Estamos, sin duda, en la antesala de una recesión global. Por lo regular, una recesión no se anuncia como tal hasta 6 meses después de haber iniciado, y el inicio de esta nueva etapa tuvo una fecha exacta: el lunes 5 de agosto que se desplomaron las bolsas de valores arrastradas por el Yen japonés y la inestabilidad en el Medio Oriente. Luego vino una especie de alquimia para estabilizar las economías antes de las elecciones de los EU, pero ya comenzó la cuenta regresiva. La pregunta no es si va a haber recesión económica, sino cuándo será el momento álgido.
El entorno geopolítico es adverso. No sé si alguien se beneficie de los conflictos armados y las tensiones que nos tienen en vilo, pero es obvio que los ciudadanos comunes y corrientes no, incluidos los habitantes de la mayor potencia mundial.
Eso sí, las élites nunca pierden, y hablo de verdaderas dinastías que con el transcurrir de centurias siguen manejando los hilos de las economías y la geopolítica, ya sea vía el oro, la plata, el petróleo o lo que mueva al mundo en un momento determinado, como en estos momentos puede ser el litio. Las grandes guerras han sido para apoderarse de recursos naturales, rutas y monopolios (incluso el del control de estupefacientes, no olvidando las Guerras del Opio).
Cómo entiendo que comenzó la crisis económica, fue que por los bajos intereses del Yen (ligeramente por encima del 0%) los inversores pedían préstamos en yenes, estos los convertían a dólares y con esos dólares compraban bonos que les daban un 6% de interés. No hay que ser muy listo para encontrar el truco. Cuando el yen no aguantó más y subió el tipo al 1%, estalló la burbuja. En términos mundanos, se desequilibró todo lo que estaba financiado en yen.
Ya luego vino la alquimia para revertir el lunes negro en lo que pasan las elecciones de EU.
Calo Ponzi comenzó su estafa de manera parecida pero con timbres postales. Por eso insisto que así funciona el sistema financiero internacional, como un esquema ponzi, mejor conocido como estafa piramidal, que termina derrumbándose cuando ya no hay con qué pagarle a los nuevos inversores, mientras las cúpulas ya multiplicaron por decenas, cientos o miles (dependiendo del tamaño de la pirámide) su inversión inicial. Ellos no pierden nunca.
Por eso hemos dejado de confiar en el sistema bancario. En mi caso particular, prefiero tener mis ahorros en resguardo seguro, que invertirlos donde se prometen altos rendimientos. Al final la inflación termina por desaparecer las ganancias, y un predio, por ejemplo, difícilmente pierde valor. Hemos vuelto a los tiempos donde la mejor opción que había era enterrar los ahorros en metales preciosos.