/ jueves 30 de mayo de 2024

La Gran Batalla

Con la firmeza de una lucha frente a frente, miles de militantes (más de ciento cincuenta mil) que llevan sus armas en el corazón y como gladiadores tras un trofeo se vuelcan en una marea rosa que va a mostrar la fuerza ciudadana que marca sus pisadas por las calles, esas calles que soportaron miles de pies con la fuerza de esos cimientos de piedra tallada para construir basamentos, deidades y templos, las calles no cedieron, como colosos aguantaron los cuerpos que gritaban, que cantaban, que cargaban las banderas en sus hombros, solamente aceptaron porque por un gran tiempo dejaron de soportar los rayos candentes que cayeron sobre las gorras, parasoles y cuerpos de los andantes hacia el zócalo.

Todo era un grito guerrero, esas pancartas se tendían como escudos manuales, las grandes surcaban el espacio como catapultas de batallas anteriores; todos uniformados con chalecos de acero rosa, los murmullos se convertían en grandes olas de nubes rocosas que iban rumbo al enemigo a vencer; cada soldado, cada mente, cada respiración bufaban como dragones defendiendo su postura, como águilas con la frente al ataque, esas calles nunca habían temblado tanto por el roce humano, nunca habían guardado su silencio por tanto tiempo, las cortinas metálicas vibraban y reflejaban miedo a los maniquíes escondidos en los días de guardar, solamente las palomas se sorprendían y volaban en círculos para evitar ser dañadas por tantas miradas preparadas como flechas puntiagudas que llegarán al corazón de los que tienen nuestro país endeudado 18% más y pagadero en diez años, esos que dicen que van a cambiar la constitución, que los ministros los elijan los chairos, que sigan los niños indefensos sin vacunas, los pequeñitos enfermos de muerte sin medicinas y que culpan a los padres porque piden piedad viéndolos cómo se les derriten sus vidas frente a sus ojos, tantos enfermos programados a la desesperanza porque no hay ni espacio, ni instalaciones y que llegue en una mega-construcción comprada y casi vacía de medicamentos y sin sistema de reparto, pero pronto sabremos quiénes se llevaron los dividendos en los bolsillos de tantos malditos burladores mañaneros, que nos presumen sus carcajadas del olor de lo que cae en los escusados, contaba que tendría una mega-vacía de cajitas con el elixir curativo de males, pero le salió como olorosa en su trasero y sin funcionamiento real solamente una decisión maldita para seguir estafando al erario, deberían tener una flotilla más grande que la de los distribuidores de golosinas para que lleguen a todos los rincones de la salud, pero las tortas de billetes se ven claro que sin lechuga se llenan más fácil en sus bolsas.

Ese maldito monstruo que se esconde, que no se quiere ir, que se apila en las ratoneras repletas de mugre, viejo y con las pestañas tan tiesas que se le nota una mirada sin fin, a veces manotea como si viera la muerte en la boca de esas periodistas que a veces la recuerdan las llamas en el país, niega todo como raterillo de Oxxo, esconde su dignidad en la bolsa de ese saco que dejó de ser nuevo, se le ven liendres aunque se baña, pero se le confunden en las canas, será por eso que no tiene cerebro, que el casco está vacío por eso tiene que decir “tengo otros datos”, pero no tiene nada detrás de esa frente que a veces arruga para confundir y no se vea el hueco, esa falta de masa llena de millones de nervios pequeños que tienen millones de mexicanos y que sienten el triunfo de la Ángela Merkel de este continente. Se nota en la marcha de la victoria, les veo en las tomas sus aureolas rosas, se sorprende el sol con tantas sombras en ese centro ceremonial que fue de los mexicas, como varias equis formadas con las calles tan repletas también, la bandera tan grande y se le veía como queriendo abrazarlos, quería extenderse hasta el último rincón, pero sentía que no alcanzaría aunque le ayudase el águila, ¡pobre mi bandera!, tan enorme pero tan pequeña ante tanta grandeza, bastarían cien, o quizás ¿ciento cincuenta!. Por ahí salió una china ex bailarina de gasolinera y encargada ahora de una secretaría diciendo que había noventa y cinco mil, demuestra que nunca las matemáticas fueron su fuerte además de mentirosa como la vil chismosa, especímenes que guardaremos en lo más recóndito de los recuerdos y seguiremos viendo los guardados por los drones que volaban como mariposas benefactoras de la naturaleza, de los ciudadanos que se lanzaron un domingo antes de elecciones a combatir a estos enemigos infames que solamente mienten, mienten y mienten.

Con la firmeza de una lucha frente a frente, miles de militantes (más de ciento cincuenta mil) que llevan sus armas en el corazón y como gladiadores tras un trofeo se vuelcan en una marea rosa que va a mostrar la fuerza ciudadana que marca sus pisadas por las calles, esas calles que soportaron miles de pies con la fuerza de esos cimientos de piedra tallada para construir basamentos, deidades y templos, las calles no cedieron, como colosos aguantaron los cuerpos que gritaban, que cantaban, que cargaban las banderas en sus hombros, solamente aceptaron porque por un gran tiempo dejaron de soportar los rayos candentes que cayeron sobre las gorras, parasoles y cuerpos de los andantes hacia el zócalo.

Todo era un grito guerrero, esas pancartas se tendían como escudos manuales, las grandes surcaban el espacio como catapultas de batallas anteriores; todos uniformados con chalecos de acero rosa, los murmullos se convertían en grandes olas de nubes rocosas que iban rumbo al enemigo a vencer; cada soldado, cada mente, cada respiración bufaban como dragones defendiendo su postura, como águilas con la frente al ataque, esas calles nunca habían temblado tanto por el roce humano, nunca habían guardado su silencio por tanto tiempo, las cortinas metálicas vibraban y reflejaban miedo a los maniquíes escondidos en los días de guardar, solamente las palomas se sorprendían y volaban en círculos para evitar ser dañadas por tantas miradas preparadas como flechas puntiagudas que llegarán al corazón de los que tienen nuestro país endeudado 18% más y pagadero en diez años, esos que dicen que van a cambiar la constitución, que los ministros los elijan los chairos, que sigan los niños indefensos sin vacunas, los pequeñitos enfermos de muerte sin medicinas y que culpan a los padres porque piden piedad viéndolos cómo se les derriten sus vidas frente a sus ojos, tantos enfermos programados a la desesperanza porque no hay ni espacio, ni instalaciones y que llegue en una mega-construcción comprada y casi vacía de medicamentos y sin sistema de reparto, pero pronto sabremos quiénes se llevaron los dividendos en los bolsillos de tantos malditos burladores mañaneros, que nos presumen sus carcajadas del olor de lo que cae en los escusados, contaba que tendría una mega-vacía de cajitas con el elixir curativo de males, pero le salió como olorosa en su trasero y sin funcionamiento real solamente una decisión maldita para seguir estafando al erario, deberían tener una flotilla más grande que la de los distribuidores de golosinas para que lleguen a todos los rincones de la salud, pero las tortas de billetes se ven claro que sin lechuga se llenan más fácil en sus bolsas.

Ese maldito monstruo que se esconde, que no se quiere ir, que se apila en las ratoneras repletas de mugre, viejo y con las pestañas tan tiesas que se le nota una mirada sin fin, a veces manotea como si viera la muerte en la boca de esas periodistas que a veces la recuerdan las llamas en el país, niega todo como raterillo de Oxxo, esconde su dignidad en la bolsa de ese saco que dejó de ser nuevo, se le ven liendres aunque se baña, pero se le confunden en las canas, será por eso que no tiene cerebro, que el casco está vacío por eso tiene que decir “tengo otros datos”, pero no tiene nada detrás de esa frente que a veces arruga para confundir y no se vea el hueco, esa falta de masa llena de millones de nervios pequeños que tienen millones de mexicanos y que sienten el triunfo de la Ángela Merkel de este continente. Se nota en la marcha de la victoria, les veo en las tomas sus aureolas rosas, se sorprende el sol con tantas sombras en ese centro ceremonial que fue de los mexicas, como varias equis formadas con las calles tan repletas también, la bandera tan grande y se le veía como queriendo abrazarlos, quería extenderse hasta el último rincón, pero sentía que no alcanzaría aunque le ayudase el águila, ¡pobre mi bandera!, tan enorme pero tan pequeña ante tanta grandeza, bastarían cien, o quizás ¿ciento cincuenta!. Por ahí salió una china ex bailarina de gasolinera y encargada ahora de una secretaría diciendo que había noventa y cinco mil, demuestra que nunca las matemáticas fueron su fuerte además de mentirosa como la vil chismosa, especímenes que guardaremos en lo más recóndito de los recuerdos y seguiremos viendo los guardados por los drones que volaban como mariposas benefactoras de la naturaleza, de los ciudadanos que se lanzaron un domingo antes de elecciones a combatir a estos enemigos infames que solamente mienten, mienten y mienten.