El primer día de octubre del año que corre fue de asueto por ministerio de ley (decreto publicado en el Diario Oficial de la Federación del 30 de septiembre del año que corre, mediante el cual se reforma la Ley Federal del Trabajo), pues tuvo verificativo la ceremonia formal de transferencia del poder público no solamente de la titularidad del Poder Ejecutivo, sino de la jefatura del Estado mexicano; ambas investiduras, recaídas en una sola persona.
Fue una fiesta democrática como hace ya algunos sexenios no se veía. Nada qué ver con aquél caótico y penoso evento del uno de diciembre de 2006.
Los legisladores integrantes del Congreso de la Unión, diputados y senadores, se reunieron en San Lázaro, en la Cámara de Diputados a donde llegaron -tarde, por cierto- el presidente saliente y la presidenta entrante. El recinto estaba de plácemes y el buen ambiente se vislumbraba. Los gritos de apoyo, los vítores y las selfies estaban por doquier en el receso de la sesión solemne y después de los posicionamientos de los partidos políticos, quienes fijaron postura en el orden de ley: de menor a mayor representación popular.
Por Movimiento Ciudadano, Ivonne Ortega, señaló que es tiempo de sororidad y de mujeres, advirtiendo que no habrá complicidad ni sumisión con el nuevo gobierno, solicitando a la presidenta se asuma como comandanta de la reconciliación entre mexicanos.
Por el PRI, Alejandro Moreno, señaló que la pluralidad política vive su peor momento desde las reformas de 1963 y 1977; hizo referencia a las recientes reformas constitucionales en torno a la Guardia Nacional y al Poder Judicial. Solicitó a la presidenta la rectificación del rumbo del país. Advirtió que la paz debe construirse día a día y que sin ella no hay libertad y sin ésta, no hay república.
Por el PT, Reginaldo Sandoval Flores, señaló que en el gobierno saliente se atacó la desigualdad y refirió datos globales que sustentaban la idoneidad de combatir el modelo neoliberal. Cerró con una frase del Che Guevara: Hasta la victoria siempre. Enseguida tocó el turno de fijar postura al Partido Verde, el PVEM, quien lo hizo en voz de Manuel Velasco Coello, resaltando los atributos de la presidenta.
Por el PAN, María Guadalupe Murguía Gutiérrez refirió una condicionante: si queremos un país fuerte, entonces debemos contar con contrapesos fuertes. Señaló que la nación está dolida y refirió que la mayoría parlamentaria es artificial, razón por la cual la democracia se encuentra gravemente herida. Se asumió como principal oposición y como la resistencia del país.
Por Morena, Ricardo Monreal Ávila, defendió el proyecto político gobernante y señaló que la presidenta fue votada por el 66% de los comicios y que su más cercana contendiente obtuvo 27%, enfatizando que se trató de un triunfo abrumador obtenido no por la suerte ni la casualidad, sino que se trata del resultado del trabajo y de los resultados obtenidos. Subrayó el hecho histórico de que, luego de 66 presidentes, tomaría protesta, en minutos, una mujer.
Se decretó un receso para recibir al presidente saliente y a la presidente entrante.
Llegó Claudia sonriente…
germanrodriguez32@hotmail.com