Sabia virtud de conocer el tiempo;…a tiempo amar y desatarse a tiempo;…como dice el refrán: “dar tiempo al tiempo”... que de amor y dolor alivia el tiempo.
De prosa, de poesía, de ciencia y de filosofía, de lo fugaz de la existencia, del paso de los años se ha departido y escrito en abundancia. Con frecuencia es efímera que se pierde en palabras que se lleva el viento. Regresar a los años pasados de humo envolvedor del cigarro en la cantina del arrabal, en un café bohemio con parroquianos soñadores o en una charla después de una corrida de toros. Abordar el tema de los años, en que brotan añoranzas, amores no correspondidos en el lejano pasado. Motivo de coletillas que provocan discusiones sin resolver el significado de lo que es el tiempo.
Para los filósofos griegos el tiempo fue una forma de presencia, Platón sostenía que es la imagen dinámica de la eternidad. Santo Tomás de Aquino retomó la línea de Aristóteles “el tiempo es el movimiento según el antes y el después” recogiendo la vieja idea de que es algo externo que no resuelve dudas acerca de la realidad que lo constituye. Para otros pertenece a lo fenoménico, es decir que se define como apariencia o expresión de algo, un arquetipo capaz de generar las más diversas manifestaciones en la realidad del presente.
“Aquel amor, a quien amé a destiempo… martirizome tanto y tanto tiempo…que no sentí jamás correr el tiempo… tan acremente, como en ese tiempo”.
Cantidad de autores han tratado de explicar el concepto, el aprieto estriba que no se llega a una conclusión unánime. Siendo que es una creación humana necesaria para ordenar la vida, en la práctica, el tiempo se define como una magnitud física con la que se mide la duración o separación de acontecimientos. Es aquello que nos permite establecer las efemérides para calendarizar un pasado, poner límites al presente y elucubrar en el futuro.
Otra idea es la creencia que el tiempo tiene un término a voluntad de cada uno para iniciar otra jornada, sin embargo parece ser la eternización de un presente con innovación de planes, con renuevo de ilusiones, pues acaso ¿no se sigue siendo la misma persona?
“Amar, queriendo como en otro tiempo… ignoraba yo aún que el tiempo es otro… Cuanto tiempo perdí, ¡ay! , cuanto tiempo.
Dentro de este argumento podemos encajar numerosas ideas y alocados desenlaces. Ocio para contemplar lo que nos rodea y olvidarse de uno mismo para aceptar que lo que hacemos es perder el tiempo. ¿Es esto lo que hice al escribir esta columna? Usted lo dirá caro lector, a lo que pretendo llegar es que de tiempo en tiempo, medido por una etapa que termina es costumbre observar el año en el fiel de una balanza y en los platillos los éxitos y los fracasos, los logros y las pérdidas, de lo que se hizo y de lo que se dejó de hacer, un examen retrospectivo para, si es necesario, rectificar el camino y establecer metas en el año que inicia. ¿Y de política? ¿De lo sucedido y lo que amenaza el futuro en nuestro maltratado país? mejor no hablar. Seamos felices
Sirvan estas líneas para desear a mis amigos y lectores que han “perdido el tiempo” en leer estos comentarios semanales toda clase de éxito, salud y alegría de vivir en el año que se inicia.
Y hoy que de amores ya no tengo tiempo… amor de aquellos tiempos, cómo añoro… a dicha inicua de perder el tiempo. Renato Leduc.
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