Las leyes Jim Crow (Estados Unidos de Norteamérica 1876-1965), fueron el modelo para las leyes de Núremberg, de la legislación alemana contra los judíos, que se adoptaron en el Congreso del Partido Nazi en 1935.
El racismo y el antisemitismo eran principios básicos del Partido Nazi y de su gobierno. La discriminación y los ataques violentos contra los judíos comenzaron inmediatamente después de que Hitler tomara el poder en 1933. Los nazis utilizaron la violencia y la presión económica para obligar a los judíos a abandonar voluntariamente el país. Incluso intentaron reubicarlos en Madagascar. Luego a alguien se le ocurrió la “solución final”, y el resto es historia.
Ahora aquel pueblo perseguido se ha convertido en el victimario. Aclaro que no es culpa del judaísmo como religión ni de los judíos como pueblo (realmente no existe la raza judía y en general, científicamente tampoco las razas), sino del sionismo como corriente ideológica, que se semeja mucho al nazismo (no olvidar que todo lo que termina en ismo es solo una justificación para joder al prójimo).
Cosificar a las víctimas es lo que siempre ha hecho el cartel anglosionista.
Hollywood es un ejemplo: solo los angloamericanos son humanos; chinos, japoneses, mexicanos y alemanes son inferiores y exterminables en las películas, y por desgracia, en la vida real.
Esa cosificación del ser humano se ha vuelto a llevar en práctica ahora en la Franja de Gaza, donde el ejército israelí armado por EU y sus aliados intentan exterminar a los civiles palestinos que se encuentran acorralados, sin posibilidad de huir.
Están quemando vivos a cientos de niños, eso es una generación perdida y lo saben. En el fondo es la misma doctrina que utilizó el partido Nacional Socialista, solo que ahora el exterminio es en un campo de concentración abierto, a base de bombas incendiarias.
Y hablando de bombas, y no precisamente yucatecas, Acámbaro y Jerécuaro ya comenzaron a tomar semejanza con la ciudad de Gaza cuando dos coches bomba nos despertaron el 24 de octubre. Por fortuna no hubo víctimas mortales pero sí cuantiosos daños materiales que se lograron confirmar mediante videos tomados por los vecinos atónitos, de lo contrario las autoridades habrían negado el atentado y echado la culpa a algún tanque estacionario, como ocurrió en el sexenio de Peña Nieto con la torre de PEMEX.
Los políticos siempre se niegan a llamarle a las cosas por su nombre: al terrorismo-terrorismo y al genocidio-genocidio.