Año 2020; seguimos sin entender que no entendemos de que va. El día de ayer, a lo largo y ancho del plantea se dieron múltiples manifestaciones masivas; mujeres de distintos países, idiomas y culturas; unidas y valientes, exigiendo lo que por derecho humano les corresponde; igualdad, seguridad y vida (entre otras tantas).
Absurdo, ese podría ser el término que defina mi pensar respecto a la desigualdad que sufren las mujeres en el mercado laborar (presente, no sólo de ahora y no por siempre). Misma que puede ser presentada de distintas maneras; salarios no remunerados de manera igualitaria, pocas oportunidades de desarrollo y acceso al trabajo, constante hostigamiento, mayor exigencia en el cumplimiento de las actividades, barreras de entrada y un sinfín más, de verdad, podríamos hacer una lista enorme de las distintas maneras en las que se presenta esta desigualdad.
Para dar el contexto y dimensionar la problemática empecemos con los datos duros. Según cifras de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) para 2019, en México la población ascendió a los 125.9 millones de habitantes de los cuales, hay aproximadamente 65.1 millones de mujeres, lo que representa cerca del 52% de la población, es decir, hay 4.3 millones de mujeres más que hombres en el país. Del total de la población de mujeres, el 77% es mayor a 15 años y únicamente el 45% de esa población se considera económicamente activa, es decir, trabajan o han buscado colocarse dentro de algún puesto laboral lo cual nos dice que, del total de la fuerza laboral de México, las mujeres representan el 39%, 21.5 millones de mujeres y los hombres el 61% que equivale a 33.4 millones de hombres en el mercado laboral.
Respecto al nivel salarial en México, según datos de INEGI, el 27% de las mujeres ocupadas en el mercado laboral reciben hasta un salario mínimo (pude ser menor a un salario mínimo) es decir, 5.8 millones de mujeres; 32% reciben más de uno y hasta dos salarios mínimos; más de dos y hasta tres salarios mínimos el 13% y únicamente, el 9% recibe más de 3 salarios mínimos, sin embargo, existe un rubro con una gran significancia, las amas de casa o jefas del hogar, trabajo que si bien exige jornadas largas de trabajo, este no recibe remuneración alguna.
En contraste, la situación de ingresos es distinta para los hombres; recibe hasta un salario mínimo el 15.3%; más de uno y hasta dos salarios mínimos 31.2%; más de 2 y hasta 3 salarios mínimos el 21.3% y, por último, más de 3 salarios mínimos el 14.5%, de estos brackets salariales solamente se mantiene similar en el segundo (más de uno y hasta dos salarios mínimos).
La situación no se detiene ahí, un estudio realizado por “México ¿cómo vamos? y McKinsey, nos da a conocer la problemática que se genera en los puestos gerenciales y directivos en las empresas, espacio donde la desigualdad va en aumento dependiendo el nivel jerárquico del que se hable. El nivel de representatividad en las gerencias y administración son del 65% para los hombres y del 35% para las mujeres; para el caso de los directores de área la representación es de 75% hombres y 25% mujeres; dentro del comité ejecutivo la representación es de 90% hombres y 10% mujeres y, por último, los puestos de CEO (director general) únicamente el 8% es ocupado por mujeres, mientras el 92% restante lo ocupan hombres. Como podemos ver, esta diferencia se va acrecentando conforme el nivel jerárquico es mayor. Una absoluta pena.
Por último, esta no es una problemática reciente, es un problema que se ha presentado desde hace varias generaciones, sin embargo, es ahora cuando los medios se han abierto, los espacios se han generado, los diálogos se han dado y su voz se ha escuchado con un fuerte eco. Es verdad que la problemática no se ha resuelto y probablemente no se resuelva mañana, es el resultado de vicios, egoísmos, discriminación y cosificación que como sociedad hemos tenido para con la mujer. Así que, hagamos nuestro deber, cumplamos lo que por ley corresponde, demos las mismas oportunidades de trabajo, igualemos los salarios, aceptemos y cumplamos en cuanto a la responsabilidad compartida, este último, es un punto de inflexión y cuando lo entendamos podremos hablar de un cambio, mientras no.