La galería de la mafia
Amables cinéfilas-os: entre la justa deportiva que tiene para todos los gustos y el próximo regreso a clases, lo nuestro que es el séptimo arte sigue adelante para nuestro deleite con diversidad de títulos y propuestas, por lo que toca hoy comentarles sobre una muy interesante, de ésas que no solamente sirven para el sano entretenimiento y con un elenco bien encabezado.
Con guion (el primero) del productor Jonathan Jacobson y bajo la dirección de la debutante Nicol Paone, con amplia carrera en guion, trata sobre Patrice (Uma Thurman) la propietaria de una galería de arte cuya mala estrategia de ventas, la tiene dando tumbos entre desconocidos artistas jóvenes que no despiertan el interés del público conocedor lo que la tiene en serios problemas financieros, ante tal círculo vicioso recibe una propuesta de Gordon (Samuel L. Jackson), un presunto panificador, para hacerse de las obras de un artista desconocido de estilo rupturista y exótico quien empieza a crecer de forma descomunal en el mercado del arte y se vuelve casi de culto, lo que despierta no solamente interés sino especulación.
La presencia de los nominados al Óscar por la misma película (Pulp fiction, 1994) Uma Thurman y Samuel Jackson, le da a la película aires de grandeza, sus interpretaciones son llevadas al difícil terreno de la farsa, donde la pericia de ambos actores en estos menesteres apuntala la falta de experiencia para manejarlos en el ritmo característico, porque un melodrama o menos aún, una comedia, con tan rudo tema, sería insensible. Y hasta se da la ocasión de que Maya, la hija que tuvo con Ethan Hawke, pudiera alternar con su madre.
En esta época de redes sociales hemos visto estas cosas, crudamente retratadas, hasta sin advertencia por parte de nuestros contactos para evitarnos sorpresas desagradables en las que seguramente todos hemos caído, así como los noticieros que aunque no sean considerados precisamente amarillistas, en cualquier momento te sueltan una imagen dantesca, por lo que se agradece el tono de la película, que aporta una reflexión fresca y necesaria sobre los tiempos difíciles que vivimos, con un tema tan desafortunadamente cercano, que es tratado de forma no descarnada, sin omitir las debidas referencias a atrocidades de las que se viven hoy en día.
El montaje tiene un ritmo un tanto vacilante pero el peso de la trama y sus personajes sostienen la narración.
Los productores nos entregan una valiente propuesta sobre los tiempos actuales en los que es posible que se mezcle el delito con el arte o viceversa.
Comentario final: luego de la ingratamente inolvidable ceremonia de apertura de los juegos olímpicos queda claro que el “feísmo” se podría apoderar del mercado de arte también.