/ jueves 8 de agosto de 2024

La Bomba Atómica

Fue un seis de agosto pero de 1945, cuando el mundo estaba en guerra; el mundo tomó partido entre dos bandos: por un lado estaban los países Aliados (Inglaterra, Estados Unidos, Francia, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y, en cierta medida, China) y por el otro estaban los países del Eje (Alemania, Japón e Italia). Como parte de las acciones bélicas, Estados Unidos, mediante el Enola Gay, perteneciente a su Fuerza Aérea, lanzó una bomba atómica a la ciudad de Hiroshima, en Japón. Con esa muestra, el ser humano se puso al servicio de la destrucción masiva haciendo uso de la tecnología que, por cierto, no es buena ni mala en sí misma, como tampoco lo es la ciencia, pues los calificativos deben endilgarse a las acciones que se ejecutan con ellas.

La bomba atómica fue creada por un brillante científico que trabajaba en uno de los centros de estudios más prestigiados del mundo ubicado en el estado de California, Estados Unidos, la Universidad de Berkeley, de nombre Robert Oppenheimer, quien probablemente ignoraba que su creación sería utilizada para destruir masivamente a parte de la especie humana o… ¿será posible que alguien genere un instrumento de destrucción, a sabiendas del daño que puede causar? ¿Será posible que el ser humano es malo por naturaleza, como lo afirmaba Hobbes: Homo hominis lupus, el hombre es el lobo del hombre? O, bien, el hombre adquiere maldad en la medida en que interacciona con el medio ambiente, para sobrevivir a él. Dudas filosóficas que invitan a la reflexión.

Entretanto, la insistente sugerencia de fortalecer la formación ética y axiológica en los individuos, comenzando desde su formación en párvulos, debidamente supervisada por la autoridad competente. Nótese que -deliberadamente- omití la educación adquirida en casa, pues, sin quitarle un ápice su responsabilidad social, esa corresponde al ámbito privado, por lo que su regulación se complica.

El miedo a las consecuencias negativas no debe paralizar el desarrollo de la ciencia y de la tecnología. El miedo que, supongo, que nos debe paralizar, es que tales desarrollos queden en manos de personas nocivas, equivocadas, sin escrúpulos y que lleguen al servicio público ocupando cargos de primer nivel, con capacidad de decisión e influencia en la población; personas cuya racionalidad y pensamiento, que dan la pauta a ejecutar acciones, se oriente a satisfacer intereses personales o grupales y no colectivos o sociales.

Japón, al cierre de la Segunda Guerra Mundial quedó, en buena medida, destruido.

Hoy, como desde el inicio del siglo, es potencia mundial. ¿Qué hicieron los japoneses para reponerse, resurgir, reinventarse? ¿Por qué otros países no lo han logrado, aún y cuando no han sido víctimas de los efectos de las armas de destrucción masiva? Estimo que estudio, dedicación y trabajo, mucho trabajo, a grado tal que la presión es mucha y deriva en un alto índice de suicidios, siniestros para nada sugeridos ni envidiables.

La ciencia y la tecnología deben darse; su uso es responsabilidad de quien toma decisiones públicas; corresponde a la ciudadanía ejercer sus derechos, de manera responsable, para mantener vigilados a quienes toman decisiones y, si advertimos sus equivocaciones, demandarlas enérgicamente para evitar la destrucción.

germanrodriguez32@hotmail.com