/ viernes 5 de julio de 2024

México y Estados Unidos en elecciones: mujeres y “abuelos” al volante

Parece que fuera de que las elecciones en México y Estados Unidos de Norteamérica se realizan este mismo año no existen un punto de convergencia entre ambas, sin embargo, existen dos variables que tienen un punto visible: las reflexiones sobre el género respecto a la primera y a la edad de los candidatos en la segunda, condiciones que dentro del estudio de Derechos Humanos se diría que la elección gira en torno a las llamadas categorías sospechosas (grupos vulnerables), al tratarse de mujeres en México y de hombres de la llamada “tercera edad” en Estados Unidos.

“Mujeres al volante”. Aún y cuando en México se ha elegido en Claudia Sheinbaum Pardo a la primera mujer presidenta en México, cosa que el género, sobre todo el nacional, celebramos, lo cierto es que la primera mujer electa en el mundo se remonta al año 1960 (Turvan o Sri Lanka como dato); cuando pensamos en las mujeres reconocidas liderando países en importancia por el contexto histórico del momento, recordamos nombres como Margaret Thatcher, Indira Gandhi, Golda Meier o Angela Merkel por mencionar algunas. Latinoamérica no ha sido la excepción, ha habido más de una docena de presidentas desde los años 1970, incluyendo electas e interinas; por ejemplo, en las primeras están Violeta Barrios “de” Chamorro, en Nicaragua; Michelle Bachelet en Chile; Mireya Moscoso en Panamá; Dilma Rousseff en Brasil; Laura Chinchilla en Costa Rica; Xiomara Castro en Honduras, o Cristina Kirchner en Argentina, que han precedido a México en la elección de una mujer que liderea los destinos de cada país.

Me acuerdo perfectamente, siendo aun adolescente, cuando Violeta Barrios (agregado el “de” o sustituido Chamorro con su primer apellido) subió al poder en Nicaragua en 1990. Su historia no está alejada de las tragedias que ha pasado en muchos países latinoamericanos, luego de que su esposo, por cierto periodista, fuera asesinado en la dictadura somocista; luchó en su tiempo por reestablecer la República después de la revolución sandinista de Ortega. Pensé en aquellos años que sería pronto cuando tendríamos lo mismo en México, pero pasaron 34 años para que sucediera en nuestro país. Por cierto, Violeta, de 94 años, está en Costa Rica desde el año pasado, después de que Ortega, dictador asentado desde 2006 en Nicaragua, persiguió a sus hijos e hija y sus familias hasta apresarles o desterrarles del país. Su lucha quedó en las páginas de la historia, cuando el presente parece no haber entendido el legado que hoy se disuelve en la represión de la dictadura.

Así podríamos hablar de otras historias, como la de Michelle Bachelet, en Chile, que fue presidenta en dos ocasiones. Médica cirujana de profesión y política de vocación, vivió también los rezagos de una dictadura como la de Pinochet en su país. Sus temas fuertes han sido en gran medida los grupos vulnerables, las minorías y esto le valió el ser elegida, una vez que culminó su presidencia, como Alta Comisionada de las Naciones Unidas, y experta en temas de género en ONU mujeres. Sigue siendo voz calificada en Chile y el mundo.

En cada historia presidencial femenina, sobre todo de Latinoamérica, ha habido rasgos de una sociedad común: el machismo imperante que todavía hoy se muestra en la participación política de las mujeres, cuestionando y estereotipando los temas de estado, como aquellos en las que por ser mujer le son inherentes, los servicios, las asistencias, la educación y la duda de la capacidad para asumir otros como la seguridad, la milicia, incluso la hacienda pública por mencionar algunos. Se exige pues, a las mujeres no solo ser mejores que los hombres que precedieron a sus cargos, cosa exigible en cualquier gobernante que es electo, sino que incluya los temas de política pública con perspectiva de género como eje rector, que visibilice la integración con contundencia.

Pese a los años y el tiempo, no debe soslayarse, hoy hay solo 28 mujeres liderando países como jefas de estado, así que, según datos del propia ONU Mujeres, nos faltan 130 años para lograr la igualdad en ese rubro. Sin embargo, regresando a nuestro país y seguramente en otros, el tener a una mujer liderando los destinos genera gran expectativa, y aún más cuando será acompañada de 13 mujeres gobernadoras, primera vez en varios estados, incluido Guanajuato, también los designios serán abanderados por una mujer (en toda la historia de México suman 22, solo Colima y Tlaxcala suman su segunda gobernadora).

“Abuelos” al volante: la tercera edad presidenciable. Después de ver el debate de los candidatos a la presidencia de Estados Unidos, el tema de la edad volvió a caer en las mesas de análisis y la opinión pública. Y entre las diversas reflexiones son quizá si existe edad máxima para el ejercicio de un jefe de Estado o si es necesario pruebas que reconozcan la capacidad o a las limitaciones que en razón de los años se van vislumbrando. Sin embargo, sobre estas también esta el tema de la experiencia, si pensamos en los hombres y mujeres que por edad han sido determinantes en la toma de decisiones de sus países está Reino Unido, como ejemplo; Churchill inició su mandato a los 65 años, pero concluyó pasados los 80 y su mandato ha sido referencia en la historia del siglo pasado. Golda Meir a quien mencioné en el rubro anterior, tuvo los dos atinentes: fue primera ministra de Israel a los 71 años, después de haber tenido una larga carrera política. que al final estuvo tintada de controversias. no solo por sus decisiones sobre momentos realmente críticos. como la guerra del Yom Kupir, sino por cuestiones de salud; otro: Shimon Peres, del mismo país, gobernó hasta los 90 años; Konrad Adenauer, en la entonces Alemania Occidental, llegó al poder después de la Segunda Guerra a la reconstrucción de su país con 73 años.

Latinoamérica no ha sido la excepción: Joaquín Balaguer dejó el poder en República Dominicana cuando rondaba los 89 años; Daniel Ortega, el dictador de Nicaragua, tiene 74 años; Tabaré Vázquez, en Uruguay, culminó su mandato cuando contaba con 80 años, realmente deteriorado por cuestiones de salud, y qué decir del muy querido en su país y reconocido en el mundo, Pepe Mújica, quien terminó su mandato a la edad de 75 años. En México, solo como referencia, quien ha sido el más longevo y gobernó por más de 30 años fue Porfirio Diaz, quien dejó el cargo a la edad de 81 años; algunos dicen que hubiera gobernado más años, si no fuera porque la edad ya lo había mermado cuando inició la Revolución. Le seguiría Andrés Manuel López Obrador, que culmina su gestión a los 70 años. Joe Biden tiene 81 años, es presidente y está en la candidatura por la reelección este año y ha sido el tema de su capacidad cognitiva el recurrente motivo de análisis después del debate, sin que se cuestionara la capacidad de ambos, en sus respectivas condiciones. Hoy incluso esta sobre la mesa si se cambia al candidato.

Es pues la mencionada capacidad quizá la primera característica que se cuestiona cuando las personas de la tercera edad, pretenden asumir un cargo, el que sea y sobre todo si es un rol de dirección, la experiencia tiende a caer en segundo plano. Quien ha sido capaz en sus años de mayor rendimiento, se tiende a creer que a pesar de sus limitaciones físicas puede seguir aquel grado de definición de aquel tiempo. Lo cierto es que no hay una regla general que permita establecer a qué año se pierde la capacidad, sobre todo si se trata de gobernar una nación. La historia nos ha dictado que existen gobernantes que, siendo jóvenes o relativamente en edad en que las capacidades cognitivas y físicas están en su mejor momento, las decisiones y su desempeño como tal han dejado poco que desear.

Idealmente tendría que tener la ciudadanía la baraja para escoger entre quienes aportan mejor capacidad sin importar la edad o el género y también resulta deseable que entre aquellas personas que aspiren o estén al mando asumir también la responsable decisión de aportar la experiencia en distintas trincheras cuando las funciones cognitivas se limitan. La población crece en edad y limitar por ello sería discriminatorio, como lo es también cuestionar la capacidad por el hecho de ser mujer.

Hoy más que nunca vemos a las “abuelas y abuelos”, es decir, mujeres y hombres de la llamada tercera edad, en plenitud, haciendo cosas productivas a cualquier edad, jefes y jefas y secretarios de Estado, lideres sociales, cabezas de grandes empresas, realizando grandes tareas y tomando decisiones que cambian las historias de sus países, de sus contextos.

Vamos avanzando hacia una sociedad más inclusiva, que se cierre la brecha y que extirpen estereotipos y que discriminan. Si fuera por capacidad, ¿cuántas de las personas electas estarían en el banquillo? Por estar atentos a la salud de Biden, se dejó atrás las contestaciones y señalamientos de Trump que por supuesto ameritan al menos igual reflexión.

Decía Dorothy Thompson, periodista, precursora feminista: “la edad no se mide por los años. Hay gente que nace vieja y cansada, mientras que otros tienen la mejor energía a los 70”.

Magistrada del Supremo Tribunal de Justicia del Estado de Guanajuato

@ARCEMAGLEZ

Parece que fuera de que las elecciones en México y Estados Unidos de Norteamérica se realizan este mismo año no existen un punto de convergencia entre ambas, sin embargo, existen dos variables que tienen un punto visible: las reflexiones sobre el género respecto a la primera y a la edad de los candidatos en la segunda, condiciones que dentro del estudio de Derechos Humanos se diría que la elección gira en torno a las llamadas categorías sospechosas (grupos vulnerables), al tratarse de mujeres en México y de hombres de la llamada “tercera edad” en Estados Unidos.

“Mujeres al volante”. Aún y cuando en México se ha elegido en Claudia Sheinbaum Pardo a la primera mujer presidenta en México, cosa que el género, sobre todo el nacional, celebramos, lo cierto es que la primera mujer electa en el mundo se remonta al año 1960 (Turvan o Sri Lanka como dato); cuando pensamos en las mujeres reconocidas liderando países en importancia por el contexto histórico del momento, recordamos nombres como Margaret Thatcher, Indira Gandhi, Golda Meier o Angela Merkel por mencionar algunas. Latinoamérica no ha sido la excepción, ha habido más de una docena de presidentas desde los años 1970, incluyendo electas e interinas; por ejemplo, en las primeras están Violeta Barrios “de” Chamorro, en Nicaragua; Michelle Bachelet en Chile; Mireya Moscoso en Panamá; Dilma Rousseff en Brasil; Laura Chinchilla en Costa Rica; Xiomara Castro en Honduras, o Cristina Kirchner en Argentina, que han precedido a México en la elección de una mujer que liderea los destinos de cada país.

Me acuerdo perfectamente, siendo aun adolescente, cuando Violeta Barrios (agregado el “de” o sustituido Chamorro con su primer apellido) subió al poder en Nicaragua en 1990. Su historia no está alejada de las tragedias que ha pasado en muchos países latinoamericanos, luego de que su esposo, por cierto periodista, fuera asesinado en la dictadura somocista; luchó en su tiempo por reestablecer la República después de la revolución sandinista de Ortega. Pensé en aquellos años que sería pronto cuando tendríamos lo mismo en México, pero pasaron 34 años para que sucediera en nuestro país. Por cierto, Violeta, de 94 años, está en Costa Rica desde el año pasado, después de que Ortega, dictador asentado desde 2006 en Nicaragua, persiguió a sus hijos e hija y sus familias hasta apresarles o desterrarles del país. Su lucha quedó en las páginas de la historia, cuando el presente parece no haber entendido el legado que hoy se disuelve en la represión de la dictadura.

Así podríamos hablar de otras historias, como la de Michelle Bachelet, en Chile, que fue presidenta en dos ocasiones. Médica cirujana de profesión y política de vocación, vivió también los rezagos de una dictadura como la de Pinochet en su país. Sus temas fuertes han sido en gran medida los grupos vulnerables, las minorías y esto le valió el ser elegida, una vez que culminó su presidencia, como Alta Comisionada de las Naciones Unidas, y experta en temas de género en ONU mujeres. Sigue siendo voz calificada en Chile y el mundo.

En cada historia presidencial femenina, sobre todo de Latinoamérica, ha habido rasgos de una sociedad común: el machismo imperante que todavía hoy se muestra en la participación política de las mujeres, cuestionando y estereotipando los temas de estado, como aquellos en las que por ser mujer le son inherentes, los servicios, las asistencias, la educación y la duda de la capacidad para asumir otros como la seguridad, la milicia, incluso la hacienda pública por mencionar algunos. Se exige pues, a las mujeres no solo ser mejores que los hombres que precedieron a sus cargos, cosa exigible en cualquier gobernante que es electo, sino que incluya los temas de política pública con perspectiva de género como eje rector, que visibilice la integración con contundencia.

Pese a los años y el tiempo, no debe soslayarse, hoy hay solo 28 mujeres liderando países como jefas de estado, así que, según datos del propia ONU Mujeres, nos faltan 130 años para lograr la igualdad en ese rubro. Sin embargo, regresando a nuestro país y seguramente en otros, el tener a una mujer liderando los destinos genera gran expectativa, y aún más cuando será acompañada de 13 mujeres gobernadoras, primera vez en varios estados, incluido Guanajuato, también los designios serán abanderados por una mujer (en toda la historia de México suman 22, solo Colima y Tlaxcala suman su segunda gobernadora).

“Abuelos” al volante: la tercera edad presidenciable. Después de ver el debate de los candidatos a la presidencia de Estados Unidos, el tema de la edad volvió a caer en las mesas de análisis y la opinión pública. Y entre las diversas reflexiones son quizá si existe edad máxima para el ejercicio de un jefe de Estado o si es necesario pruebas que reconozcan la capacidad o a las limitaciones que en razón de los años se van vislumbrando. Sin embargo, sobre estas también esta el tema de la experiencia, si pensamos en los hombres y mujeres que por edad han sido determinantes en la toma de decisiones de sus países está Reino Unido, como ejemplo; Churchill inició su mandato a los 65 años, pero concluyó pasados los 80 y su mandato ha sido referencia en la historia del siglo pasado. Golda Meir a quien mencioné en el rubro anterior, tuvo los dos atinentes: fue primera ministra de Israel a los 71 años, después de haber tenido una larga carrera política. que al final estuvo tintada de controversias. no solo por sus decisiones sobre momentos realmente críticos. como la guerra del Yom Kupir, sino por cuestiones de salud; otro: Shimon Peres, del mismo país, gobernó hasta los 90 años; Konrad Adenauer, en la entonces Alemania Occidental, llegó al poder después de la Segunda Guerra a la reconstrucción de su país con 73 años.

Latinoamérica no ha sido la excepción: Joaquín Balaguer dejó el poder en República Dominicana cuando rondaba los 89 años; Daniel Ortega, el dictador de Nicaragua, tiene 74 años; Tabaré Vázquez, en Uruguay, culminó su mandato cuando contaba con 80 años, realmente deteriorado por cuestiones de salud, y qué decir del muy querido en su país y reconocido en el mundo, Pepe Mújica, quien terminó su mandato a la edad de 75 años. En México, solo como referencia, quien ha sido el más longevo y gobernó por más de 30 años fue Porfirio Diaz, quien dejó el cargo a la edad de 81 años; algunos dicen que hubiera gobernado más años, si no fuera porque la edad ya lo había mermado cuando inició la Revolución. Le seguiría Andrés Manuel López Obrador, que culmina su gestión a los 70 años. Joe Biden tiene 81 años, es presidente y está en la candidatura por la reelección este año y ha sido el tema de su capacidad cognitiva el recurrente motivo de análisis después del debate, sin que se cuestionara la capacidad de ambos, en sus respectivas condiciones. Hoy incluso esta sobre la mesa si se cambia al candidato.

Es pues la mencionada capacidad quizá la primera característica que se cuestiona cuando las personas de la tercera edad, pretenden asumir un cargo, el que sea y sobre todo si es un rol de dirección, la experiencia tiende a caer en segundo plano. Quien ha sido capaz en sus años de mayor rendimiento, se tiende a creer que a pesar de sus limitaciones físicas puede seguir aquel grado de definición de aquel tiempo. Lo cierto es que no hay una regla general que permita establecer a qué año se pierde la capacidad, sobre todo si se trata de gobernar una nación. La historia nos ha dictado que existen gobernantes que, siendo jóvenes o relativamente en edad en que las capacidades cognitivas y físicas están en su mejor momento, las decisiones y su desempeño como tal han dejado poco que desear.

Idealmente tendría que tener la ciudadanía la baraja para escoger entre quienes aportan mejor capacidad sin importar la edad o el género y también resulta deseable que entre aquellas personas que aspiren o estén al mando asumir también la responsable decisión de aportar la experiencia en distintas trincheras cuando las funciones cognitivas se limitan. La población crece en edad y limitar por ello sería discriminatorio, como lo es también cuestionar la capacidad por el hecho de ser mujer.

Hoy más que nunca vemos a las “abuelas y abuelos”, es decir, mujeres y hombres de la llamada tercera edad, en plenitud, haciendo cosas productivas a cualquier edad, jefes y jefas y secretarios de Estado, lideres sociales, cabezas de grandes empresas, realizando grandes tareas y tomando decisiones que cambian las historias de sus países, de sus contextos.

Vamos avanzando hacia una sociedad más inclusiva, que se cierre la brecha y que extirpen estereotipos y que discriminan. Si fuera por capacidad, ¿cuántas de las personas electas estarían en el banquillo? Por estar atentos a la salud de Biden, se dejó atrás las contestaciones y señalamientos de Trump que por supuesto ameritan al menos igual reflexión.

Decía Dorothy Thompson, periodista, precursora feminista: “la edad no se mide por los años. Hay gente que nace vieja y cansada, mientras que otros tienen la mejor energía a los 70”.

Magistrada del Supremo Tribunal de Justicia del Estado de Guanajuato

@ARCEMAGLEZ

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