/ lunes 22 de julio de 2024

EL REAL DE A 8

En esta ocasión hablaré de la primera moneda globalizada de la historia, conocida también como peso de 8.

En una época donde el valor de la moneda estaba determinado por su contenido intrínseco de plata u oro, la fineza del real de a 8 español (columnaria con ceca en México y Potosí, Perú) y luego el real del México independiente (los resplandores de 8 reales con ceca en ciudad de México, Guanajuato y San Luis Potosí), hicieron que estas piezas se tornaran extraoficialmente en las monedas de cambio para el comercio internacional, incluso siendo reselladas para su uso como dinero corriente en casi todos los continentes.

Vivimos una gran confusión entre lo que es el precio y lo que es valor, y no solamente en el contexto lírico, intangible, sino también en los bienes que poseemos, y en casi todo lo que nos rodea.

Siendo yo una persona más que sencilla: práctica, tengo varios jeans con pequeñas diferencias de tonos en el color, unos cuantos pares de tenis skechers de esos que calzan hoy los viejitos para evitar caídas, y otro tanto de sudaderas y guayaberas para usar de acuerdo al clima del día y bajo las que pueda portar con discreción mi PPK Walther.

Por eso, en un viaje a EU donde acompañé de compras a mi mujer, quedé impactado al ver el precio de los bolsos de marcas Hermès y Louis Vuitton que fue a comprar para algunos encargos que le habían hecho. Y literal, me fui de fundillo.

Esto lo menciono porque a estos bolsos no les veía yo el valor, no así el alto precio que les ponía la marca. Un bolso no te protege de que te partas el hocico de un resbalón, ni te resguarda del frío ni del calor. Mucho menos te salva la vida en un imprevisto.

Bueno, pues en algo así se ha convertido nuestro sistema monetario actual: extremadamente caro, pero sin valor. Ese ha sido el éxito del sistema bancario anglosajón, con el que han extraído recursos valiosos del tercer mundo, a cambio de sus monedas (ojo, que no dinero), que ellos mismos imprimen y venden.

Recuerdo que la generación de mi padre, llamaba de manera despectiva como “tepalcates”, a unas monedas de 1 peso acuñadas en los años 50 's con 10% de plata y que nadie quería. Hoy una moneda con ley 100 salvaría a cualquier sistema financiero.

Dinero fue el Real de a 8, el Escudo de oro (el ratio era de 16 reales por 1 escudo), el Centenario, y lo último que alcancé a ver en circulación durante mi niñez fueron las monedas de plata .720 de Morelos y por último los nuevos pesos bimetálicos de a cien con media onza de plata esterlina al centro (la última moneda de curso corriente hecha de metal precioso para transacciones, porque otro tema son las monedas bullón, las conmemorativas o las medallas).

Eso tenía valor, todo lo demás, el euro, el dólar, y las tarjetas de crédito solamente son hojas de papel o trozos de PVC encarecidos.

De las criptomonedas aún no tengo una opinión definida, aunque me arrepiento de no haber adquirido unos 100 Bitcoins en el 2011 que costaban 1 dólar cada uno. Pero si el oro, con más de 5 mil años como método de intercambio fue sustituido por estampitas que ya ni siquiera llevan la leyenda de “vale por X cantidad al portador”, no sé cómo podrán sostener un sistema alfanumérico fuera de la especulación de los Morgan, los Rothschild o los Rockefeller.

Lo que sí sé, es que cuando este sistema colapse, sobrevivirán mejor quienes tengan 3 elementos: oro, plata y armas para defenderse, así que no está de más comenzar a invertir en lo realmente valioso, y dejar lo caro para quienes se extinguirán primero.


En esta ocasión hablaré de la primera moneda globalizada de la historia, conocida también como peso de 8.

En una época donde el valor de la moneda estaba determinado por su contenido intrínseco de plata u oro, la fineza del real de a 8 español (columnaria con ceca en México y Potosí, Perú) y luego el real del México independiente (los resplandores de 8 reales con ceca en ciudad de México, Guanajuato y San Luis Potosí), hicieron que estas piezas se tornaran extraoficialmente en las monedas de cambio para el comercio internacional, incluso siendo reselladas para su uso como dinero corriente en casi todos los continentes.

Vivimos una gran confusión entre lo que es el precio y lo que es valor, y no solamente en el contexto lírico, intangible, sino también en los bienes que poseemos, y en casi todo lo que nos rodea.

Siendo yo una persona más que sencilla: práctica, tengo varios jeans con pequeñas diferencias de tonos en el color, unos cuantos pares de tenis skechers de esos que calzan hoy los viejitos para evitar caídas, y otro tanto de sudaderas y guayaberas para usar de acuerdo al clima del día y bajo las que pueda portar con discreción mi PPK Walther.

Por eso, en un viaje a EU donde acompañé de compras a mi mujer, quedé impactado al ver el precio de los bolsos de marcas Hermès y Louis Vuitton que fue a comprar para algunos encargos que le habían hecho. Y literal, me fui de fundillo.

Esto lo menciono porque a estos bolsos no les veía yo el valor, no así el alto precio que les ponía la marca. Un bolso no te protege de que te partas el hocico de un resbalón, ni te resguarda del frío ni del calor. Mucho menos te salva la vida en un imprevisto.

Bueno, pues en algo así se ha convertido nuestro sistema monetario actual: extremadamente caro, pero sin valor. Ese ha sido el éxito del sistema bancario anglosajón, con el que han extraído recursos valiosos del tercer mundo, a cambio de sus monedas (ojo, que no dinero), que ellos mismos imprimen y venden.

Recuerdo que la generación de mi padre, llamaba de manera despectiva como “tepalcates”, a unas monedas de 1 peso acuñadas en los años 50 's con 10% de plata y que nadie quería. Hoy una moneda con ley 100 salvaría a cualquier sistema financiero.

Dinero fue el Real de a 8, el Escudo de oro (el ratio era de 16 reales por 1 escudo), el Centenario, y lo último que alcancé a ver en circulación durante mi niñez fueron las monedas de plata .720 de Morelos y por último los nuevos pesos bimetálicos de a cien con media onza de plata esterlina al centro (la última moneda de curso corriente hecha de metal precioso para transacciones, porque otro tema son las monedas bullón, las conmemorativas o las medallas).

Eso tenía valor, todo lo demás, el euro, el dólar, y las tarjetas de crédito solamente son hojas de papel o trozos de PVC encarecidos.

De las criptomonedas aún no tengo una opinión definida, aunque me arrepiento de no haber adquirido unos 100 Bitcoins en el 2011 que costaban 1 dólar cada uno. Pero si el oro, con más de 5 mil años como método de intercambio fue sustituido por estampitas que ya ni siquiera llevan la leyenda de “vale por X cantidad al portador”, no sé cómo podrán sostener un sistema alfanumérico fuera de la especulación de los Morgan, los Rothschild o los Rockefeller.

Lo que sí sé, es que cuando este sistema colapse, sobrevivirán mejor quienes tengan 3 elementos: oro, plata y armas para defenderse, así que no está de más comenzar a invertir en lo realmente valioso, y dejar lo caro para quienes se extinguirán primero.