“La idea de obtener un título médico adquirió gradualmente el aspecto de una gran lucha moral, y la lucha moral me atrajo inmensamente”. Elizabeth Blackwell
El paso por las aulas universitarias deja memorias de años de tensión, de estrés, desvelos, malos ratos, de alegrías y muchas satisfacciones que se valoran al alcanzar el horizonte soñado cuando se ingresa a la carrera de medicina. De un primer año cursado en el histórico edificio que en época remota alojó las crueldades de la Santa (?) Inquisición. Novatez donde se veía lejana la meta de obtener el título de Médico Cirujano mientras no se aprobara la cátedra de Anatomía humana bellamente ilustrada y descrita en los libros del maestro Fernando Quiroz y en el de Testut y Latarjet. Conocimientos refrendados en las prácticas de disección en cadáveres conservados en formol que calaba los ojos y desde la nariz hasta los pulmones. Visión de lejanía que, al final del año, con boleta en mano de haber sido aprobado en el examen de la materia base para conocer el cuerpo humano, el tiempo se achicaba para alcanzar el último año de la entonces larga carrera. Avatares del tiempo, la tecnología, sistemas de enseñanza novedosos y las ofertas de cursar una especialidad han acortado el tiempo de estudios. (En los Estados Unidos la carrera es de 4 años pero es requisito contar con una licenciatura -Bacherlor Degre- afín).
Visión diferente una vez llegado al sexto y último año de aulas y hospitales de enseñanza para obtener el ansiado título. Un año en que nos impactó una materia complementaria pero indispensable en la formación profesional donde subrayo a un maestro excepcional de recia personalidad y grata cercanía con el alumno, erudito y sabio en las ciencias médicas y en la ciencia de la vida. Un médico que se adelantó a los tiempos en el estudio e investigación de la inmunología, pilar del diagnóstico, manejo y tratamiento de enfermedades que entonces se desconocía el origen. Los que conocimos y fuimos discípulos del doctor Mario Salazar Mallen no olvidamos el ejemplo y las enseñanzas del profesor de la clase de Ética y Filosofía de la Medicina, una rama de la filosofía orientada a lo moral, la bioética, la metafísica y a aplicar el conocimiento al ejercicio de la medicina orientado a la conducta humana, sus fundamentos, límites y validez, no solo referente al paciente, sino aún más importante en el proceder del médico ante el que acude en busca de la salud.
El profesor Salazar Mallén nos inculcó la relación del hombre y la naturaleza, la dependencia del hombre con lo divino, la relación del médico frente a la vida, la salud y la muerte. Sapiencias aplicables ante el paciente en el insustituible interrogatorio y exploración física sin detrimento a su intimidad, marchando de la mano al secreto profesional. Métodos tan antiguos como la misma profesión que jamás serán sustituidos por un robot o un artilugio creado por la inteligencia humana o por la Inteligencia Artificial. Es el médico que aplica sus conocimientos cara a cara de su paciente, el médico que trata una persona con una enfermedad, que trata a un enfermo y no a una enfermedad.
Hoy en México se conmemora el día del Médico, una fecha especial en la busca de reconocer y destacar la labor de un ser humano dedicado a aliviar el dolor y prolongar la vida hasta un fin inevitable. Vayan pues estos renglones en memoria de los maestros que nos enseñaron el derrotero de esta noble profesión y a los médicos que abrazaron la profesión sin hacer de lado la ética y los valores de la moral arropando a la ciencia.
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