Desde luego, nadie puede dar cuenta de la existencia o no de un mercado al que acudan las personas difuntas a ejercer el comercio. El sentido de la presente colaboración se orienta al mercado de los vivos con la próxima festividad del Día de los Muertos, conmemorado en México los días uno y dos de noviembre y considerada por la Unesco, desde el siete de noviembre de 2003, como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
En efecto, los brazos del mercado alcanzaron la tradición mexicana, incluso de origen prehispánico, de hacer un altar a nuestras personas queridas o famosas que han partido de este plano terrenal. Se cree que en esas fechas los difuntos, en espíritu, se encuentran presentes frente al referido altar para convivir con sus familiares, por tal razón, se dejan como ofrendas las viandas y bebidas de la preferencia del finado: tequila, arroz, mole, cerveza, cigarros o postres, por citar algunas.
Por supuesto, se parte del profundo respeto con que cada persona o familia, en el ámbito de lo privado, decide recordar, honrar a las personas que físicamente ya no se encuentran con nosotros, pero que siempre perdurarán en la memoria. Por el contrario, esta colaboración es en torno a lo que sucede en el ámbito público.
Así, ciudades enteras se han vuelto famosas por tan colorida y ahora publicitada celebración que ha generado mucho dinero. A guisa de ejemplo, está la isla de Janitzio (Michoacán), Guanajuato y Aguascalientes (ciudades capitales) o Val’quirico (Tlaxcala), por solamente mencionar algunas de las que me han gustado mucho; o bien, en el ámbito cinematográfico, que tampoco ha sido ajeno a la generación de dinero, recuerdo las películas de Coco (2017, dibujos animados), basada en la tradición particularmente michoacana, o antes Spectre (2015) con el gran personaje creado por Ian Fleming, James Bond, filmada en Ciudad de México.
Así, como espectáculo y en tanto que se trata de una manifestación cultural muy mexicana, es importante conocer -entre otras- las ciudades a que he hecho referencia, pues nos invita a la reflexión y al conocimiento de lo nuestro, alejado de la sobrevaluada cultura extranjera que no siempre se vincula con la esencia del Día de los Muertos que lleva de suyo regresar a la tierra, de donde venimos.
En ese orden de ideas, es una fecha oportuna no solo para recordar a los nuestros, sino para recordarnos que el paso por esta vida es transitorio, por lo que vale la pena procurar ser felices, quizás a grado tal, de burlarnos de la propia muerte. De hecho, parte de la conmemoración próxima ese es el tema.
Entretanto, despido esta entrega con la letra de Jimmy Zambrano y Jorge Celedón, Esta vida: «Me gusta el olor que tiene la mañana / me gusta el primer traguito de café / Sentir como el sol se asoma en mi ventana / y me llena la mirada de un hermoso amanecer […] Ay, qué bonita es esta vida / aunque a veces duela tanto y a pesar de los pesares / siempre hay alguien que nos quiere / siempre hay alguien que nos cuida / ay, ay, ay, qué bonita es esta vida / y aunque no sea para siempre / si la vivo con mi gente / es bonita hasta la muerte con aguardiente y tequila […]».
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