/ sábado 31 de agosto de 2024

El primer plan de estudios de la Normal Lancasteriana para preceptora de Primeras Letras en la ciudad de Guanajuato, año de 1827

En anteriores artículos se ha comentado que la ciudad de Guanajuato fue una de las primeras urbes mexicanas en haber instalado una Escuela Normal para la capacitación del preceptorado, a casi seis años de la vida independiente. Emuló, lo hecho por la ciudad de México y las capitales de Oaxaca y Zacatecas. La llegada formal de la Compañía Lancasteriana en nuestro país, abrió el camino para la incorporación de las mujeres al magisterio. Recordemos que en la época colonial no había instituciones normales que prepararan a los maestros en general, pues se trataba de un gremio, el cual debió ajustarse a los requerimientos ponderados por la Real Provisión de 1771 y de otros reglamentos; una vez cumplidos los requisitos, se otorgaba el permiso para ejercer la instrucción elemental.

Ahora bien, la fundación de la primera Normal en la capital guanajuatense, aconteció en enero de 1825, cuando la 1ª. Escuela Pública de Niños prestó sus instalaciones para albergarla; pues por el momento y dada las circunstancias económicas que atravesaba la entidad, no se logró construir un edificio propio.

Tras los decretos expedidos en marzo y agosto de 1827 bajo la gubernatura del Lic. Carlos Montes de Oca, en alusión a la instrucción pública, fue organizado el primer plan de estudios que debían cursar, quienes optaban por prepararse en la enseñanza de las Primeras Letras; ya que era obligatorio tomarlos y certificarse para poder participar en los concursos de oposición, de aquellas plazas vacantes ofertadas en las escuelas públicas.

Cabe mencionar, que las mujeres aspirantes a los cursos de Primeras Letras, también debieron comprobar sus estudios previos en la enseñanza elemental; por lo que fueron examinadas en estos contenidos antes del ingreso a la Normal. Del primer plan de estudios ofertado por dicha institución, podemos mencionar los ramos de enseñanza que las estudiantes para preceptoras llevaron: Gramática Castellana, Lectura y Escritura, Principios de Álgebra, Principios de Geometría, Aseo, Urbanidad y Modales, Ideas Políticas y Morales, Catecismo Religioso, Dibujos necesarios a las artes y oficios, Costura y Bordado. El conjunto de todos los ramos podían cursarse en varios meses o incluso más de un año. En el caso de la primera generación certificada de preceptoras de la Normal Lancasteriana, sus inscripciones posiblemente sucedieron a fines de 1827, a raíz de la reapertura de la institución, tras un breve receso en lo que se buscaba a su nuevo director. Una vez concluidos y aprobados todos los cursos, las egresadas sustentaron un examen de conocimientos, y a su vez uno práctico o demostrativo, en la que se constató el dominio del método de enseñanza mutua. Tras esta etapa, el proceso terminaba con la expedición del certificado y diploma como Preceptora de Primeras Letras, los cuales eran entregados a las recién acreditadas.

Del plan de estudios aludido, fue importante porque las preceptoras accedieron al conocimiento formal de las matemáticas, en sus áreas de la aritmética y la geometría; lo que contribuyó acercarlas a tópicos de las ciencias exactas. Al mismo tiempo, el hecho de leer textos concernientes a dicho campo formativo, resultó trascendental. Asimismo, las habilidades aprendidas para los dibujos enfocados a las artes y los oficios propios de su sexo, enriquecieron su formación académica. Es importante destacar que los libros de texto conllevados por las estudiantes de la Normal, no fueron los únicos que leyeron; esto se ha confirmado, dada la investigación documental, en la que se han localizado materiales de lectura de diversos autores. Pero cabe resaltar, que la Cartilla Lancasteriana si fue un texto obligatorio precisamente porque éste contenía, todo lo concerniente al método de enseñanza mutua, la organización de las aulas, la colocación del inmobiliario, los pases de lista, los registros de los familiares y niñas inscritas. Aparte que las preceptoras también se instruyeron en libros específicos para la enseñanza de las mujeres.

Aunque el primer plan de estudios de la Normal, todavía no conformaba una amplia estructura en los contenidos de aprendizajes, significó el antecedente de la Cátedra Normal, la cual organizó por vez primera, un encuadre para una carrera a cursarse en dos años hacia 1831. Así también, sólo dos generaciones egresaron con el plan de 1827, las preceptoras María Guadalupe Moscoso, Guadalupe Tamayo, María Josefa Madrid de la Rocha y María de la Luz Contreras conformaron la primera en 1828; en tanto que Concepción Méndez integró la segunda a principios de 1831. Finalmente, estas mujeres ávidas de conocimiento prepararon el camino para la incursión de sus congéneres, ya sea en los espacios académicos, laborales y en el mundo de las profesiones decimonónicas.

En anteriores artículos se ha comentado que la ciudad de Guanajuato fue una de las primeras urbes mexicanas en haber instalado una Escuela Normal para la capacitación del preceptorado, a casi seis años de la vida independiente. Emuló, lo hecho por la ciudad de México y las capitales de Oaxaca y Zacatecas. La llegada formal de la Compañía Lancasteriana en nuestro país, abrió el camino para la incorporación de las mujeres al magisterio. Recordemos que en la época colonial no había instituciones normales que prepararan a los maestros en general, pues se trataba de un gremio, el cual debió ajustarse a los requerimientos ponderados por la Real Provisión de 1771 y de otros reglamentos; una vez cumplidos los requisitos, se otorgaba el permiso para ejercer la instrucción elemental.

Ahora bien, la fundación de la primera Normal en la capital guanajuatense, aconteció en enero de 1825, cuando la 1ª. Escuela Pública de Niños prestó sus instalaciones para albergarla; pues por el momento y dada las circunstancias económicas que atravesaba la entidad, no se logró construir un edificio propio.

Tras los decretos expedidos en marzo y agosto de 1827 bajo la gubernatura del Lic. Carlos Montes de Oca, en alusión a la instrucción pública, fue organizado el primer plan de estudios que debían cursar, quienes optaban por prepararse en la enseñanza de las Primeras Letras; ya que era obligatorio tomarlos y certificarse para poder participar en los concursos de oposición, de aquellas plazas vacantes ofertadas en las escuelas públicas.

Cabe mencionar, que las mujeres aspirantes a los cursos de Primeras Letras, también debieron comprobar sus estudios previos en la enseñanza elemental; por lo que fueron examinadas en estos contenidos antes del ingreso a la Normal. Del primer plan de estudios ofertado por dicha institución, podemos mencionar los ramos de enseñanza que las estudiantes para preceptoras llevaron: Gramática Castellana, Lectura y Escritura, Principios de Álgebra, Principios de Geometría, Aseo, Urbanidad y Modales, Ideas Políticas y Morales, Catecismo Religioso, Dibujos necesarios a las artes y oficios, Costura y Bordado. El conjunto de todos los ramos podían cursarse en varios meses o incluso más de un año. En el caso de la primera generación certificada de preceptoras de la Normal Lancasteriana, sus inscripciones posiblemente sucedieron a fines de 1827, a raíz de la reapertura de la institución, tras un breve receso en lo que se buscaba a su nuevo director. Una vez concluidos y aprobados todos los cursos, las egresadas sustentaron un examen de conocimientos, y a su vez uno práctico o demostrativo, en la que se constató el dominio del método de enseñanza mutua. Tras esta etapa, el proceso terminaba con la expedición del certificado y diploma como Preceptora de Primeras Letras, los cuales eran entregados a las recién acreditadas.

Del plan de estudios aludido, fue importante porque las preceptoras accedieron al conocimiento formal de las matemáticas, en sus áreas de la aritmética y la geometría; lo que contribuyó acercarlas a tópicos de las ciencias exactas. Al mismo tiempo, el hecho de leer textos concernientes a dicho campo formativo, resultó trascendental. Asimismo, las habilidades aprendidas para los dibujos enfocados a las artes y los oficios propios de su sexo, enriquecieron su formación académica. Es importante destacar que los libros de texto conllevados por las estudiantes de la Normal, no fueron los únicos que leyeron; esto se ha confirmado, dada la investigación documental, en la que se han localizado materiales de lectura de diversos autores. Pero cabe resaltar, que la Cartilla Lancasteriana si fue un texto obligatorio precisamente porque éste contenía, todo lo concerniente al método de enseñanza mutua, la organización de las aulas, la colocación del inmobiliario, los pases de lista, los registros de los familiares y niñas inscritas. Aparte que las preceptoras también se instruyeron en libros específicos para la enseñanza de las mujeres.

Aunque el primer plan de estudios de la Normal, todavía no conformaba una amplia estructura en los contenidos de aprendizajes, significó el antecedente de la Cátedra Normal, la cual organizó por vez primera, un encuadre para una carrera a cursarse en dos años hacia 1831. Así también, sólo dos generaciones egresaron con el plan de 1827, las preceptoras María Guadalupe Moscoso, Guadalupe Tamayo, María Josefa Madrid de la Rocha y María de la Luz Contreras conformaron la primera en 1828; en tanto que Concepción Méndez integró la segunda a principios de 1831. Finalmente, estas mujeres ávidas de conocimiento prepararon el camino para la incursión de sus congéneres, ya sea en los espacios académicos, laborales y en el mundo de las profesiones decimonónicas.

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