los dotados de este órgano donde se procesan e interpretan para provocar una reacción que en el humano se establece como un juicio salido de la razón.
Entre las características propias del hombre está la respuesta biológica a determinados estímulos que le hace reír. Un coctel de bioquímica cerebral, mente, alma, espíritu y la singularidad que distingue a cada individuo. Haciendo de lado la vulgaridad y las ofensas, lo que para algunos el estímulo es provocador de risa, para otros puede ser de indiferencia, el disgusto o el enojo.
Explorando opiniones entre representantes de diversas corrientes y épocas, Platón dice que, si bien la risa es un placer, también es fea y transgresora. Para Pascal, burlarse de la risa es filosofar, para Nietzsche reírse de uno mismo es una forma de liberarse y de compasión. El premio Nobel de Literatura 1927 Henri Bergson la define como un gesto social que sanciona palabras o una acción. La opinión general es que en la risa siembre habrá un fondo de placer. En lo objetivo, la risa provoca liberación de dopamina, oxitocina, serotonina y endorfina que contribuyen a un estado de ánimo positivo.
El apartado final de estas líneas es la tradición indígena de homenaje y recuerdo a los muertos mezclado con el culto religioso en el mes dedicado a los difuntos. Octavio Paz define el binomio de vida y muerte. “El culto a la vida, si de verdad es profundo y total, es también culto a la muerte. Ambas son inseparables. Una civilización que niega a la muerte acaba por negar a la vida”. Pero, ¿y reírse de la muerte? ¿Es reacción a una acción? ¿Es respuesta biológica a un estímulo?
En este mes dedicado a los difuntos vale la pena recordar que la jocosidad alrededor de la muerte tiene origen mexicano, debe estar en la singular ilustración del grabador y caricaturista José Guadalupe, Posadas, “La Garbancera” que Diego Rivera rebautizó como ”La Catrina” y de ahí poco a poco la absorbió la publicidad comercial que ha trascendido más allá nuestras fronteras, baste echar un vistazo al país que ayer definió quién será su presidente, en el que la representación caricaturizada de la muerte es tan popular como en nuestro país y va al parejo de su tradicional Halloween, con la ventaja que no es de un solo día como la fiesta pagana de raíz celta.
flokar33@gmail.com